La primera vez que muchos conocimos aquello de «Tarowean» un tal Hugo Pratt nos presentaba un marinero atado a unos maderos a la deriva en algo llamado La balada del mar salado. Desde que la primera aventura de Corto Maltés viera la luz en 1967 hasta que Mu terminara de editarse en 1989 toda una mitología, un fascinante reparto y montones de historias contadas y sugeridas llegarían de la mano de Corto Maltés.
Por eso cuando en 2015 salió Bajo el sol de medianoche, por mucho que los nombres de Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero vinieran avalados por garantías de calidad como Blacksad o Dieter Lumpen, a nadie le resultaba extraño que hubiera cierto escepticismo. Por fortuna el primer álbum de esta nueva andadura despejó todas las dudas. El segundo, Equatoria, terminó de conquistarnos y ahora nos llega Corto Maltés. El día de Tarowean.
Una vez abierto el camino, Díaz Canales y Pellejero se dejan de “epílogos de tono poético y etéreo” (como el mismo Díaz Canales dice). Con su tercer álbum saltan la barrera de ese respeto excesivo por la obra del maestro Pratt que quizá los hacía caminar en las afueras de la mitología de Corto Maltés. Corto Maltés. El día de Tarowean es el momento de zambullirse hasta el fondo sin escafandra y responder a la pregunta de cómo llegó nuestro protagonista a la situación en la que lo encontramos en la primera página de La balada del mar salado. Para ello nos descubren una aventura con lo mejor de los ingredientes que han hecho grande a Corto: lugares recónditos, intrigas políticas, resonancias poéticas, diálogos ácidos y repletos de dobles sentidos, amistades, traiciones, Historia, mitos…
Hugo Pratt nos enseñaba ese mundo indómito, exótico, insólito y mágico más allá de nuestro acomodado occidente, pero en los tiempos de los satélites e internet, el mérito atribuible a Díaz Canales y Pellejero es aún mayor. En los tiempos en los que no parece quedar nada por descubrir, del la cultura de la globalización, Corto Maltés. El día de Tarowean nos devuelve a ese mundo que por más que estuviera ahí se nos sigue presentando igual de milagroso y salvaje. ¿Cuántos de vosotros conocían a los rajás blancos de Sarawak?¿Cuántos habían caminado por la prisión en ruinas de Port Arthur? ¿Cuántos habían oído hablar de la diosa sirena de los Dayaks?
Con una historia que evoca a Platón, Calderón de la Barca, J.M. Barrie o los inevitables (tratándose de Corto) R.L. Stevenson o Jack London, Díaz Canales y Pellejero en esa perfecta simbiosis que hace parecer que estamos ante un autor único nos presentan otro mundo más allá del nuestro, un mundo de tal intensidad que deja el nuestro en sombra.
Por más que sepamos el final de Corto Maltés. El día de Tarowean, por más que trate de cerrar círculos, no hay duda de que con esta nueva etapa Corto Maltés sigue creciendo en la dirección correcta. Fue Hugo Pratt el que marcó el camino, pero Díaz Canales y Pellejero lo están llevando aún más lejos y el horizonte vuelve a ser infinito.