Comenzaba la reseña del primer tomo de esta serie preguntándome si estábamos ante una gamberrada o una genialidad. Por exceso de precaución no contesté mi pregunta, pero me inclinaba más hacia lo primero. ¿Una serie con la premisa de que los personajes de cómics salían del papel e invadían nuestro mundo y comenzaban a asesinar guionistas de cómics? Sí, vale, muy simpático, pero en realidad esto es una excusa para meter personajes de otras series en la tuya, ¿eh, Donny Cates? Pues bien, leído Crossover 2 de Panini, me queda claro que a veces el exceso de prudencia te evita quedar como un cretino, porque, efectivamente, estaba equivocado y está mucho más cerca de la genialidad (aunque no le falte gamberrismo).
En este segundo tomo, que resuelve el misterio de quién se esconde detrás de los asesinatos de guionistas de cómic, se deja la puerta abierta a una continuación, y de hecho la serie se encuentra en lo que los americanos llaman «on hiatus» a la espera de que Cates y Shaw vuelvan sobre ella… aunque podría haber terminado aquí y habernos brindado una serie absolutamente redonda. En esta segunda parte vamos a ver a algunos de los guionistas más afamados de la industria reaccionar ante esa amenaza del salto de sus personajes al «mundo real» y a Ryan y Ellie investigando por un lado, mientras el Director Pendleton intenta resolver el caso por sus propios medios.
Si los primeros seis números de la serie eran un contenedor de cameos, más o menos efectivos, pero en su mayor número meras apariciones para que el lector veterano reconozca a los personajes y se sorprenda… esta segunda parte de la serie brinda sentido a todo lo que llevamos visto hasta ahora, y se mete de lleno en el metalenguaje haciendo que Cates se ponga el disfraz de Morrison y utilice todas sus armas para convertir la «molonidad» en genialidad.
Porque sigue habiendo cameos de personajes… pero pasan a un segundo plano cuando aparecen los propios guionistas. Y no sólo en los títulos de crédito, sino que se escriben a sí mismos, haciendo una autoparodia finísima y explorando la escritura de cómic de una manera sutil y convirtiéndola en propia parte de la historia, sin importar si para ellos, Cates hace alusión a sus propias adicciones o hace referencia al peculiar modo de escribir de Bendis utilizando a personajes creados por el guionista de Powers.
Aunque, bromas aparte, el número de este arco que más he disfrutado es, sin duda, el interludio escrito y protagonizado por Chip Zdarsky con el que abre el tomo. El dibujante de Sex Criminals riza el rizo del metalenguaje y es el primero en dar en el clavo de hasta qué punto los guionistas reparan en sus propios personajes o escriben todo en pos de la historia. Sí, todo se puede resumir en un gran «¡Oye! Que los personajes de ficción también tienen sentimientos…» y ver al propio autor tomando una identidad secreta por miedo a cuál de sus creaciones vendrá a por él es maravilloso, especialmente por el punto de tragicomedia que alcanza.
Y es que este es otro de los motivos por los que Crossover es una genialidad. La idea es tan loca y da para hacer tantos chascarrillos… que es sumamente fácil que se escape de las manos de sus creadores. Da juego a hacer tantos chistes sobre ellos mismos y plantear situaciones que arrebaten carcajadas al lector, que hubiera sido muy fácil que en algún momento, cuando la serie mes a mes estaba siendo elogiada en su país de publicación original, sus autores olvidaran que estaban contando una historia dramática, y se dejaran llevar por la comedia efectista.
En este tomo tenemos guionistas invitados, pero también tenemos a dibujantes que completan el trabajo de Shaw. Concretamente son Phil Hester, que dibuja la historia de Zdarsky y las páginas de Robert Kirkman, mientras que las páginas de Bendis corren a cargo, como no podría ser de otra manera, de Michael Avon Oeming.
En definitiva, Crossover 2 cierra un primer arco argumental de una serie que explora la creación de las historias que la mayoría de vosotros leéis con avidez mes tras mes. Muy lejos de ser un mero chiste donde colar personajes de otros creadores para su propio beneficio, Cates y Shaw tejen una enorme tela de araña donde se analizan muchas de las peculiaridades de una industria como la del cómic, desde el papel del dibujante y el guionista, los diferentes tipos de escritura o cómo el éxito económico puede afectar sobre una serie. Por un lado, me habría gustado que la serie acabara aquí porque habría sido rotunda en sus 13 números, aunque por otro, estoy deseando volver a ver qué se les ocurre a estos dos genios para explorar mi expresión artística favorita.
Lo mejor: El guión me parece una absoluta genialidad. El número de Zdarsky. Las coñas con Bendis… con él delante. Pensar en las risas que se habrá echado en casa Cates mientras escribía.
Lo peor: Imagino que es cuestión de afinidad o disponibilidad, y aún así, todavía están a tiempo, pero meter a Morrison en esta serie habría sido la guinda perfecta del pastel.