Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Chew Integral 1

Chew Integral 1
Guion
John Layman.
Dibujo
Rob Guillory.
Color
Rob Guillory.
Formato
Cartoné, 576 págs, color. 18x27.5 cm.
Precio
50€.
Editorial
Planeta Cómic. 2022.
Edición original
Chew: The Smorgasbord Edition [#1-20] (Image).

Tengo que reconocer que cuando se publicó originalmente, aguanté solo un tomo de Chew . Aunque esta es un año anterior a iZombie , había empezado a leer antes la serie de Mike Allred, y las premisas me parecían demasiado similares. Craso error por mi parte. Ahora que Planeta Cómic publica este Chew Integral 1 , he tenido la oportunidad de hacer un nuevo intento con ella… ¡y cómo me lo he pasado!

Y es que hay lecturas que te pillan en un momento que no es el adecuado y no entran por más que lo intentes pero si lo intentas en otro funcionan a la perfección. Es cierto que Chew  es una serie cuyo primer arco argumental es muy de presentación, y no es hasta un poco más adelante cuando te das cuenta de su verdadero potencial: el «aguántame el cubata» como leitmotiv. El primer arco te sitúa en una sociedad que acaba de pasar una pandemia (ouch) de gripe aviar en la que han muerto más de cien millones de personas, la carne de pollo para el consumo está terminantemente prohibida (con el consecuente mercado negro que surge al respecto) y acompañaremos a un policía que tiene la capacidad de recibir una impresión psíquica de todo aquello que come. Esto es, que si se come una loncha de bacon siente cómo el cerdo fue sacrificado para conseguir la carne.


Con esa premisa, uno puede pensar que está ante una serie policíaca sin más. Algo parecido a la citada iZombie , con un policía que debe ir resolviendo casos número a número y que tiene que probar la carne o sangre de cadáveres que proporcionen situaciones cómicas a la vez que desagradables. Pero, una vez más, ese no es el fuerte de esta serie. La cibopatía (así llama Layman a la capacidad de Tony Chu) es uno más de mil conceptos locos que encajan a la perfección y que están tan bien controlados que parecen no estarlo, y por eso es tan adictiva. El lector tiene la sensación de estar leyendo una serie desatada y que en cualquier momento va a hacerse tan loca que va a perder su frescura. Pero esta edición que nos trae Planeta tiene unos extras fabulosos que incluyen bocetos, guiones y pasos del guión al acabado final… pero también incluyen la propuesta que envió el autor a las editoriales, inicialmente para una serie de 20 a 25 números, y donde se ve perfectamente que todo está ahí desde el principio, poco se ha improvisado sobre la marcha.

La cibopatía podría ser el único concepto llamativo de la serie, y el motor de todo, pero es la comida en general el concepto raíz, y al igual que vemos personajes que reciben esas impresiones psíquicas al comer, veremos a otros con la capacidad de obtener inteligencia a través de la comida o de producir sensaciones en la gente cuando lea una descripción de un plato en una crítica culinaria… Y todos estos conceptos encajan tan bien y producen un efecto tan divertido, que la lectura es una continua sorpresa y un «a ver con qué me sorprenden ahora».


Esos conceptos locos se ven apoyados en un grupo de secundarios a cuál mejor: el compañero de Chu que tras recibir un hachazo en la cara recibe implantes cibernéticos, el seudomentor cibópata también de la FDA (agencia de alimentos y medicamentos), la periodista culinaria de la que cae enamorado Chu, el hermano cocinero con quien se lleva a matar, la familia en general de los Chu, el jefe que odia al protagonista, el alcalde de una población que ha descubierto una planta que sabe a pollo… y un interminable carrusel de personajes fabulosos que encajan perfectamente en este planteamiento tan loco. Súmale a esto unos guiones inteligentísimos con recursos repetitivos tipo descripciones de personajes y desorden de la historia que, lejos de hacerse cansinos, sorprenden una y otra vez por cómo son utilizados (los números doce o diecinueve son buena muestra de lo que digo).

El dibujo de Guillory puede que fuera uno de los motivos por los que cuando leí el primer tomo hace diez años, me echara un poco para atrás. Es un dibujo muy atípico, cercano al estilo que se suele utilizar para webtoons o algunos juegos de ordenador, con cierta tendencia a la caricatura. Y si bien cuesta un poco entrar en él, una vez lo haces, te das cuenta de que es uno de los grandes aciertos de la serie, y de que con otro estilo la carga humorística y de desparrame perdería mucho en intensidad. Es otra de las cosas que te permiten descubrir los extras: el concienzudo trabajo de Guillory, su esfuerzo por encontrar el estilo que combine con la editorial (se incluye un boceto de cuando se intentó presentar a Vertigo, mucho más oscuro y afín al tipo de dibujo del sello en aquella época) y con un aferramiento a los métodos clásicos que no resulta nada evidente.


En definitiva, Chew Integral 1  es una lectura que merece recuperarse, especialmente en una edición como esta, con veinte números por libro, aumentada de tamaño, con jugosos extras y que va a permitir recopilarla en 3 tomos a un precio bastante competitivo, para estar hablando de un cartoné de este tamaño. Tramas muy locas, conceptos que dejan la sensación de que van a descontrolarse en cualquier momento… convierten a Chew  en una serie descacharrante, con un ritmo que hace muy difícil parar de leer y un dibujo que potencia las virtudes de sus divertidos guiones y personajes. ¿Os he dicho ya que también hay pollos asesinos, vampiros, guerrilleras rusas y bandas de mafiosos? ¿Qué más queréis?

Lo mejor: Su controlado descontrol. Una vez entras en la propuesta de Guillory, es difícil imaginar esta serie con otro dibujo.

Lo peor: El papel estucado y el tamaño aumentado hacen el tomo algo pesado.