Puede que los lectores más jóvenes no lo recuerden, pero los veteranos leíamos tebeos por los personajes cuando empezábamos. Fue con el tiempo que nos dimos cuenta de que unos nos gustaban más que otros, y solía estar asociado (oh, ¡sorpresa!) al nombre de los creadores. Y, por supuesto, las editoriales vieron que los lectores nos estábamos fijando en esos datos y por ello se publican desde hace años etapas de series largas seleccionadas por sus autores. Así nos ha llegado ahora una nueva edición del Daredevil de Frank Miller y Klaus Janson dentro de la línea Obras Maestras Marvel de Panini.
Hemos comentado en una buena cantidad de ocasiones que hay veces en las que una serie se hunde comercialmente y la editorial le da libertad creativa total al equipo creativo de turno porque total, va a cerrar y a nadie le importa gran cosa. Muchas veces, la cosa acaba en la cancelación prevista, pero a veces esa libertad acaba suponiendo un revulsivo creativo que revitaliza la colección moribunda. Eso exactamente ocurre en Daredevil: tras la etapa de Marv Wolfman como guionista, que aunque tuvo aciertos como la creación de Bullseye o Heather Glenn firmó una etapa muy olvidable, la serie había pasado a una periodicidad bimestral por sus bajas ventas, una periodicidad que era la antesala de la cancelación por la época. Tras la salida de Wolfman hubo un baile artístico en la serie de un nivel tal que en un plazo dos años pasaron por la serie cinco guionistas y siete dibujantes. Se decía por la época que nadie quería trabajar en Daredevil, y que a eso se debían los bandazos artísticos. Tanto es así, que en enero de 1979 debuta en la serie un dibujante novato como artista regular. Tan novato que su primer trabajo profesional es de siete meses antes -sin acreditar siquiera-, y en Marvel sólo había dibujado tres tebeos de relleno. Hablamos, por supuesto, de Frank Miller. Y después de él, la serie no volvió a ser la misma.
En estas condiciones, es evidente que no se plantea la llegada de este joven autor a la serie como un punto de inflexión, como un antes y un después. Era simplemente la llegada, por fin, de un artista regular, aunque era un nombre por entonces que posiblemente nadie conocería. Así, la llegada del autor a la serie ocurre en mitad de una serie de subtramas argumentales, desarrolladas por varios autores (principalmente, Jim Shooter y Roger McKenzie) y heredadas de épocas anteriores, con lo que para poder comprender lo que ocurre en los primeros números del autor que redefinió al personaje, Marvel engloba en un Masterworks toda esa etapa previa junto con el primer número de Miller como dibujante, que es lo que ahora publica Panini en el primer tomo (de cuatro) de la serie Daredevil de Frank Miller y Klaus Janson.
Argumentalmente, esta etapa de la serie no es especialmente brillante. Al típico estilo de las series superheroicas de la Edad de Bronce, se reparten las páginas entre la vida privada de los personajes y su faceta superheroica. En la primera, tenemos los choques personales entre Matt Murdock y Foggy Nelson -que, por cierto, tiene un cierto problema con el alcohol, como también vimos años después en la serie de Netflix- consecuencia de conflictos entre temas jurídicos y sentimentales y, aunque Foggy no lo sepa, también superheroicos. Lo que viene siendo el típico culebrón del cómic superheroico, vamos. En la vida disfrazada del personaje tenemos una sucesión de enfrentamientos con el villano de la semana bastante poco interesantes, como el Hombre Toro, el Búho, un Bullseye que aún no había pasado por las manos de Miller y era un personaje bastante poco interesante, el Hombre Púrpura en su tercera historia desde su creación casi quince años antes, el Rondador de la Muerte, el Paladín, Mister Hyde o Cobra. Lo dicho, estamos en una época en la que la serie estuvo contemplando al abismo de la cancelación, y así habría sido de no ser por el revulsivo argumental y artístico que estaba por llegar pocos meses después.
En el plano artístico tenemos, ante todo, inestabilidad. Como hemos comentado antes, siete dibujantes se reparten quince números, y no hay ningún tipo de unidad estilística entre ellos. No es que sean malos tebeos, que no lo son bajo ningún concepto. Tenemos ilustradores del nivel de Gene Colan, posiblemente el autor pre-Miller más importante del personaje, el siempre brillante Gil Kane, aunque con unas tintas de Klaus Janson que no le pegan precisamente bien, o Carmine Infantino, votado en 2009 en la revista Comic Buyer’s Guide como el artista de cómic más importante de todos los tiempos. Sí, por encima de Jack Kirby. Y, por supuesto, el primer número de Frank Miller. El problema es que tenemos la sensación visual de estar ante una sucesión de tebeos inconexos.
La edición de este cómic está en la misma línea de los de El Invencible Iron Man de Michelinie, Layton y Romita Jr. que pudimos ver hace unos meses. Un volumen en tapa dura con encuadernación holandesa y el óptimo papel poroso que necesita el cómic de esta época. Reproduce de forma casi íntegra el volumen 14 de los Marvel Masterworks de Daredevil, con varios anuncios y páginas a lápiz y tinta. Además, Panini ha metido en su edición un extra perfecto que no estaba en la edición original: los dos números de Spectacular Spider-Man dibujados por Miller, primer contacto del autor con Daredevil y primer trabajo en el que dibuja personajes del Universo Marvel.
Vamos a hablar claro: el primero tomo de esta serie Daredevil de Frank Miller y Klaus Janson no es un mal tebeo, pero no pasa de correcto. Lo que sí es cierto es que es necesario para contextualizar los tres tomos siguientes, donde tenemos al principio a Miller solo como dibujante y posteriormente como autor completo. Y lo que está por venir es sin ningún tipo de duda uno de los puntos más altos de los más de sesenta años de historia de Marvel Comics y que todo lector de cómic superheroico debe tener en su estantería.