Llegamos al séptimo volumen de la serie de los cruzados. Cuando ya parecía que el mundo en el que se desarrolla esta historia estaba totalmente definido y poco se podía avanzar en sus planteamientos, llega un nuevo guionista y nos mete nuevas ideas. No, tranquilos, no será la última vez que esto ocurra. Aún tendría que llegar Alan Moore para cerrar definitivamente esta saga con un último giro que nos dejaría a todos con la boca abierta en Crossed +100.
Colaboracionista
Damos la bienvenida a un nuevo escritor, Christos Gage, para un arco de cuatro números llamado Colaboracionista en castellano y Quisling en inglés. Para contextualizar, Vidkun Quisling fue un político que tomó el poder en Noruega en 1940 con un golpe de estado apoyado por los nazis, encabezando uno de los gobiernos colaboracionistas con los nazis más destacados de Europa. De hecho, su apellido se utilizaba durante la Segunda Guerra Mundial como sinónimo de traidor, y en la actualidad se utiliza en varios idiomas para referirse al colaboracionismo con los nazis. Cómo sería el pieza para haber superado en ese tema al Mariscal Pétain.
¿Y a qué viene todo este repaso a la historia? Pues, precisamente, a que esta historia gira alrededor de un colaboracionista con los Cruzados.
Comentábamos en reseñas anteriores de esta serie que uno de los enfoques habituales de historias de zombis es la del humano que es más monstruo que los propios monstruos. En este caso, un antropólogo que, por deformación profesional, se dedica a analizar el comportamiento de los Cruzados. En el grupo que acosa a los supervivientes con el que él está, ve algo que no se había detectado hasta ahora: un cruzado que muestra síntomas de planificación, que es capaz de posponer el placer (o la crueldad, que en este caso es lo mismo). Smokey, que es como se refieren al líder de este grupo, tiene inteligencia y autocontrol suficiente como para ser epicúreo en lugar de hedonista. Y si la horda descerebrada ya daba auténtico pánico, la idea de una horda capaz de hacer planes para ejecutar su crueldad es absolutamente aterradora, y por muy cobarde y rastrera que sea la actitud del protagonista se puede llegar a comprender sus ansias de supervivencia.
El escritor, Christos N. Gage -suponemos que la N es por Nicholas, como su padre, no porque fuera un gran fan del Nokia N-Gage– viene del medio televisivo, donde ha escrito capítulos para series como Ley y Orden, Numbers o Daredevil. En el mundo del cómic, tiene un buen puñado de tebeos firmados en Wildstorm, en Vengadores Academia, en Spiderman Superior y en eventos como Civil War o World War Hulk. Aún le veremos en los tomos de Crossed, siendo el responsable del último arco argumental de la serie, con su cierre en el número 100.
Colapso
En la segunda historia del tomo tenemos a David Lapham, de nuevo. Contando una historia protagonizada por Amanda, de nuevo. Explorando las secuelas que le dejaron los actos de Harold Lorre, el Psicópata, de nuevo. Tenemos aquí un repaso a la (inexistente) salud mental de la superviviente, y la exploración de la crueldad más estomagante que hemos visto en tomos anteriores. Más de lo mismo, para cerrar definitivamente la trama de Amanda, el personaje más recurrente que ha tenido la serie hasta el momento.
En resumen…
La historia de Christos Gage supone un punto de evolución en el concepto de los Cruzados. No son el bicho cruel y descerebrado que llevamos viendo desde el principio: hay posibilidad de más de lo que hemos visto hasta ahora, y eso hace que la serie reciba un nuevo impulso.
En cambio, la de Lapham vuelve a transitar por lugares ya vistos previamente, bordeando, o incluso traspasando, la frontera con el torture porn. No quiere decir que sea una mala historia, sólo que da la sensación de que este autor ya ha contado todo lo que tenía que contar sobre Amanda. Nos despedimos de este autor durante unos treinta números, que volverá en torno al 60. Esperemos que más inspirado que aquí.