Cuando uno se entera de que hay algo llamado Billionaire Island, con Mark Russell y Steve Pugh, básicamente ya se puede hacer a la idea de lo que se va a encontrar por estas páginas. El equipo que sorprendió a todos con una sátira tan divertida como mordaz en Los Picapiedra se reúne de nuevo para volverlo a hacer.
Para cuando salió Los Picapiedra, Steve Pugh ya era un veterano que, como buen británico se había curtido en 2000 AD y, también como buen británico, había dado el salto a aquella Vertigo noventera y oscura a la que lo asociábamos (Hellblazer, 2020 Visions y, sobre todo, Animal Man) Por eso sorprendió cuando lo encontramos en algo como Los Picapiedra con los guiones de por aquel entonces un perfecto desconocido, ya que Mark Russell apenas había escrito antes la aún inédita en España Prez, también para DC. Todo esto sería en 2016-17 y, desde entonces, Russell ha sido uno de los guionistas cuya valoración más fulgurantemente ha subido.
Tras la polémica con Second Coming, parece haber encontrado su espacio en Ahoy Comics, la editorial fundada en 2018 por Hart Seely, Tom Peyer, Stuart Moore y Frank Cammuso en la que ha aparecido Billionaire Island.
Billonaire Island nos lleva a un futuro indeterminado, pero indudablemente cercano por lo que nos indica tecnología, vestimenta y usos sociales. El cambio climático ha hecho ya una mella palpable en el mundo y varias ciudades ya han sido invadidas por el mar, pero tampoco podría decirse que estamos ante un escenario postapocalíptico, sino que el mundo aún se está yendo a la mierda poco a poco y de manera mucho más aburrida e igualmente inexorable. Aquí es donde entra Libertad Ilimitada, que podría haber sido el nombre de una operación de la Guerra del Golfo, pero se trata de la isla artificial que da nombre a Billionaire Island. Hablamos de una especie de país flotante que se mueve en aguas internacionales más allá de toda ley salvo una: para ser ciudadano de Libertad Ilimitada debes ser multimillonario.
Cuando, cada uno por su lado, una periodista con demasiadas preguntas y un ex-soldado en busca de venganza se cuelen en la isla, las cosas se irán poniendo peliagudas. Sin embargo, pese a que este es el motor de la trama, si vamos conociendo a Mark Russell, ya deberíamos saber que en su caso la trama no es el motor del tebeo. La sátira y el subtexto mueven Billionaire Island y, si bien tal vez empieza con un discurso de “los ricos son malos” que no por ser cierto es menos facilón, poco a poco vamos entrando en su mundo y la cosa se va a poniendo cada vez más cáustica a la vez que más divertida. Billionaire Island se toma un par de números para sentar unas bases que tal vez son un tanto obvias, pero actúan como cimientos de lo que llega después.
Obviamente los multimillonarios que pueblan Billionaire Island están hiperbolizados (al menos un poco), como no podía ser de otra manera en una sátira. Humillan, esquilman y abusan simplemente porque creen merecerlo más que los demás, pero Russell y Pugh tienen cera para todo el mundo. ¿Creéis que una isla de estas características podría existir sin empleados ni sirvientes? Y aquí probablemente está el punto más ácido de Billionaire Island porque también hay estopa para las clases curritas. Por cada uno de estos en el tebeo que quiere arreglar las cosas y hacer algo bueno por el mundo, hay cinco trepas, estómagos agradecidos o simplemente elementos que solo miran por su propio culo, individuos que de tener dinero serían igual de mezquinos que los ricos de Billionaire Island, lo que parece ser su propia versión retorcida pero por desgracia habitual del sueño americano.
Lo bueno de la sátira bien hecha — como es el caso de Billionaire Island —, es que por descorazonador que sea el mensaje, no deja de ser divertida y, si bien los momentos de verdadera risa no son tantos (que los hay), la sonrisa está garantizada durante sus 152 páginas. Aquí sin embargo, tiene algo que decir el dibujo de Steve Pugh, sin duda mucho más depurado, minucioso y espectacular que en Los Picapiedra y tal vez precisamente por eso funciona peor. A la hora de trasladar humor, es mucho más sencillo cuanto más nos acerquemos a la caricatura, a la síntesis pura de esa carga emotiva que trata de estimular nuestra respuesta (sea del tipo que sea, en este caso humor). Pese a que hay un trabajo delicioso con las expresiones faciales y los lenguajes corporales, el dibujo de Pugh es demasiado bonito y acabado para trasladarnos en crudo lo que propone Russell, descafeinando tal vez un poco un resultado con respecto a su obra anterior juntos
Aún así, si habéis echado un vistazo a los dos primeros números de los 6 que forman Billionaire Island y no habéis terminado de ver a Mark Russell en forma, solo dadle unas páginas más y seguro que no os arrepentiréis.