En España Zidrou es sin duda uno de los guionistas con mayor éxito del mercado francobelga. Este es un hecho que no deja de sorprender porque nada contra la corriente de un mercado hasta cierto punto reticente a los tomos unitarios. Sin embargo, Caballero Brayard no es una excepción en su bibliografía, ya que resulta más sencillo encontrar en su haber historias autoconclusivas como ¿Quién le zurcía los calcetines al Rey de Prusia mientras estaba en la guerra?, Merci, El Cliente, El paseo de los sueños, La piel del oso y muchísimos otros antes que series como Los buenos veranos o Marina.
De hecho, son también tomos unitarios El Folies Bergère y Bufón, los dos trabajos anteriores en los que Zidrou colabora con el granadino Francis Porcel, formando un tándem creativo que parece haber alcanzado una química con la que no solo se ajustan el uno al otro con facilidad, sino que consiguen cambiar de registro al unísono con cada nueva obra que crean.
En el caso de Caballero Brayard nos vamos al siglo XIII, como se dice en el tebeo, en tiempos de la octava o la novena cruzada. Sin embargo, las cruzadas no son sino el telón de fondo de una historia que llevará de vuelta a Tierra Santa al garrulo caballero Brayard y al fraile Reinaldo desde Porcela Santa Gertrudis hasta la ciudad de Alepo para devolver a la princesa Hadiyatallah. Sin embargo, todo esto no serán más que excusas. Excusas de los autores para centrar el foco sobre unos personajes que son lo realmente interesante y excusas para darnos su propia visión de una cristiandad ignorante, supersticiosa, repleta de picaresca y, en definitiva, cómicamente bárbara. Pero también excusas de Brayard para escapar de un castillo y una familia que francamente le aburre, excusas de Reinaldo para escaquearse de algunas responsabilidades y excusas de Hadiyatallah para… bueno, mejor que lo leáis.
Son tan solo 80 páginas, pero Caballero Brayard podría dividirse en dos partes. La primera se encarga de presentar la situación cuando Brayard y Reinaldo regresan a su patria. La mordaz y burlesca visión que nos dan de una Europa medieval decadente no sólo ofrece un fresco de una sociedad donde los dirigentes lo eran por su capacidad para matar a mandobles por encima de cualquier otra cualidad, sino que nos pone en la casilla de salida del viaje a Alepo, la segunda parte. Como buen viaje es la excusa para conocer mejor a los personajes, que será el eje de Caballero Brayard, pero dejando siempre ese espacio para el humor cómplice, donde casi podríamos ver como Zidrou nos guiña un ojo a la hora de desplegar algunos mecanismos de presentación.
Estamos ante un tebeo de lectura ligera, donde la construcción de los personajes sabe crecer para arañarnos donde debe, como suele ser costumbre en Zidrou.
Igualmente sencillo e igualmente depurado es el trabajo de Porcel. Es posible apreciar una cierta irregularidad en algunas partes de la historia pero en cualquier caso no parece querer cargar las tintas (y permitidme el chiste malo) en los detalles. Su preocupación tiene más que con cómo se disponen, cómo se mueven y sobre todo cómo se comunican con nosotros los personajes. Por eso tal vez tenemos un dibujo excesivamente desnudo de artificios y en muchos casos tendente a ese esbozo que transmite mucho más que el acabado final, pero no deja de ser un esbozo. En cualquier caso, Porcel se hace cargo de la parte artística al completo y por eso sabe que este tipo de resultado es un lujo que de sobra puede permitirse dejando que sea el color quien ponga el detalle y el espectáculo.
Al final tanto Zidrou como Porcel nos enseñan que no es necesario embarcarse en mastodónticas series ni en ambiciosos objetivos para darnos una experiencia de lectura satisfactoria. Con un poco de oficio y un poco de cariño, hasta una historia sencilla como Caballero Brayard nos hace cerrar la tapa del tomo con una sonrisa en los labios.
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Benoït (Zidrou) Drousie, Francisco Porcel and Norma Editorial
