Si hay una obra que ha sorprendido a propios y extraños desde su lanzamiento es esta El color de las cosas a la que hoy dedicamos la reseña. Su original planteamiento ha llamado la atención de numerosos aficionados al lenguaje del cómic por lo novedoso y arriesgado que se muestra, y está acaparando premios allá por donde pasa. Pero, ¿es esta obra un mero ejercicio de exhibicionismo narrativo? ¿Estamos ante un cómic que solo pretende contar una historia de un modo llamativo, sin más? En mi opinión, es un no rotundo. Iba con un poco de miedo, ojo, porque es cierto que a pesar de lo llamativo que resulta el primer vistazo, consideraba que para una obra de 240 páginas podía ser algo que perdiese totalmente el interés una vez has visto los recursos usados. Pero Martin Panchaud hace un experimento muy inteligente, que explora nuevas vías narrativas, y cobran aún más sentido cuando conoces un poco la historia del autor. La edición de Reservoir nos presenta un tomo cartoné con papel offset, ideal para este tipo de ilustración.
Imagino que si leéis esta reseña es porque algo habréis oído o visto de ella, y tenéis la misma curiosidad que me produjo a mí cuando vi la nota de prensa por primera vez. Se trata de una historia contada a través de elementos simbólicos, con un enfoque siempre cenital, en la que los personajes están representados a modo de fichas sobre un plano. Cada ficha tiene una forma o un color, que permite identificar a los diferentes personajes e incluso animales, vehículos, etc. Igualmente, algunos personajes con profesiones determinadas, utilizan algún símbolo o colores concretos que nos permiten distinguirlos con mayor facilidad.
Pero, ¿hay una historia? Y tanto que la hay. Se nos presenta a Simon, un chico inglés de barrio humilde. Simon es un chico regordete del que todos se aprovechan en el barrio. La vida en casa no es tampoco ninguna alegría… Tras acudir a una vidente del barrio, le dice que si apuesta por un caballo concreto se hará rico, por lo que el chico consigue que alguien apueste por él en las carreras… y acaba ganando una gran cantidad de dinero. A partir de ahí, comienza una verdadera pesadilla en la que todos quieren aprovecharse de él para quitarle un boleto que no puede cobrar, al ser menor de edad, y su familia queda rota por un suceso violento.
La lectura de esta obra ha sido toda una experiencia. Una vez te adaptas al estilo simbólico, aderezado por pictogramas, diseños, planos… te das cuenta de algo: con una narración absolutamente carente de expresividad, de lenguaje corporal… Panchaud consigue transmitir emociones. A través de los diálogos, especialmente inteligentes y pensados para el tipo tan peculiar de narración, y de recursos simbólicos que funcionan muy bien, pronto te das cuenta de que es muy fácil sumergirse en la acción. Y utilizo premeditadamente esa palabra, porque al estar ante una obra sin dinamismo ni cambios en la forma de los personajes, cabe pensar que no se puede narrar acción… pero sí. Hay escenas de peleas, hay persecuciones,… y el autor consigue transmitirla adecuadamente, a través de elementos simbólicos como pueden ser un indicador de dolor, resaltar puntos de impacto en una pelea, manchas de sangre o ilustraciones anatómicas del cuerpo humano como si de un libro de texto se tratase.
No es lo único a lo que recurre Panchaud. También se apoya en diagramas de flujos con pictogramas para mostrar desde cronologías familiares, reconstrucción de los hechos o la construcción del plan de Simon para conseguir resolver el conflicto principal. Igualmente, utiliza otro tipo de elementos gráficos como mensajes de móvil, ondas de sonido, y uno que me gusta especialmente: pictogramas de vasos que a cada viñeta se van vaciando para ilustrar el paso del tiempo en una escena de diálogo. Es como si Panchaud hubiera tomado el trabajo de Chris Ware y lo hubiera llevado a otro nivel diferente.
Martin Panchaud es un autor suizo que nació con dislexia. La dislexia es un trastorno que dificulta la identificación de sonidos en el lenguaje oral o letras/palabras en el lenguaje escrito. Por eso, esta obra resulta mucho más que un mero ejercicio de exhibicionismo narrativo en cuanto a mostrar un efecto visual porque sí, y permite comprender un poco mejor cómo es la vida para alguien con dicho trastorno, y cómo priman otro tipo de asociaciones para facilitar la comprensión de las cosas. En cierto modo me ha recordado a ese número del Ojo de Halcón de Matt Fraction y David Aja, protagonizado por Lucky, en el que se nos mostraba la historia desde el punto de vista de un perro. Esta obra utiliza recursos similares para mostrar acciones o asociaciones desde una perspectiva diferente.
En definitiva, El color de las cosas es una obra radicalmente diferente a todo lo que hayas leído antes. Un experimento formal inteligente, meditado y con sentido que demuestra que en el lenguaje del cómic todavía quedan formas nuevas de narrar. La facilidad con la que consigue generar tensión con un dibujo tan estático y frío hace difícil mantener al lector indiferente. Técnica aparte, estamos ante una road-movie apasionante que consigue que empaticemos con un personaje inocente que solo quiere lo mejor para su familia, a pesar de que todos los que se cruzan en su camino van buscando aprovecharse de él.
Lo mejor: La capacidad de caracterizar personajes sin mostrar lenguaje corporal alguno ni rasgos físicos. Que a pesar de lo estático, es capaz de conseguir dinamismo en la narración y tensión para el lector.
Lo peor: Echar un vistazo por encima y alejarse por lo transgresor de la propuesta, sin darle una oportunidad.
Bonus track: Para que veáis lo especial que es Panchaud, os dejamos un trozo de la sesión de firmas que hizo en Angoulême este año, cortesía de nuestros compañeros Iratxe y Enrique: