En tan solo cuatro meses ha lanzado Planeta Cómic los dos integrales que recopilan la edición de Crimson que BOOM! Studios ha hecho del clásico de Bryan Augustyn y Humberto Ramos, editado originalmente bajo el sello Cliffhanger de Wildstorm. Creo yo que con más de veinte años desde su primera edición, el apelativo de «clásico», aunque sea por el tiempo que ha pasado desde entonces, se lo tiene merecido, ¿no? En septiembre ya hablamos del primer tomo, vamos ahora con el segundo.
La historia planteada en el primer volumen arrancó como una historia un tanto típica de vampiros teen. Una pizca de Vampiro: La Mascarada aquí, una de Jóvenes Ocultos por allá, una buena dosis de angustia existencial adolescente, un look Gothic Metal para regarlo todo de molonismo… y la verdad es que funcionaba. A ver, Crimson no es una historia que viniera a cambiar el género, pero era un cómic tremendamente entretenido y visualmente espectacular. Podemos decir que, al menos en su planteamiento inicial, consiguió exactamente lo que pretendía. El caso es que los autores, ya desde la primera mitad de la serie pero acentuado en este segundo tomo, se vinieron arriba y hicieron eje central de la trama de la serie al todo vale. ¿Reina de los Vampiros? Por supuesto. ¿Santos guerreros reencarnados? Claro que sí. ¿Demonios? Hell yeah. ¿Ángeles, caídos y sin caer? Al fondo hay sitio. ¿Dragones? Faltaría más. ¿Hombres lobo? ¡Y también una orden mitológica que dio lugar al mito de Caperucita Roja! Lo que arrancó como una historia razonablemente contenida se convierte en su tramo final en un batiburrillo de ideas que termina resultando un tanto caótico. Pero eso no es lo peor de todo: es que según va avanzando la serie hacia su conclusión, va dando una sensación de ir acelerada, de huída hacia delante… y lo peor de todo, de haber quedado un cierre un tanto confuso y apresurado. Y no es que Augustyn y Ramos tuvieran compromisos posteriores, no. Pocos meses después del final de Crimson repitieron equipo artísitico en una nueva serie, Out There, también en el mismo sello Cliffhanger.
Esta nueva edición tiene un par de características que conviene señalar. La primera es que no tiene los colores originales… y en este caso tenemos que decir que es para bien. La segunda mitad de los 90 fue el momento de explosión del color digital y todo el mundo se lanzó a aprovechar las posibilidades que daba esta nueva tecnología sin tener en cuenta si tenía sentido o no. Los que vivimos la época recordamos -ahora, con algún que otro escalofrío- los histéricos colores con omnipresentes degradados y brillitos de gente como Liquid!. Y en Crimson, los chicos de Bad@ss hicieron un trabajo acorde a lo que se estilaba en la época. En la reedición de BOOM!, aún siendo los colores básicamente los mismos, se ha bajado un poco su intensidad, llegando a un producto que, sin perder la espectacularidad del original, no agrede a los ojos del lector.
El otro punto que tenemos que señalar es uno negativo, y se puede apreciar en la comparación de las dos viñetas anteriores: una vez más, la rotulación. Cursivas, negritas, tamaños de letra… son recursos con una importancia narrativa y de entonación del texto y se pierden por completo en la edición en castellano. Un mal que ya hemos señalado en otros títulos de la editorial y parece que no hay intención de cambiar. Una lástima.
Y hasta aquí hemos llegado. Aunque el viaje ha sido la mar de entretenido, es una pena que una serie con tanto potencial se viera empañada con un final que no estuvo a la altura. Aún así, es un título imprescindible en la biblioteca de los seguidores de Humberto Ramos, autor que, aunque hoy en día es mucho más sólido de lo que era en los principios de su carrera, tiene en este título su primer gran éxito personal.