Oí (leí) hablar por primera vez de Cartones Perros hace unos meses en twitter. Pese a que mi presencia en esa red es más bien escasa -no tengo ni tanta bilis ni tanto attentionwhorismo dentro como para pillarle el punto-, uno de los perfiles que sigo es el de un tal Dr. Fleibur. Por ahí me enteré de la existencia de un crowdfunding -¡el croufando!- para llevar a formato físico uno de los títulos que aparecen en el portal de webcomics de la editorial, Fanternet. Mitad por despiste, mitad por dejadez y con una pizca de tener la cabeza en otro sitio, al final se me pasó la fecha límite y me quedé sin participar. Mea culpa. Pero el hecho de que cada vez que entraba en la red social del pajarraco azul me encontrara con al menos un tweet del Fleibur recordando el Croufando hizo que este título se me quedara grabado en la cabeza. Y ahora, un par de meses después, ya está disponible para todos los despistados, procrastinadores y demás gente de mal vivir que se quedó sin las recompensas de chapas, pegatinas, pósters y marcapáginas. Ya está en casa, tebeo leído y… Hostia. Pero esto qué es.
A ver, por pasos. Cartones Perros, de un colectivo de autores que firma como Los Autores, es una recopilación de tiras que tienen como único nexo en común que tienen lugar en la localidad ficticia de Perros. Cada una de su padre y de su madre, con un estilo totalmente distinto, con una clara vocación transgresora tanto el el contenido como en lo formal. Podríamos decir que recuerda, en cierto modo, a Mondo Lirondo pero hecho por una nueva generación pasada de vueltas. El hijo punk y drogadicto de Mondo Lirondo. Cuando La Penya andaba publicando las primeras páginas de aquella obra, sólo dos de Los Autores habían empezado la primaria. Uno de ellos ni siquiera había nacido. Quizás hasta dos. Putos críos.
(Por cierto, aunque sean unos críos, no es el primer trabajo de casi ninguno de ellos. En Hijos de Crumb y Nietos de Crumb estaban bastantes de ellos. Y por las Tortas ya hemos hablado de Manuel Álvarez en El último cómic de la historia, y de Joaquín Guirao en Paranoidland)
Cartones Perros es, sin la más mínima sombra de duda, un tebeo underground. Un tebeo que en las primeras páginas resulta tremendamente chocante pero que poco a poco te va absorbiendo. Su aspecto aparentemente descuidado esconde, como muy acertadamente señala Rubén Fernández en el prólogo, una ruptura con las formas tradicionales del medio. Y la lectura que empieza como un «¿pero qué coño es esto?» termina con un «mierda, ¿se ha acabado ya?». Por estas páginas desfilan personajes como los niños Chope y Presunto, cuya versión en imagen real aparece en la portada, Don Cuck, un tipo que busca constantemente que su amigo Renato se acueste con su mujer, Juanjo Vargas, un asesino en serie que es buena gente con sus vecinos y ayuda a la comunidad, Coderas Johnson, que viene a ser el Iker Jiménez de Perros, o el exorcista Padre Parras. Hasta hay un cameo del Perrinowmicon.
Siempre se ha dicho que el cómic underground es minoritario. Y a ver, sí, evidentemente Cartornes no va a vender lo mismo que los X-Men de Jonathan Hickman o la última mamarrachada de Scott Snyder, pero gracias a una muy exitosa camapaña de crowdfunding consiguió una preventa de nada menos que 1407 mecenas. Para que luego digan del poder de convocatoria de las redes y del potencial del crowdfunding para sacar adelante obras a priori poco comerciales. Recuerdo cuando hace no demasiado tiempo había editoriales que decían que si vendían mil ejemplares de una obra ya lo consideraban un éxito. Pues hala, 1407 mas lo que se venda en distribución normal. Enhorabuena, Autores.
En resumen, que si te va el underground macarra sin complejos, un tiento a Cartones Perros sí que tendrías que darle. Como mínimo, una obra interesante y diferente te vas a encontrar. Y a mí me ha hecho pasar un muy buen rato. Tú verás.