Desde que recogieran el testigo del maestro Hugo Pratt, Canales y Pellejero nos habían acostumbrado a una nueva aventura cada dos años y Corto Maltés: Nocturno berlinés se ha hecho esperar un poco más. Tres años después y una pandemia de por medio, volvemos con Corto en una historia tal vez algo distinta.
Esta vez abandonamos los exóticos mares del sur, África o la India, para pisar terreno tal vez más cercano y mundano. Sin embargo, la Berlín de la república Weimar, en el periodo entre guerras, puede ser muchas cosas menos tranquila. Estamos en un periodo de ebullición política con los movimientos socialistas en su apogeo y el movimiento nazi ganando fuerza. Es un periodo, sin embargo, que pese a la difícil situación de Alemania tras el Tratado de Versalles y la crisis económica vive una efervescencia cultural y, en medio de todo esto, un buen día de 1924, irá a dar con sus huesos en la ciudad un tal Corto Maltés.
Tras los pasos del profesor Steiner, a quien ya conocemos de Bajo el signo de Capricornio, Las helvéticas o Mu, acabará tras la pista de la misteriosa baraja de tarot Visconti Sforza, codiciada por un sinfín de jugadores que se irán revelando en el transcurso de la trama.
En este marco, no faltarán — como tanto gusta a estos autores — figuras históricas, ya sean personalidades como el escritor Joseph Roth, el también escritor y hermetista Gustav Meyrink, el presidente Paul von Hindenburg o incluso Marlene Dietrich, o bien referencias como la Organización Cónsul o la Stella Matutina, todo ello como es habitual, en una escrupulosa labor de documentación, pero sobre todo de integración en el relato.
Tal vez por la cercanía en distancia física y cultural, Canales se desmarca esta vez en Corto Maltés: Nocturno berlinés de la aventura clásica para introducirnos en una trama más noir, donde nadie está limpio del todo y el crimen y el misterio son el motor de la historia,.
Mucho que ver tiene en esta percepción que Pellejero se embeba en la estética del expresionismo alemán de la época, profuso en teatrales contrastes de luz y sombra para crear atmósfera. La Berlín de los cabarets, los ritos de la Stella Matutina o la noche de Praga nunca lucieron tan lóbregos y dramáticos, pero también permeando esa melancolía noir y abundante en esas escenas tan Pratt y tan bien entendidas por Pellejero, donde los límites del realismo se fuerzan hacia la poesía.
Aún así podríamos decir que Pellejero es más Pellejero de lo que le habíamos visto en entregas anteriores. Es como si ya no necesitara tanto mimetizar el look & feel de Pratt y se quedara más con el espíritu del maestro italiano; como si paulatinamente ya no precisara de esa primera capa de apariencia Pratt para seguir contando las historias como él lo hacía. Es posible que este leve distanciamiento temático hacia el noir que ofrece Corto Maltés: Nocturno berlinés le haya parecido un buen punto de inflexión o simplemente una maduración lógica de su estilo.
Quienes se achacaban a esta etapa ser excesivamente celosa de la herencia de Pratt y no terminar de arriesgar tienen en Corto Maltés: Nocturno berlinés una obra en la que los autores han hecho suyo el universo de Corto y pueden permitirse volar un poco más lejos y , aun así, no abandonar en ningún momento ese mimo y respeto por la obra de Pratt que han puesto de manifiesto desde que recogieron su legado.