“El mundo se va la mierda”. No, no es que me haya levantado hoy especialmente pesimista con respecto al devenir de nuestra sociedad ¿civilizada?. Se trata del título del tercer volumen, y final, de esa macarrada hasta cierto punto inclasificable firmada por mi adorado Rick Remender. Cómo no, estoy hablando de “The Scumbag”, traducido por Panini como “El Cabronazo”.
Desde que el autor crease su propio sello Giant Generator dentro de la todopoderosa Image Comics, nos ha venido ofreciendo obras de todo tipo y condición. Algunas más largas y elaboradas como “Clase Letal”, “Ciencia Oscura” o “Low” con otras más cortas y contundentes del estilo “Una sed de venganza justificada”, “Death Or Glory” o, la que nos ocupa, “El Cabronazo”.
Este segundo grupo de cabeceras obedece a la necesidad del autor de desengrasarse y ofrecer tebeos menos enrevesados que sus series principales con tramas directas, que vayan al grano y que a la vez le sirvan para dar salida al torrente de ideas que debe circular siempre por su rica imaginación. Así, tras tan solo catorce números, tenemos que decir adiós al carismático Ernie Ray Clementine.
Para esta traca final de tan tan solo cuatro números, que Panini ha ofrecido en un solo tomo al mismo precio que los anteriores volúmenes con más episodios USA (ejem), veremos el apretón final de Scorpionus por recrear la que según ellos es la sociedad americana perfecta, que no es otra cosa que la vuelta a los años 50 donde todo era mejor… para los blancos heterosexuales.
Lo cierto es que Rick Remender parece que había contenido toda su mala baba para el desenlace de El Cabronazo, porque hay monólogos del protagonista donde no deja títere con cabeza y que son digno de elogio. En un ejercicio metalingüístico similar al realizado por Warren Ellis en “Transmetropolitan”, Remender usa a su personaje protagonista para dar un discurso en el que deja clara su opinión sobre la política del país, la hipocresía imperante de la sociedad o el racismo y homofobia normalizado dentro de la misma. Ahora bien, me quito el sombrero ante el alegato en contra de los negacionistas y su papel durante la pandemia provocada por el coronavirus.
Pero he hablado de más haciendo referencia al desenlace de la obra. Por el camino tenemos tres episodios donde el cabronazo de Ernie se dedica, o al menos lo intenta, a pasarlo en grande a base de cometer todos los excesos conocidos por el hombre. También es el arco más loco en lo que se refiere a todo lo relativo a la ciencia ficción. Como si de uno de los mejores episodios de «Rick y Morty» se tratase, tendremos viajes en el tiempo, reescrituras de la realidad, lavados de cerebro colectivos o cameos insospechados.
Otra novedad de esta última tanda de episodios es que, al contrario que en números anteriores, tenemos a un único artista encargado de todos los lápices. No es otro que Roland Boschi, viejo conocido del escritor, que realiza un trabajo soberbio. A destacar la expresividad de sus figuras, una cualidad completamente necesaria cuando tenemos a un protagonista como Ernie Ray Clementine. El color viene dado del habitual Moreno Dinisio con la calidad y oficio habitual en él.
Y bueno, luego tenemos el desenlace final de “El Cabronazo”. Aquí no he podido evitar sacar una mueca de ¿estupefacción?, ¿perplejidad?, ¿decepción?. Todavía no tengo claro si me parece una genialidad o un descalabre a la altura “sueño de Resines”. Sea como fuere, Remender ha sabido darle un cierre definitivo a su serie libre de especulaciones, y hemos de agradecer al guionista y su corte de dibujantes todo el viaje, pues esta esa una de las series que más he disfrutado en los últimos años.
La edición de Panini incluye una galería de portadas alternativas, así como un buen número de bocetos que muestran el proceso de creación de página del artista Roland Boschi.
PD: Para este tercer volumen de “El Cabronazo” el título original americano es “Goldenbrowneye”, pero Panini ha optado por un mucho más castizo “El mundo se va a la mierda”.