Llevamos tiempo diciendo que, aunque Los Vengadores sean a día de hoy uno de los pilares, tanto creativa como comercialmente, de Marvel Comics, tuvieron un principio bastante titubeante. El motivo es única y exclusivamente creativo: la motivación de la serie no deja de ser la creación de una réplica de la Liga de la Justicia para la Casa de las Ideas, y a los mandos teníamos a un Jack Kirby muy poco motivado, que pronto dejaría los lápices en manos de un no especialmente inspirado Don Heck, acompañado de Stan Lee, que sería un editor revolucionario, pero como guionista tenía un nivel justito. Pero eso empezó a cambiar en 1966: a lo largo de Biblioteca Marvel Los Vengadores 6 se produce un relevo en el puesto de guionista, donde decimos adiós a Stan Lee y damos la bienvenida a Roy Thomas, un autor que nos daría algunas de las mejores historias de la Marvel de los 60 y los 70.
El final de la etapa de Stan Lee al frente de la serie tiene las mismas características, para bien y para mal, que lo que hemos visto hasta el momento en los cinco tomos anteriores. Tenemos acción superheroica, referencias al mundo real, nuevos personajes del Universo Marvel, y las oportunas dosis de culebroneo para que el lector piense que los personajes que está leyendo son tridimensionales. Aunque la verdad es que el culebroneo a veces se hace repetitivo y superficial. Pero, una vez más, recordemos: estos cómics no fueron concebidos para darse atracones con su lectura, sino para ser leídos mensual o incluso bimestralmente, y desde luego no por un público adulto, sino más bien adolescente.
Así, aunque en su día, a su manera y para su público pudieran parecer unos tebeos fascinantes, ahora y por atracones -recordemos que este Biblioteca Marvel Los Vengadores 6 tiene medio año de colección- no podemos evitar darnos cuenta de que la rotación de plantilla en el grupo, parodiada por genios de la viñeta como Sergio Aragonés o Jan, es una constante para mantener interesado al lector, así como las también constantes broncas entre el Capi y Ojo de Halcón o el inevitable romance entre personajes. Y si Wanda, una joven definida mínimamente, bebía los vientos por el Capitán América pero ha abandonado el grupo… pues se trae por aquí a la Viuda Negra que tenía lo suyo por Ojo de Halcón. En resumidas cuentas, los tebeos de los primeros tiempos de Los Vengadores siguen una plantilla muy definida. Una plantilla que, por otro lado, funcionó lo suficiente como para asentar al grupo y que siga en activo sesenta años después.
El tomo arranca con la segunda parte de la historia en la que Wanda y Pietro abandonan temporalmente el grupo -en unos meses estarían de vuelta-, donde veríamos, por primera vez y aún sin nombre, la nación de Transia, lugar de nacimiento de Mercurio y la Bruja Escarlata. Seguimos con otra historia en dos partes en la que se tocan problemas del mundo real como el racismo y la xenofobia materializados en los Hijos de la Serpiente, un grupo que debuta en el número 32 americano y que no parece demasiado lejano a los MAGA de hoy en día. Una historia que puede parecer anormalmente profunda y avanzada para ser un tebeo juvenil de la Edad de Plata… hasta que llega a una sonrojante conclusión cargada de conservadurismo y tira balones fuera sobre los males de la sociedad estadounidense. Unos males que, por cierto, sesenta años después siguen en activo.
Los dos siguientes números son otra historia en dos partes, que nos sirve para presentarnos al Láser Viviente, un personaje que aún sigue en activo y que acabaría siendo recurrente en las series de Iron Man. De nuevo, y como es habitual en la época, la representación femenina es sonrojante, con textos como «tras las habituales rondas de preguntas y respuestas propias de mujeres», que por mucho que haya que contextualizarlo en su época no deja de ser indignante. Lo de que el Láser Viviente se convierta en un villano por un amor no correspondido igual lo dejamos para otro día. La segunda parte de esta historia, por cierto, marca la llegada de Roy Thomas a los guiones.
Cerramos el tomo con una historia en la que los antagonistas son unos alienígenas genéricos llamados Ultroides, sin ninguna relación con Ultrón, que aparecería un año y pico después, pero no descartemos que el nombre del androide fuera inspirado por el de estos personajes descartados de usar y tirar. También tenemos aquí la primera aparición del nombre Transia… pero es tan sólo el pueblo donde crecieron Wanda y Pietro.
La salida de Stan Lee de la serie pone fin a una etapa ramplona y olvidable, y marca el principio de una nueva era en la que leeríamos historias como Hasta un androide puede llorar o La guerra Kree-Skrull, varios de los puntos álgidos del cómic superheroico de los años 70. Si habéis llegado hasta aquí, enhorabuena: la serie no hace más que mejorar a partir de ahora.