Hay obras tan personales que cuesta concebir la idea de verlas en manos de otros autores. La idea de una continuación de V de Vendetta sin Alan Moore y David Lloyd provoca sudores fríos. Siguiendo con Alan Moore, también nos los provocó el anuncio de las precuelas de Watchmen, y después de leer Doctor Manhattan o Comediante habríamos preferido no haberlo hecho. Pero entre las precuelas en cuestión tuvimos Minutemen, que nos dejó claro que un equipo creativo inspirado y con respeto por la obra original podía hacer algo interesante. En esa misma liga juega el Corto Maltés de Hugo Pratt. Tras la muerte del autor italiano en 1995, nadie concebía la posibilidad de un nuevo álbum de su mayor creación. Y así fue durante veinte años, el tiempo que pasó entre el fallecimiento de Pratt y la publicación de Bajo el sol de medianoche, el primer álbum por otros autores, Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero. El resultado fue tan bueno a nivel tanto de crítica como de público que se planteó una segunda serie de Corto Maltés, firmada en este caso por Martin Quenehen y Bastien Vivès, de los que tenemos ya el segundo álbum, La reina de Babilonia.
Así como el Corto de Díaz-Canales y Pellejero es una continuación directa de la obra de Pratt y ambientada en la misma continuidad, el de Quenehen y Vivès es una recreación del personaje partiendo de cero, y trayéndolo al siglo XXI. Estos autores deconstruyen al personaje original, y una vez han encontrado su esencia, lo reconstruyen de nuevo en un mundo nuevo, mucho más oscuro y violento que el que le vio nacer. En Océano negro contextualizan las primeras andanzas de este ultimate Corto en el año 2001, enterándose del atentado contra las Torres Gemelas en una comisaría de policía. La reina de Babilonia da un paso cronológico adelante y nos lleva hasta finales de 2002. Esta historia empieza en Venecia en octubre de 2002, y Corto está acompañado en esta ocasión por Semira, llamada así por Semiramis, la reina histórica a la que se refiere el título de la obra, y su amigo que bordea los límites de la moralidad (jugando a menudo a ambos lados de la franja gris que separa lo correcto de lo incorrecto), Ismet «Ćelo» Bajramović, una figura real del crimen organizado durante la guerra de los Balcanes a finales del siglo XX y principios del XXI, que también fue clave en la defensa de Sarajevo durante el asedio que comenzó en 1992 y se extendió a lo largo de cuatro años. Las secuelas del conflicto de los Balcanes y el 11-S mencionado en el tomo anterior llevan a nuestro protagonista, más un tipo de los bajos fondos que el aventurero canalla de Hugo Pratt, hasta la invasión estadounidense de Irak, la del Pacto de las Azores y las armas de destrucción masiva.
Martin Quenehen, el guionista de los dos tomos de esta nueva versión del personaje, es un historiador, y los recientes conflictos que han sacudido al mundo son parte fundamental de sus historias. Nos encontramos con una narración descarnada de los sucesos recientes que han conformado el mundo en el que vivimos que huye del maniqueísmo. A fin de cuentas, Corto nunca fue un héroe, por mucho que fuera un canalla con principios. Aquí quizás tenemos una versión un poco más desencantada del personaje, más acorde con los tiempos oscuros en los que vivimos. Pero no se limita el guionista a tratar sus inquietudes personales: hacia el final de la obra tendremos un momento mágico, sobrenatural, en la línea de los últimos trabajos de Pratt, como Las Helvéticas o Mû.
Al dibujo tenemos a Bastien Vivès haciendo un trabajo muy respetuoso con la obra de Pratt. Si los álbumes de Rubén Pellejero nos hacen pensar en el Pratt del principio, el de La balada del Mar Salado o Bajo el signo de Capricornio, Vivès tiene un trazo más esquemático, más suelto, más cercano al Pratt de los últimos años, tras el proceso de evolución artística que tuvo el autor a lo largo de su vida y pudimos ver en Los escorpiones del desierto. La elección de este autor es perfecta, haciendo un trabajo en el que su estilo es perfectamente reconocible, pero la influencia de Pratt es también palpable.
Cuando, hace ya casi diez años, se anunció la publicación de nuevos álbumes de Corto Maltés, muchos se llevaron las manos a la cabeza ante lo que podía ser una auténtica herejía. Pero tanto los de Díaz-Canales y Pellejero como los de Quenehen y Vivès tienen un respeto por la obra original y están a un nivel tan alto que el maestro Pratt puede seguir descansando en paz. Y nosotros podemos seguir emocionándonos ante el anuncio de nuevos álbumes del marinero de La Valeta.