El ideal de la literatura romántica y el cine de aventuras ligaría para siempre la figura del pirata con el escapismo, lo exótico, lo odiseico, la libertad y la ausencia de limitaciones. Sin embargo, a nada que pensemos un poco e incluso con todos los elementos fantásticos que nos propone Andrés Garrido, la realidad se parecería mucho más a lo que vemos en Carcoma.
Andrés Garrido hace su debut internacional como autor completo en esa suerte de historia de terror donde el viejo y oscuro navío llamado Carcoma, en medio del insondable océano, se convertirá en la prisión física y emocional de un puñado de inadaptados sin nombre.
El nombre de Andrés Garrido comenzaría a sonar con fuerza hace un par de años, momento en que prácticamente coincidiría que Fandogamia nos trajese su Nacido de las estrellas y Nuevo Nueve su Love love love, publicado antes por Dupuis en Francia. Esto además le valdría que se reeditara un año después su Iron Shoes por parte de Cartem y ahora, ya sin parejas creativas, llega este Carcoma. Medallita para las tortas, que le teníamos echado el ojo desde sus primeros pasos en El taller, pero, siendo sinceros, ni se nos pasaba por la cabeza la espectacular progresión que experimentaría este autor madrileño.
Carcoma nos lleva a un navío pirata tripulado por un puñado de almas torturadas y sin nombre, que han dado a parar con sus huesos aquí, huyendo de sus fantasmas y pronunciando un juramento que los aparta para siempre de cualquier cosa que pueda parecerse a una vida normal. Sin embargo, fortuitamente, encontrarán algo que puede cambiar las cosas para siempre y traer al Carcoma una desconocida esperanza, pero también puede que venga acompañado de algo más siniestro.
Por lo certeramente que encajan todas las piezas, al leer Carcoma, el hecho de hacer una historia de terror de este tipo con piratas parece una elección mucho más obvia de lo que en realidad es. Por un lado, tenemos la insondable inmensidad del mar, alejados de cualquier apoyo, lo que vendría a ser un equivalente del siglo XVII de «En el espacio nadie puede oír tus gritos». No olvidemos que aún más insondables son sus profundidades y los misterios que pueden albergar. Además, por el otro lado, tenemos un puñado de parias que han acabado en un barco en medio de la nada porque no tienen otro sitio al que huir. Hablamos de, en el mejor de los casos, inadaptados sociales cuando no directamente criminales o monstruos. Sean lo que fueren, hablamos de personas con montones de esqueletos en el armario, traumas y oscuridad reprimida en un barco donde además se les prohíbe hablar de sus pasado, se les quita el nombre y se les obliga prácticamente a dejar de ser personas. De nuevo en contra del ideal romántico, este barco no nos lleva a los confines del mundo, sino que nos confina al margen de él. Parece el caldo de cultivo perfecto para una historia de terror, sin duda.
Nosotros mismos, los lectores, llegamos al Carcoma in media res, sin una presentación previa ni nada que nos ate a la tripulación o a su historia; sin mochila, como ellos. Apenas hay concesión alguna para decirnos quién era cada uno de los protagonistas antes de convertirse en pirata, salvo por un conciso flashback sobre Sepia, la protagonista, que será esencial para entender los hechos que están a punto de marcar la historia. No obstante, incluso con la alienante y lóbrega vida del barco, a golpe de pura caracterización, las personas irán aflorando sin necesidad de que sepamos nada de esas vidas pasadas que tratan de esconder y adormecer.
Y es que resumir lo que sucede en Carcoma sería sencillo y muy breve, pero el talento de Garrido está en que hasta el más mínimo detalle está enhebrado para alimentar lo que nos deja permear más allá del propio conjunto de acontecimientos de la trama. El diseño de personajes, los dialogos, el acting, esa paleta de color llena de ocres, verdes marinos y azules nocturnos… todo funciona minuciosamente coreografiado en una misma dirección: crear esa atmósfera malsana y opresiva creciente hacia el clímax final.
Obviamente no se puede pasar por alto la evidente influencia de Christophe Blain y su Isaac el pirata, pero también de otro millón de referentes que conjuga en su propio estilo personal. No duda Garrido , de hecho, en mencionar a muchos de ellos en los agradecimientos, con nombres tan variopintos como Michaël Sanlaville, Pat McEown, Jeremie Moreau, Otomo… y, en otro terreno, es evidente que la sombra de H. P. Lovecraft es alargada. Y es que Garrido es un autor de nuestro tiempo, de esta era de cultura globalizada y posmoderna que toma influencias de todo tipo de medios y procedencias. Cine, videojuegos, animación, otros cómics…Europa, América, Asia… todo vale y todo termina al final por enriquecer un medio como los cómics que durante demasiado tiempo ha tendido al aislacionismo.
Cierto que si nos remontamos a aquellos trabajo semiamateur de El taller, ha pasado más de una década, pero en realidad la carrera de Garrido como autor de cómics acaba de empezar. La explosión de producción y estilo que ha tenido en los últimos años lo convierte en una de esas presencias ante las que hay que estar muy atento y más aún demostrando que, como autor integral está perfectamente a la altura de lo que ya había demostrado como dibujante. No lo perdáis de vista.