Cuando se estrenó Superman, se utilizó la frase publicitaria «Usted creerá que un hombre puede volar». Hubo gente que dijo en su día que esa película podía tener peligro, que si un chaval pensaba que podía volar, podría saltar por la ventana y matarse. Pues así empieza Kick-Ass, con un chaval que se cree que es un superhéroe, salta por la ventana y se mata. Jo, jo, jo.
Kick-Ass
Dave Lizewski es el chaval que pasa desapercibido allá por donde vaya. No es que tenga el superpoder de la invisibilidad, es que es un tipo tan vulgar y anodino que nadie es consciente de su existencia. Ni siquiera el propio Dave tiene un alto concepto de sí mismo, pero es un flipado de los cómics de superhéroes, así que entre eso y que no es mala gente del todo, se compra un traje de neopreno por internet que puede pasar por un traje de superhéroe y se lanza a la calle. Al principio, a hacer parkour y poco más. Después, a combatir el crimen.
Y pasa lo que tiene que pasar. Que le dan la del pulpo.
Kick-Ass es un exhabrupto provocativo creado alrededor de la idea de personas del mundo real portándose como personajes de cuatricomía. Transita por lugares que tienen ciertos puntos en común con 1985, la obra que el autor hizo relacionada con el Universo Marvel, pero infinitamente menos trascendente, más humorística. De hecho, si la idea es la que acabamos de mencionar, el tono y la intención son dar rienda suelta al humor negro y políticamente incorrecto en la era de los pies de plomo. Así, crea situaciones humorísticas/incómodas alrededor de conceptos como la tortura, la homosexualidad o mezclando gore con niños. Hit-Girl, por cierto, es un personaje sanguinolentamente encantador. No es que Millar sea un salvaje al que le hagan gracia este tipo de cosas, es que está intentando tocar las narices. Eso sí, mejor las narices que otra cosa, que la idea de unos electrodos en los testículos te hace torcer el gesto a poca empatía que tengas.
El formato
Panini ha publicado ya casi todas las obras de Mark Millar en volúmenes en tapa dura, a un tamaño algo más grande de lo normal. Esta Biblioteca Millarworld, de la que de momento sólo han visto la luz los dos primeros números, reedita el material preexistente en un formato más económico, en tapa blanda y tamaño reducido, teniendo esta edición un precio un 35% menor en el caso de Kick-Ass. El tamaño, por cierto, es el mismo del de la difunta Colección Extra Superhéroes. Y es a color, que no os asuste el nombre pensando en Biblioteca Marvel.
Millarworld
Millarworld es la empresa que fundó Mark Millar en 2004 a través de la cual gestiona sus obras creator owned. Desde hace bastante tiempo, la práctica totalidad de sus obras salen por este sello, y se las lleva de una editorial a otra en función de sus intereses. Así, Wanted vio la luz originalmente en Top Cow, El Elegido en Dark Horse y Kick-Ass en Marvel. Actualmente, se están reeditando dentro de Image, el destino preferido de los autores con obras de su propiedad.
La política de Mark Millar dentro de este sello, según dijo el autor en 2009, es compartir al 50% con el dibujante los ingresos derivados de la venta de derechos cinematográficos y televisivos, así como los de productos derivados como merchandising o juegos. Lo cual le honra, oye.
Millarworld fue adquirida por Netflix en agosto de 2017.
La película
¡La séptima película humorística de superhéroes más taquillera de la historia, por detrás de, entre otras, Megamind o The Green Hornet!
A ver, coñas aparte, Kick-Ass es una película que funcionó aceptablemente bien en taquilla, aunque no fue para tirar cohetes. Con un presupuesto de 30 millones de dólares, recaudó 96 a nivel mundial, posibilitando el rodaje de una secuela.
En general, es una película razonablemente fiel al cómic, aunque pase por un filtro suavizador que le quita gran parte de la mala baba. Podríamos decir que el espíritu de la traslación de un medio a otro se centra en el personaje de Big Daddy. Mientras que en el cómic es un reaccionario ultraviolento que abulta como un armario de tres puertas, una mezcla del Castigador con el Lobo Solitario (y su cachorro) en la película es… Nicolas Cage siendo muy Nicolas Cage. Y así con casi todo. El nivel de mala baba y de provocación que tiene el cómic está tremendamente suavizado en la versión cinematográfica, llegando a convertir al chaval en un perdedor absoluto al tipo que se lleva a la tía buena. Y además, hay que explotar a Nicolas Cage, que para algo es la estrella de la película.
En resumen…
Se puede resumir Kick-Ass en una sola palabra: macarrada. Todo lo que pasa aquí, ocurre con un único fin: provocar. Provocar risas, escandalizar y hacer que el lector se ría con una risa nerviosa, de esa que suena «jo, jo, jo, cómo se ha pasado». Y si para ello hay que crear situaciones pretendidamente jocosas y políticamente incorrectas sobre temas que incomodan y bordean el mal gusto, le dan tres vueltas alrededor y acaban con una pirueta y un triple mortal por encima de un tiburón, pues se hace. A fin de cuentas, Garth Ennis ha basado la mitad de su carrera en este tipo de humor y a nadie le ha parecido mal, ¿no? Bueno, a nadie, a nadie… ya me entendéis. Kick-Ass es eso, un divertimento macarra, que no cambia la historia del cómic ni revoluciona las reglas del género, pero que tampoco lo pretende. Lo que pretende y consigue es incomodar a las mentes puritanas, pero a fin de cuentas a ese tipo de mentes no se les debería haber perdido nada aquí, ¿no?
Por otro lado, habría tenido su gracia que se hubiera traducido el título del tebeo y nombre del personaje protagonista. Imagina yendo a una librería diciendo «Por favor, ¿me da un ejemplar de La Hostia?»…