Vamos a ponernos en contexto. A finales de los años 60, y debido a sus bajas ventas, Marvel decide cancelar una de las series con las que se fundó su universo superheroico, X-Men. Cinco años después, le dan una nueva oportunidad al título con un especial, el Giant-Size X-Men nº 1, con el icónico título ¡Segunda génesis!, escrito por Len Wein y dibujado por Dave Cockrum, y en el que se presentaban un puñado de personajes nuevos. Dos meses después, X-Men empieza a publicar material nuevo tras años de reediciones, con un joven guionista llamado Chris Claremont, que había entrado en la editorial tres años antes y había hecho un buen puñado de números sueltos en series diversas, varias de ellas de los títulos de terror de la Marvel de principios de los 70. Casi cincuenta años después, los mutantes de la Patrulla-X son uno de los pilares principales de la editorial, con múltiples títulos mensualmente en el mercado, películas de imagen real, series de televisión y todo un fenómeno multimedia. En este primer tomo de Biblioteca Marvel Omnibus vemos cómo un fracaso se convierte en un título legendario.
Por supuesto, la Patrulla-X ha tenido varias etapas memorables, antes y después de la etapa de Chris Claremont. Los números de Roy Thomas, Neal Adams y Sal Buscema previos a la cancelación son lo mejor de toda la edad de plata del grupo. Después de Claremont, las etapas de Grant Morrison o Jonathan Hickman van a ser recordadas durante mucho tiempo, sin duda. Pero es Chris Claremont quien convierte a estos personajes de unos superhéroes genéricos a parte de la cultura popular. La práctica totalidad de lo que hemos leído en la franquicia en los más de treinta años que han pasado desde la partida de su más longevo escritor se basa en mayor o menor medida en esta etapa que Panini está reeditando en dos formatos diferentes (los Omnigold y estos nuevos Omnibus) con un tercero (la Biblioteca Marvel en tapa blanda) no demasiado lejos en el horizonte.
En este masivo volumen de más de mil páginas tenemos el clásico Giant Size donde se presenta a la Nueva (por entonces) Patrulla-X y los primeros treinta y seis números de la serie regular, que abarcan algo más de cuatro años al ser bimestral en los primeros tiempos. Se incluye también material de complemento, en la que es hasta ahora la recopilación más exhaustiva del grupo que se puede encontrar a día de hoy. Además del Iron Fist #15 y el Marvel Treasury Edition #26, que también aparecieron en el primer volumen de la línea Marvel Gold, tenemos en este número Iron Fist #14, con la primera aparición de Dientes de Sable, firmado por Chris Claremont y John Byrne, el séptimo anual de The Incredible Hulk, de Roger Stern y John Byrne, en el que el Ángel y el Hombre de Hielo se unen a Hulk para combatir a Molde Maestro, y tres números de Marvel Team-Up de Claremont, dos dibujados por Byrne y uno por Mike Nasser, en los que tenemos a Kaos, al Monolito Viviente y a Rondador Nocturno.
La serie regular tiene un nivel de creatividad y de presentación de nuevos conceptos y personajes que no se veía en Marvel desde los primerísimos tiempos de Jack Kirby y Steve Ditko. No sólo tenemos la creación de Tormenta, Coloso y Rondador, también debutan en este volumen Moira MacTaggert, Steven Lang, el Imperio Shi’ar, Amanda Sefton, Black Tom Cassidy, el Fénix -en esta época, tan solo una versión más poderosa de Jean Grey-, los Saqueadores Estelares, el cristal M’kraan, Alpha Flight, el el Rey Sombra, Mariko Yashida, Proteo o el Club Fuego Infernal. También se recuperan personajes que ya tenían apariciones previas pero a los que se da un mayor trasfondo, como Fuego Solar, Arcade, recién llegado desde Marvel Team-Up, y especialmente, Jason Wyngarde y Lobezno. Técnicamente, los creadores de Lobezno son Roy Thomas, Len Wein, John Romita y Herb Trimpe, pero quien coge a ese personaje de usar y tirar que había aparecido como antagonista de Hulk en un par de números y lo convierte en un personaje tridimensional, uno de los pilares de la franquicia mutante y, por tanto, de la editorial, es Chris Claremont. Al César lo que es del César.
Se podría pensar que, ante una cantidad de presentación de ideas tan extensa como la que vemos en estos números, estaríamos ante un cómic brainstorming que se dedica a lanzar nuevos personajes como si no fuera un mañana. Y la verdad es que, aunque salimos a una media de casi un personaje nuevo por número, la lectura es fluida y orgánica.
Fluida y orgánica con matices. El Claremont de los primeros números no ha tenido previamente ningún trabajo de larga duración o de importancia en la editorial. Sus trabajos más extensos previos a X-Men son seis de los once números de Vampire Tales o siete de los nueve primeros de Zombie, antes de su reconversión en Tales of the Zombie. Los primeros números de X-Men no son un prodigio de dinamismo y narrativa, y en algún momento llegan a hacerse pesados. Hay que tener en cuenta también que a los dibujos estaba Dave Cockrum, un joven artista de trazo clásico cuya experiencia se limitaba a dos años en la Legión de Superhéroes de la competencia y cuatro cómics en Marvel. Pero poco a poco le van cogiendo el punto a la serie y, para el momento en el que Cockrum está llegando a sus últimos momentos, todo va como un tiro ya. Hay que tener en cuenta que a Cockrum se le da muy bien el entorno de ciencia ficción, y toda la historia de los Shi’ar es impecable. Pero Dave Cockrum dimitió y llegó el primer relevo artístico en la nueva Patrulla-X, nada menos que John Byrne, otro joven autor que había estado un año en Charlton y un par de años en Marvel. La nueva Patrulla-X no es solo un hervidero de creación: también es una serie en la que están entrando autores con no demasiada experiencia y salen totalmente consagrados.
Si los últimos números de Cockrum estaban francamente bien, la serie se dispara hasta niveles estratosféricos con John Byrne. Esta etapa está, cual concierto de Spinal Tap, permanentemente al 11. La cantidad de páginas y viñetas memorables que tienen estos primeros números es impensable a día de hoy. La pelea bajo la lava con Magneto, el combate psíquico en El Cairo entre Xavier y el Rey Sombra, la primera aparición de Alpha Flight, la corrupción de Jean Grey, la saga de Proteo… La Patrulla-X es una de las series en las que la forma de hacer cómics de la Edad de Bronce alcanza su punto álgido, gracias a uno de los mejores artistas de esta era (quizás solo superado por Neal Adams, George Pérez y Walter Simonson), que además es coargumentista desde casi el primer momento.
Hay que señalar, por cierto, que los cómics no se escribían, como se hace desde hace un par de décadas, estructurados en arcos argumentales cerrados pensando en el recopilatorio. En los años 70, la unidad básica del cómic era la grapa mensual, y lo que tenemos aquí es una historia río en la que las tramas no siempre tienen un principio y un final definido. Así, la Saga de Fénix Oscura, que llegará en el siguiente volumen, tiene en los últimos números de éste varios importantes antecedentes, desde la aparición de Mente Maestra en el número 122. Por esta estructura tenemos uno de los grandes puntos fuertes y uno de los puntos más flojos de esta etapa: tenemos la sensación de estar leyendo una historia continuada y no una sucesión de fill ins como ocurría con otras series de la época. Pero también, había semillas de historias de las que Chris Claremont se acababa olvidando. ¿Alguien recuerda qué pasó con lo de que Lobezno podía hablar con los animales o lo de que Rondador Nocturno tenía el poder de fundirse con las sombras?
A toda esta cantidad de tebeos legendarios se unen más de setenta páginas de extras. Además de las páginas de noticias del Bullpen y los correos de los lectores que se están viendo regularmente en toda la línea Biblioteca Marvel (entre las que podemos encontrar los nombres de Jo Duffy o Peter Sanderson), tenemos la tradicional sección de diseños de personajes, con el trabajo de John Romita para Lobezno o los diseños descartados de Dave Cockrum para la Legión de Superhéroes que acabaron convirtiéndose en la nueva Patrulla-X. El caso de Rondador Nocturno es ampliamente conocido, pero se aprecian en otros personajes rasgos que se acabarían viendo en Tormenta. También, como no podía faltar, tenemos páginas a lápiz, a lápiz y tinta, ilustraciones especiales para anuncios y reediciones y textos de varios autores que contextualizan esta obra.
La selección de material incluida en este tomo de Biblioteca Marvel Omnibus es la más extensa y minuciosa que ha habido en castellano jamás. Es una etapa que es imprescindible leer para comprender cómo el Universo Marvel ha llegado a ser lo que es, y el mercado español del cómic superheroico ha llegado a crecer suficiente como para tener varias ediciones simultáneas del mismo material. En el lado positivo, tenemos la recopilación más completa que existe de esta etapa y a un tamaño algo más grande de lo normal para apreciar mejor los lápices. En el negativo, que no es un tomo precisamente fácil de manejar y que no conocemos un plan editorial que nos oriente de cuántos tomos van a ser. Pero lo mejor de todo es que tenemos opciones para todos los gustos y bolsillos.