A punto de llegarnos la reedición de Degenerado, probablemente la obra más renombrada de la autora francesa Chloé Cruchaudet, Lumen nos trae la que ha sido su última obra publicada hasta el momento: Céleste y Proust. Esta edición contiene los dos libros publicados por Éditions Soleil en un solo tomo de 264 páginas y gira en torno de la curiosa relación del escritor Marcel Proust con una mujer que pasó de ser su recadera a lo más cercano a una figura materna en los últimos ocho años de vida del afamado autor de En busca del tiempo perdido: Céleste Albaret.
Célestine Gineste era una mujer sencilla que se había criado en un ambiente rural, lejos de la pompa de las grandes capitales francesas, y que acabó mudándose en 1913 a París siguiendo al que se convirtió en su marido, Odilon Albaret. Su profesión de taxista pronto resultó insuficiente para mantenerse en una ciudad como París, por lo que cuando, en uno de los viajes al novelista Marcel Proust, este le comentó que necesitaba alguien de confianza para llevar sus novelas a sus mejores amigos y lectores, se le ocurrió contar con su esposa Céleste. La peculiar relación que ambos entablaron hizo que pronto comenzara a recibir cada vez más tareas hasta el punto de convertirse en la gobernanta del escritor y acabar trayéndose del pueblo a su hermana Marie. Céleste se convirtió en una figura imprescindible para el bienestar de Proust, y responsable en parte de mantener la inspiración artística que le permitiera terminar su gran obra, que le encumbraría ante el gran público años después de muerto.
Chloé Cruchaudet tiene estudios en arquitectura, artes gráficas, y animación, concretamente centrada en el mundo del storyboard. Es algo que se refleja en su manera de contar una historia apasionante, desde un punto de vista muy personal. La autora es gran admiradora de Proust, y sobre todo en la figura de Céleste, y nos refleja su historia cruzando la línea de lo documental para aportar algunos aspectos narrativos que hacen esta obra tan interesante. En primer lugar, nos cuenta la historia en boca de la propia Céleste, cuando unos buscadores de recuerdos y objetos que pertenecieron a Proust, acaban en el hotel que regentan los Albaret. Allí contará su propia historia, incluyendo en ella algunos aspectos muy metafóricos que dan ese aura de individuo especial al escritor, como sus conexión con las almas de personas que habían estado en un edificio o esa parte invisible de la vivienda como los olores o ciertas partículas indetectables a la vista.
Para ello, recurre a una rejilla inconstante de viñetas sin borde, con un estilo sencillo, que en determinados momentos recuerdan al de un storyboard, por su escasez de detalles tanto en el dibujo de los personajes como en los fondos. Pero su manera de colorear con acuarelas aporta una peculiar vida a la obra, bien por llenar con volumen fondos vacíos, pero especialmente por los efectos de coloreado que da a algunas viñetas, como el uso de diferentes colores para representar olores o esas almas con las que conecta Proust en algunos momentos de la obra. La tinta principal siempre destaca sobre el color pero, cuando desaparece y deja solo las aguadas, la obra consigue momentos visuales francamente llamativos. Porque la paleta utilizada es verdaderamente parca en cuanto a colores, casi por momentos recordando a un bitono de lilas o turquesas, que transportan al lector a ese ambiente gris de la París en plena Primera Guerra Mundial, pero es capaz de recurrir al color para recordar que, pese al momento que atravesaba el país, Proust seguía moviéndose entre la alta alcurnia, como si la situación no fuera con él. Y para eso, hay momentos en los que la paleta crece y sabe conseguir un impacto sobre el lector.
La historia puede recordar tanto a esas películas de James Ivory tipo Lo que queda del día o Maurice, aunque con una perspectiva muy femenina, mostrando a Céleste como alguien capaz de construirse desde cero y acabar convirtiéndose en alguien sin la cual Proust puede que no hubiera conseguido terminar la que sería su gran obra literaria. Personalmente, me ha gustado mucho más el primer libro de los dos que conforman la obra, precisamente por esa evolución y crecimiento de Céleste. La segunda parte está más cercana a la decadencia de Proust en sus últimos años, con sus neuras y sus hipocondrias particulares, donde la que fuera criada ya se ha establecido como figura dominante, aunque sin perder ni un ápice de su humanidad y bondad innatas. En este segundo libro se pierde un poco más de fuerza en la historia, pero en contrapartida hay recursos visuales mucho más complejos.
En definitiva, Céleste y Proust es una acercamiento muy atractivo a la figura de Céleste Albaret y su influencia en la vida de Marcel Proust. Narrada con una voz fuerte y una personalidad evidente, se aprecia una completa labor de documentación, sin que ello suponga que tengamos que leer esta historia como un mero documental. Cruchaudet sabe aportar detalles que mantienen el interés de la lectura, incluso en aquellos menos interesados por lo puramente biográfico. Con un arte sublime, lleno de viñetas figurativas deliciosas y una narrativa muy equilibrada, la obra se lee con mucha facilidad y sabe llegar a lugares en los que el lector preferirá detenerse a disfrutar de la atmósfera conseguida y de unos recursos muy efectivos.
Lo mejor: La narrativa de Cruchaudet, impredecible y sorprendente. La sensibilidad con la que cuenta la historia.
Lo peor: Si no te interesan los cómics biográficos, se te puede escapar el trabajo de una autora muy interesante.