Con Blue Giant 3, nos situamos ya en el ecuador de la de serie y la verdad es que no puedo negar que al comenzarla tenía mis dudas sobre si aguantaría el ímpetu inicial. No obstante, llegados a este punto, no deja de crecer y de explorar nuevos rincones de la música, sus protagonistas y sus modos de afrontar la lucha por lo que podría ser su incipiente carrera musical en el jazz.
Terminado Blue Giant 3 y viendo cómo Shinichi Ishizuka abre nuevos frentes, tanto argumentales como conceptuales, ahora sí me creo no sólo que Blue Giant no vaya a perder fuelle de aquí al final de la primera serie — en un par de tomos más —, sino que me encaja por completo la idea de sus a día de hoy tres secuelas: Blue Giant Supreme, Blue Giant Explorer y la actualmente en curso Blue Giant Momentum. Esperemos que Distrito Manga vaya dando buena cuenta de ellas llegado el momento.
Dejábamos a Dai en la entrega anterior recién llegado a Tokyo. Este tercer volumen gira principalmente en torno a la formación de su primera banda. Comenzará cuando aparezca en escena Yukinori Sawabe, un joven y prodigioso pianista, que además pone el contrapunto a la ingenua pasión de Dai con un carácter mucho más afilado, aunque igualmente impetuoso. Llegará también en este tomo el tercer componente de la banda, un batería cuya identidad será mejor descubrir durante la lectura.
Pero volviendo a nuestro pianista, es importante este contrapunto ahora que había desaparecido de escena Yui, su antiguo maestro. Yukinori no es, no obstante, exactamente el mismo tipo de personaje porque Dai tampoco es el mismo que era y necesita otra contrapartida sobre la que establecer una nueva dialéctica. De la unión de ambos surgirán nuevos puntos de vista y nuevas cuestiones que Shinichi Ishizuka nos plantea a los lectores como parte del juego.
Habíamos hablado en tomos anteriores de la estructura de shonen y de esas ideas tan japonesas de la superación a través del esfuerzo y la entrega, pero cuanto más nos adentramos en la serie, mayor número de matices vamos descubriendo y tal vez las cosas no son tan simples y ajustadas a ese estándar codificado como podía parecer. La introducción de nuevos personajes y nuevas visiones nos da un fresco mucho más amplio de todo este tipo de ideas y genera una serie de debates, tanto para que el lector se implique, como para alimentar el conflicto que va a mover la trama.
Ishizuka no abandona los códigos del shonen como punto de apoyo, pero trabaja con ellos tocando áreas que no se exploran con tanta frecuencia y generando así ideas interesantes. Topamos así con eso tan nipón de buscar destacar, pero siempre por los cauces del trabajo premarcados, es decir, ser diferente siendo igual que los demás, lo cual tal vez se antoja un tanto esquizofrénico, pero vamos descubriendo que justo es en esas contradicciones, en esos distintos modos de ver las misma ideas donde está el interés de Blue Giant.
Y es que dentro de este mismo asunto del talento y el esfuerzo, estamos muy acostumbrados a ese «el que la sigue la consigue» japonés a través de la dedicación y el sacrificio, y dentro del arquetipo habitual, estamos habituados a que al final todo el mundo sea un crack. ¿Pero qué sucede cuando alguien se esfuerza y no lo es?
Aumentar el reparto permite a Ishizuka enriquecer y ofrecer nuevos ángulos a todas estas ideas que venían flotando desde el primer tomo y, mientras, continúa con su labor pedagógica sobre el jazz y nos enseña las sinergias y misiones de cada instrumento, algunos pequeños entresijos de la composición, el trabajo colectivo y las normas comunes, pese a los choques de egos, enfoques y pasiones. Hay muchas cosas de las que nos enseña el autor extrapolables más allá de la música y eso es una gran parte del atractivo de la serie.
Sin embargo, la música sigue siendo el motor del argumento, el motor del drama, pero los cómics no tienen música… o eso pensaba. De verdad que, por momentos, Shinichi Ishizuka ha puesto música en mi cabeza. A la altura de este Blue Giant 3 y, sin grandes estridencias que rompan la cohesión con lo anterior, el autor se va a permitiendo pequeños experimentos jugando con los bordes de las viñetas, con la variación de tamaños del gutter, con las viñetas a sangre… nada excesivamente estrepitoso, pero hay un salto cualitativo tomo a tomo y cada vez la sensación de ritmo e intensidad está más lograda. Hay concretamente un capítulo mudo en este tomo con el que es imposible no escuchar la música de fondo, pese a que no hay absolutamente nadie tocando, solo con los tamaños, formatos y cadencia de las viñetas os prometo que se siente la música.
Se supone que Blue Giant nos contaba la progresión de la carrera de Dai, pero no tengo tan claro si no será la de Ishizuka la que estamos viendo, que cada vez nos da una versión de sí mismo más depurada y más compleja, pero igualmente apasionante, inmersiva y amena.