Casi tres años hace que descubrimos, gracias a su edición en papel, la obra colectiva de Cartones Perros, publicado por Fandogamia en su portal de webcómics Fanternet y posteriormente recopilado en formato físico para los lectores fetichistas que además de la vista queremos utilizar el tacto y el olfato como parte de la experiencia lectora. El sonido parece poco probable de momento, y el gusto en los tebeos es una cochinada. El caso es que ya tenemos por aquí la tercera entrega de esta inclasificable obra y, para empezar, podemos decir que su lectura ha sido tan satisfactoria como las dos anteriores.
Cartones Perros 3 es a la vez lo mismo y no que las dos entregas anteriores. Un resumen en pocas palabras que se hiciera de la primera parte podría valer a la perfección para esta tercera: estamos ante una colección de historias de una página en su mayor parte (no más de tres o cuatro en ningún caso) hechas por un grupo de ocho autores de entre treinta y cuarenta y pocos años cuyo único punto de conexión es la ubicación geográfica de todas ellas en la localidad china de Perros, donde conviven vecinos como los niños Presunto Alcalde y Schopenhauer «Chope» Punsek, el asesino en serie amable Juanjo Vargas, el sacerdote católico Padre Parras, el investigador de lo paranormal Coderas Johnson o el cornudo consentido oficial del pueblo, Don Cuck.
Pero también es cierto que a lo largo de la serie van entrando y saliendo series, personajes y propósitos de las páginas. Lo que en el primer tomo era básicamente un humor underground macarra con algún punto surrealista ha ido evolucionando a tiras algo más intimistas, o incluso experimentales.
En este tercer tomo de Cartones Perros, además de casi todas las series previamente conocidas, tenemos Las aventuras de Ringo Cebolla, el sheriff marciano, de Neftalí Iglesias, una serie en la que encontramos homenajes a la historia del cómic, desde la línea clara francobelga (con una rotulación que recuerda a la de Tintín) hasta al mismísimo Jack Kirby, vemos el futuro de Perros a través de unos inmortales que viven en el pueblo, personajes de una aparición única como los Niños Amish de Perros o la historia de amor entre Boris Johnson y Katy Perry, familiares de dos de los ilustres residentes del pueblo. En alguna de las tiras nos encontramos además del tradicional macarrismo, absurdo y surrealismo, algunos chistes con un fondo de crítica social que no nos habríamos esperado en los primeros momentos de la serie.
A diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en la Era de Krakoa de la Patrulla-X, Cartones Perros no tiene una continuidad complejísima que tengas que empollar para entender cada una de las oscuras referencias que se hacen en cada momento de la trama. Perfectamente te puedes subir en este tercer volumen y entender todo lo que leas. O, a veces, no entenderlo. Es un tipo de humor desquiciado en el que o entras o no. Y tampoco es que estemos ante una serie extensísima con miles de páginas a sus espaldas. Yo diría que lo apropiado para potenciales lectores nuevos es que echen ojo a las primeras tiras de la serie en Fanternet (empieza aquí) y si les gusta, se vayan comprando los tres libros, que aún están disponibles. Los que ya compraron el segundo son reincidentes a sabiendas y antes o después caerán en este también.