Cosas del mercado independiente, Phantom Road lleva en hiato en USA desde el pasado marzo. Seguro que cuando tengamos la obra acabada, agradeceremos que Jeff Lemire y Gabriel Hernández Walta se hayan tomado todo el tiempo que les sea necesario, pero saber que no tenemos ni idea de cuánto tardaremos en ver el siguiente tomo tras Carretera fantasma 2 da un pelín de vértigo. En cualquier caso, tal vez en esta serie, que se basa en el enganche y el misterio sostenido y que además se lee tan rápido, quedarse con ganas de más puede ser parte del juego.
Con el motor arrancado en el tomo anterior, seguimos ahora a Dominic y Birdie en ruta por el inquietante mundo de la vía que da nombre a la serie, mientras la agente Theresa Weaver continúa su investigación al otro lado en escenarios más mundanos… o tal vez no tanto.
Carretera fantasma 2 será el momento de destapar cartas, de revelarnos muchos de los misterios que se insinuaban en el tomo anterior y comenzar a ver cómo conectan los pasados de los protagonistas con este mundo al otro lado y con la carga que transportan.
En el caso de Lemire, la cabra tira al monte y no faltarán por aquí algunos de sus inevitables, como las relaciones paternofiliales y los traumas infantiles, pero — y aunque aún falta bastante por revelar — todo parece apuntar a que, de algún modo, guardan relación con el componente sobrenatural de la historia. En cualquier caso, y como sucedía en Gideon Falls, lo más atractivo de esta historia está más en lo que insinúa que lo que descubre, en cómo estimula la curiosidad y la intriga en el lector y, con ellas, esa anticipación que es absolutamente fundamental a la hora de generar el terror en los cómics, que es al final a lo que estamos jugando.
Carretera fantasma 2 tiene un buen puñado de Stephen King, un poco de zombis romerianos, una pizca de La carretera de McCarthy y un buen chorro de la corriente thriller de los años 90 (Seven, Fallen, Stigmata…). El cocktail sobre la receta suena apetitoso y sin duda su lectura no hace cambiar de opinión, pero sí es cierto que se está tomando su tiempo y nunca terminamos de saber cuándo la historia ha arrancado del todo.
Pese a todo esto, hacia el final de Carretera fantasma 2, como adelantábamos, se levanta la sábana para dejar ver varios de los misterios que ocultaba. Aún quedan otros tantos que destapar y tampoco terminamos de saber quién miente y quién dice la verdad, si es que alguno lo hace, pero el tercer tomo, allá cuando salga, podría ser decisivo para ver cómo continúa la partida con la mano descubierta y sin posibilidad de faroles.
Los que seguro que llevan jugada son Walta y Bellaire. Por mi parte podrían encargarse los dos de dibujar y colorear todos los tebeos de terror que salgan de aquí a su jubilación. Es complicado desglosar por qué, tanto el melillense como la americana, funcionan como lo hacen porque la verdad es que, pese a hacer gala ambos de estilos profundamente personales y con una enorme contundencia visual, hay montones de sutileza en cómo lo desarrollan, un sistema complejo que quizá a primera vista no lo parece tanto. Podríamos tratar de achacarlo, en el caso de Walta a su línea temblorosa, a sus características miradas desencajadas o a su peculiar uso de la textura, pero hay algo en lo que transmite una simple figura erguida en medio de una sus páginas que desafía toda lógica.
Y lo mismo en el caso de Bellaire. Resulta paradójico no ya que, luciendo un estilo reconocible sea tan camaleónica entre obra y obra, sino que ya sólo dentro de Carretera fantasma 2 podemos verle cuatro o cinco registros como mínimo, cuatro o cinco sistemas que son un código completo para contarnos una historia en concreto y cada uno de ellos funcionando como parte de mismo todo.
Veníamos a insinuar que este tipo de historia funciona mejor cuando se guardan secretos, cuando quedan enigmas por resolver, y tal vez en el caso del equipo gráfico de Carretera fantasma 2 estamos un poco en lo mismo. Puede que sepamos que es un truco, que Walta y Bellaire son humanos y que seguro que si le buscamos la vuelta tienen sus vicios, sus muletillas y sus errores a la hora de dibujar y colorear. Tal vez al final veamos al conejo bajo la chistera antes de que lo muestren, pero la verdad es que sería muy triste, que buscando el truco, nos perdieramos la magia, ¿no?