La relectura del primer integral de Conan el Bárbaro fue tremendamente potente. Hacía tiempo que no me acercaba al material clásico editado por Marvel en los años 70, y mi primera aproximación a este masivo volumen iba con un cierto recelo. La verdad, las historias de espada y brujería no están precisamente entre mis favoritas, y la creación de Robert E. Howard es uno de los mayores exponentes de este género. Afortunadamente, mis temores estaban totalmente infundados. La etapa de Roy Thomas y Barry Windsor Smith resultó ser un clásico atemporal que, aunque contara con un estilo de guión bastante diferente a lo que estamos acostumbrados hoy en día y con un dibujante buscando aún su estilo personal, resultó una lectura tremendamente absorbente y amena. Pero me preguntaba yo si la serie mantendría el interés con la partida del dibujante que, por cierto, resulta ser uno de mis artistas preferidos.
Conan el bárbaro, la versión de John Buscema
Una vez leído este masivo volumen de más de seiscientas páginas, con treinta y cuatro números americanos, hay que decir que no sólo mantiene el nivel sino que mejora notablemente respecto a la primera entrega de estos tomos integrales. Quizás en su día pudiera chocar un poco el cambio de aspecto de Conan, de ese guerrero fibrado con casco a la mole de músculos que reinventa Buscema, con unos rasgos un tanto simiescos, pero a estas alturas -tengamos en cuenta que los primeros números incluidos en este tomo tienen ya más de cuarenta y cinco años- la imagen de Conan que se nos presenta aquí ha terminado por ser la icónica, ayudado por la elección de Arnold Schwarzenegger como protagonista de las dos películas del personaje, mucho más cercano al aspecto de la era Buscema que al de su antecesor.
Por otro lado, cuando entra en Conan, John Buscema ya es un autor totalmente consagrado. Su carrera había comenzado a finales de los años 40, y llevaba diez años en Marvel, habiendo pasado previamente por Dell, Charlton, Ace y Atlas, ilustrando obras de géneros tan variados como westerns, cómics románticos, biografías, género negro o incluso adaptaciones de Las mil y una noches. Cuando Big John entra en Conan, ya lleva veinticinco años dibujando profesionalmente, y se nota la diferencia con el recién llegado Barry Smith, cuyo primer número de Conan sale a la calle veinte meses después de su primera publicación. El trazo de Buscema es mucho más estable que el de Smith, pero sus páginas son muchísimo más dinámicas, siendo probablemente uno de los mejores trabajos de toda su dilatada carrera.
Mantenemos, por otro lado, el recoloreado que ya comentamos en el tomo anterior (no olvidemos que esta edición de Planeta parte de los materiales de Dark Horse), pero siendo los lápices de Buscema mucho más detallados que los del primerizo Barry de los primeros números, el colorista no necesita complementar tanto el dibujo, siendo el resultado final, aunque evidentemente digital, mucho más sutil y coherente con los lápices que en el primer volumen.
Y si se ha notado una notable mejoría en el dibujo con el cambio de dibujante, también hay que señalar el avance que hay en el guión, aunque en este caso se mantenga Roy Thomas al frente. En este tomo hay una sensación de unidad, de que se nos está contando una historia continuada, frente a la sucesión de one shots que es la serie en sus primeros dos años. Sí que es cierto que en este tomo hay numerosas historias autoconclusivas o de un par de números (la historia más larga abarca un total de cinco números, la adaptación de la novela Kothar and the Conjurer’s Curse, de Gardner F.Fox), pero hay nexos de unión entre unas y otras. Se hace referencia al principio de varios números a dónde estaba el personaje en el anterior, hay varios flashbacks a historias pasadas… aunque sean breves pinceladas, dan una sensación de unidad y de coherencia que la serie no tenía en sus primeros números.
La Era Hyboria
En este tomo, en el que además de varias historias originales de Roy Thomas tenemos adaptaciones de relatos del imprescindible Robert E. Howard y de otros autores como Norvell Page, Michael Resnick, David English o el mencionado Gardner Fox. Aquí es donde se va definiendo más el tapiz en el que se desarrollan las historias de la Era Hyboria, y en ellas veremos Conan trabajando de mercenario, de soldado, de bárbaro errante o de simple recadero, recorriendo ubicaciones como Zembabwei, Agraphur, Khitai, Zamora, Shadizar y tantos otros lugares que ya hemos conocido previamente. El tipo de historias sigue siendo el mismo que ya vimos en el tomo anterior (la clásica tripleta tesoro/chica/monstruo), aunque se da algo más de trasfondo al entorno en el que se mueve el personaje.
Se menciona en un momento que la Era Hyboria en la que se desarrollan las historias de Conan tienen lugar hace doce mil años, en un pasado olvidado de la historia de la humanidad. Esta ubicación cronológica se debe a Lyon Sprague de Camp, escritor y estudioso de la obra de Howard, y situaría estas historias a finales del Paleolítico, en plena Edad de Piedra. La presencia de armas metálicas hace pensar que como mínimo deberíamos estar en la Edad de Bronce, hace unos cinco mil años. Y si hacemos caso del secreto del acero, la cosa iría a la Edad del Hierro, hace unos tres mil años. Pero eh, son historias de fantasía, no un sesudo análisis sobre la prehistoria.
Bêlit
En los dos últimos números de este tomo se nos presenta a la que será uno de los personajes más importantes de la vida de Conan: Bêlit, la Reina de la Costa Negra, la diablesa que comandaba el Tigresa, un barco con una tripulación de salvajes piratas africanos. Damos así inicio a la Saga de Conan y Bêlit, el arco argumental más largo que ha tenido la serie del Bárbaro, en la que se desarrolla la relación sentimental más importante que ha tenido el personaje. Pero eso es otra historia y será contada… en el tercer tomo de esta serie.
En resumen…
Estamos ante una de las grandes obras de la historia del género de Espada y Brujería. Este tomo y el siguiente son quizás la mejor época que ha tenido el Bárbaro en sus casi cincuenta años dentro del mundo del cómic y son lectura obligatoria para todos los aficionados al género. Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que si Conan es lo que es hoy en día, lo es en buena parte gracias a los números contenidos en estos volúmenes.
Por otro lado, se corrigen aquí muchos de los errores que señalamos en la edición anterior, como el deficiente trabajo de traducción, entrando aquí Joan Josep Mussarra y José Miguel Pallarés, que hacen un trabajo impecable, una rotulación mucho más apropiada, que ya integra el uso de negritas, y aunque no haya un índice, al menos hay una página oscura que separa visualmente cada número del siguiente en buena parte del tomo. Aunque la edición de este segundo volumen no sea del todo perfecta, ya sí que podemos decir que estamos ante una edición correcta.