Cada vez que me enfrento a una obra de Alejandro Jodorowski, sea en el medio que sea, tengo la misma sensación: no me queda claro si Jodo es un genio iluminado, un loco o un bufón. Y al terminar, aunque me suele dejar con la boca abierta, no tengo claro si he visto una obra maestra o me han tomado el pelo. Supongo que lo más probable es que haya un poco de todo. Y con este Cara de Luna que ha recopilado recientemente Norma en un volumen integral… pues un poco lo mismo que me pasa siempre.
Para los que ya se hayan enfrentado antes con otras obras de Jodorowski, Cara de Luna es una historia en la que se aprecian claramente las inquietudes recurrentes del autor. En esta obra ambientada en un mundo de fantasía, veremos la llegada de Cara de Luna, un misterioso personaje sin rostro a Damanuestra, una sociedad dominada por el Kondukator Óscar, un comerciante de huevos que llegó a la isla en un momento de gran necesidad y se hizo con el poder. Veremos aquí una sociedad injusta, estratificada en castas, cruel hasta límites inhumanos con los desfavorecidos, y con una élite religiosa que va de la mano con el poder político. Una sociedad en la que la revolución está a la vuelta de la esquina.
Pero en contra de lo que pueda parecer en un primer momento, aquí Jodorowski no hace una crítica a la religión en general, sino a la religión organizada. A la élite política que utiliza la simbología religiosa como una vía más para llegar al poder y hacerse con el control de una sociedad. Pero no toda espiritualidad es presentada como nociva en esta obra: Cara de Luna, el borrado, es una figura mesiánica en cuyas manos se encuentra la salvación. Un elegido de los pobres. Podemos ver aquí una doble mirada al cristianismo: la política que mete dictadores en sus iglesias bajo palio y la espiritual que surge de las clases bajas de la sociedad. Ideas que, en cierto modo, también se plantean en su fascinante película La Montaña Sagrada.
Si bien Jodorowski es un guionista más que competente, no todo el mérito de sus obras recae exclusivamente en él. Además de una imaginación desbordante, siempre consigue rodearse de unos artistas de primerísimo nivel que son capaces de llvar a buen término sus desvaríos. Parte de la fama que tiene Jodo en el Noveno Arte -dudo que nadie sea capaz de negar la dimensión artística de la obra del chileno- se debe a sus compañeros de batallas. Moebius en El Incal, Juan Giménez en La casta de los Metabarones, George Bess en El Lama Blanco… Y François Boucq en este Cara de Luna, con el que volvería a trabajar posteriormente en la serie Bouncer. En esta obra, el autor de Jerónimo Puchero (obra totalmente recomendable para quien sea capaz de disfrutar del humor surrealista) pone su imaginación al servicio de la locura de Jodorowski y nos presenta unas páginas para dejarnos con la boca abierta.
Resulta especialmete fascinante la figura del protagonista. Totalmente desprovisto de rasgos faciales, el inocente Cara de Luna es un personaje tremendamente expresivo. A través de su lenguaje corporal, de su extraña comunicación anudando cuerdas… incluso, a través de las reacciones que provoca en terceras personas. Pero si sus personajes están impecablemente logrados, lo que hace con el entorno, con los edificios, con los destructivos paisajes naturales ya es de otro mundo. Hay páginas en las que el arte de Boucq merece estar enmarcado y colgado de una pared. Y no sólo en las espectaculares portadas.
La edición de Norma está a la altura de lo que nos suele traer la editorial en su línea de integrales de material europeo. Estamos ante un volumen a la altura de la obra que reproduce. A un tamaño que permite disfrutar del dibujo como se merece, con un papel de muy buena calidad, con una traducción fluida que no saca de la lectura y una rotulación fantástica. Además, se complementa la obra con más de cincuenta páginas de extras, con textos contextualizando su producción, bocetos y biografías de los autores. Aún siendo lo importante el contenido, en esta ocasión el continente también está a la altura.
En resumen, Cara de Luna dará a los seguidores de Jodorowski exactamente lo que vienen buscando cuando se aproximan a una obra de su creación, y a los que aún no hayan leído nada suyo, aunque pueda llegar a resultarles desconcertante en algunos momentos, les dará una interesante puerta de entrada a una mente creadora diferente. Una obra que le dará al lector un deleite sensorial y un reto intelectual.