Hay algunos momentos que son decisivos en la trayectoria editorial de una determinada serie de cómic. En el caso de Spiderman ya son varios los que podríamos destacar como muy trascendentales. Desde el incidente que acabó con la vida de su tío Ben, pasando por su primera confrontación contra el Duende Verde o la entrada en escena de Mary Jane. Sin embargo, si hay un momento determinante en esta etapa fundacional que ahora está recopilando Panini en su Biblioteca Marvel 2.0 es sin duda el mítico “Spider-Man No More”. La viñeta en la que Peter, asqueado de la vida, arroja el uniforme de su alter ego a un cubo de basura es historia del cómic USA (y casi de la cultura Pop me atrevería a decir). Ha sido homenajeada centenares de veces e incluso la vimos inmortalizada en la segunda entrega de la trilogía dirigida por Sam Raimi.
Aunque hoy estamos más que curtidos en el arte de “¡Abandono los 4 Fantásticos!”, en el que un héroe decide tirarlo todo por la borda, en su momento, la crisis de fe de Peter fue toda una revolución. Stan Lee y John Romita cocinaron a fuego lento el descontento del chaval que, por culpa de sus ocupaciones como superhéroe, veía que el resto de su vida se estaba yendo al carajo. Entre su tía enferma, el descenso de sus calificaciones académicas y que no podía dedicar tiempo a sus amigos llegó un día en que Peter no pudo más y estalló.
Lo cierto es que el dolor existencialista que sufría el protagonista de la obra queda perfectamente retratado, y aunque solo sea desarrollado en un puñado de páginas, la labor que hacen sus autores es encomiable. Pero como decían en “Batman Begins”: “¿Para qué nos caemos? Para aprender a levantarnos”. Y es que si el abandono de su identidad superheroica fue algo increíble, la manera en la que decidió volver a ser Spiderman en un soliloquio digno de “Lo que el viento se llevó” no fue menos:
¡Ahora por fin, lo veo todo claro!
¡No puedo renunciar a mi identidad de Spiderman! ¡No puedo dejar de usar los poderes que un destino misterioso quiso darme!
No importa lo insoportable que sea la carga ni lo grande que sea mi sacrificio personal…
No puedo permitir que un solo ser inocente sufra daños porque Spiderman no intervino…
¡Y juro que nunca lo permitiré!
Con esta declaración de intenciones, Peter afronta su lugar en el mundo en un acto de madurez impulsado por el recuerdo de un tío Ben en modo “Obi Wan Kenobi” subconsciente. Aunque igual, el referente más apropiado para la época es el de Pepito Grillo, pero ustedes ya me entienden.
Y sí, soy consciente de que la reseña se ha centrado en este momento concreto. No obstante, esto no significa que el resto del volumen carezca de interés. Para empezar tenemos dos debuts muy interesantes. El primero es el de Shocker y con él creo que se completa la galería de villanos clásica del trepamuros. Y luego tenemos a Kingpin, el Rey de los bajos fondos que le dará un buen número de quebraderos de cabeza a Spidey antes de que llegue la serie en la que pase a ser la peor némesis del otro gran héroe urbano de Marvel: Daredevil.
Más allá de esto, desde la llegada de John Romita al título se nota que la serie va ganando complejidad en unas tramas cada vez más trabajadas que se alargan a lo largo de los números como la de Kraven clamando venganza contra el héroe. También es destacable el buen uso que se hace de los personajes secundarios. Gwen cada vez tiene más protagonismo, MJ y su descarada personalidad iluminan cada viñeta en la que sale y Harry Osborn es ese amigo que Peter siempre ha necesitado y anhelado querer.
Para el final dejo las merecidas alabanzas al arte de John Romita. El artista cuida cada pequeño detalle del dibujo. Desde los rostros y las expresiones faciales, pasando por el vestuario, los fondos, etc. De estos aspectos pasa a su pasmosa narrativa y composición de página con unas escenas de acción que quitan el aliento.
Ya que estamos hablando del dibujo, esta décima entrega cierra con la inclusión del “Marvel Super-Heroes 14”. Una aventura completamente intrascendente que lleva a Spiderman a enfrentarse a una amenaza sobrenatural en el sur de Estados Unidos, y que pasó a la historia por ser la primera vez que Ross Andru dibujó al personaje con la clase que le caracteriza.
En definitiva, la Biblioteca Marvel de Spiderman es una de las mejores de cuantas está publicando Panini en este momento (una docena si las cuentas no me fallan) y entregas como la que hoy nos ocupa no hacen más que demostrarlo.
Como viene siendo habitual, la edición de Panini incluye la reproducción del correo de los lectores original, páginas de publicidad de la época, reproducción de páginas a lápiz, portadas de recopilatorios posteriores o la sección “La Era Marvel” escrita por Lidia Castillo.