A nadie se le escapa que la Biblioteca Marvel, dedicada a recuperar las aventuras iniciales de Iron Man, es una de las más flojas de la primera oleada de títulos de la Casa de las Ideas. Palidece especialmente ante series como “Los 4 Fantásticos”, “Spiderman” o “Doctor Extraño”. Uno de los principales motivos fue que el título echó muy en falta un dibujante de calidad como podría ser Jack Kirby o Steve Ditko. Cierto es que George Tuska es un artista que me flipa, aunque soy consciente de que estoy en minoría.
Pues bien, en la quinta entrega de “Iron Man” este problema queda resuelto con la consolidación de Gene Colan (cuyo trabajo en “Namor” ya nos deslumbró a todos) como dibujante titular. De hecho, el artista abandonó el pseudónimo de Adam Austin a partir del segundo de los episodios de “Tales of Suspense” incluídos en este volumen.
La llegada de Gene Colan a “Iron Man” también provoca que las historias vayan ganando poco a poco más interés. Colan remata con bastante eficiencia los argumentos ideados por Stan Lee, y, poco a poco, vamos incorporando algunos elementos a las tramas que hacen que el título gane en interés. Por supuesto, el peso de la propaganda política resultante de la Guerra Fría hace que las amenazas a las que se enfrenta el vengador dorado sigan siendo en su mayoría de origen chino o soviético.
De hecho, la primera aventura remata la historia en la que Iron Man se tiene que enfrentar a Ultimo, el gigantesco androide creado por el Mandarín. Unos números espectaculares en los que Gene Colan se luce de lo lindo, en especial con el monumental villano, que me recuerda bastante a los monstruos de todo tipo y condición que poblaban los tebeos de la editorial en la era Timely.
El resto de aventuras no tienen tampoco desperdicio. Es el caso de ese crossover con “Tales To Astonish”, en el que aparecerán Namor y Krang (recordemos que dibuja el propio Gene Colan) y en el que gozaremos con otra demostración de lo bien que se le dan a Gene Colan las escenas de lucha.
Más allá de esto me gustaría destacar un nuevo personaje muy interesante: el Senador Byrd. Este político llega a las páginas de “Iron Man” para ponerlo todo patas arriba con sus intenciones intervencionistas. Para Byrd, nuestro acorazado protagonista no es un héroe equiparable al Capitán América, Thor o el Hombre Gigante. No, el alter ego de Tony Stark no es más que un empleado de una mega corporación privada. El chupatintas considera que esto no puede ser por lo que ordena el cierre de Industrias Stark, citando de paso a su dueño para que comparezca ante un tribunal con el que piensa conseguir que el Hombre de Hierro sirva al gobierno de los Estados Unidos.
Por desgracia, todo el potencial de la idea acaba siendo reducido al enésimo juego de picaresca y engaño en el que se ve metido Tony Stark con tal de que no se haga pública su identidad secreta. Al menos, hay que reconocer que se trata de unos números muy amenos y divertidos en los que el pobre Happy Hogan se verá metido en el jaleo de su vida.
En resumidas cuentas, la Biblioteca Marvel dedicada a Iron Man sigue mejorando a cada entrega que pasa. El hecho de ser capítulos más cortos, de entre ocho y diez páginas, ayuda a que el ritmo de los acontecimientos sea vertiginoso y, en definitiva, que la fiesta nunca decaiga. Una fiesta que luce maravillosamente bien gracias a la dupla artística formada por el mencionado Gene Colan y Frank Giacoia, el entintador que mejor acabado le da a los lápices del artista anteriormente conocido como Adam Austin.
La edición se completa con los habituales extras de la línea: reproducción de los correos originales, páginas a lápiz de Gene Colan o la sección “La Era Marvel”, escrita por Lidia Castillo.