Madre mía, no me imagino lo que debió suponer leer la serie The Amazing Spider-Man en su día. A saber, si los lectores miraban al resto de títulos Marvel encontraban colecciones protagonizadas por un grupo de aventureros, un millonario con una armadura llegada de los relatos de ciencia ficción más propios de los años 50, un monstruo verde gigante (aunque puede que todavía fuera gris), un mago de lo más “extraño” o al mismísimo dios del trueno de la mitología nórdica. Y bueno, si ya se fijaba en los títulos de DC pasaría más o menos lo mismo… Y es que en aquellos tiernos años 60 no había ningún otro héroe como nuestro querido trepamuros.

Lo que Stan Lee y Steve Dikto crearon tenía un aire único, cada número de Spider-Man desprendía una magia especial. Por ello, me atrevo a dictaminar de forma categórica que esta colección fue, junto con Los 4 Fantásticos, la cabecera más sólida de La Casa de las Ideas en aquellos primeros y fundacionales años. La forma en que aunaba el incipientemente resurgido género de los superhéroes con elementos más propios del cómic de ciencia ficción o de rollos románticos estudiantiles en la línea de la todopoderosa Archie Comics cuajó entre el fandom de manera inmediata.

Normalmente se suele acusar a los tebeos de esta época, que recordemos que estaban concebidos para ser disfrutados esencialmente por niños, de resultar demasiado “naifs”. Por lo general podría pasar por el aro con esta afirmación, pero en el caso de Spider-Man no, no lo hago. Vamos a ver, tenemos a un chaval huérfano que vive con su tía mayor, cuya salud es poco menos que una braga sucia. Al pobre diablo se le da fatal hablar con las chicas. Lo peor es que no le falta elocuencia, pero ser un cerebrín le ha hecho caer en el rádar de los abusones de su instituto de Midtown. Para redondear el círculo es más pobre que una rata gorda. Vaya, que el chaval tiene muchos más problemas y cosas de las que preocuparse que cualquier otra persona que conozca.

La forma en la que los autores muestran cómo Peter Parker se enfrenta a estas adversidades es sencillamente fabulosa. Puede que nuestro protagonista vea a Spider-Man muchas veces como una maldición, cuando en realidad es el vehículo con el que un pobre crío enclenque de Queens consigue tener claro cuál es su lugar en el mundo haciendo de este un lugar más seguro. También podría llenar muchas páginas hablando de la presión que supone para un adolescente un mantra como el “todo gran poder conlleva una gran responsabilidad”, así como del trauma subyacente de haber sido parcialmente responsable de la muerte de su tío Ben, pero estoy seguro de que eso es algo que todos habréis leído en mil y un análisis de la colección.

Pasamos ahora a centrarnos en lo que nos ofrecen Lee y Dikto en los números seis a diez de The Amazing Spider-Man. Voy a empezar con dos invitados muy especiales. Por un lado tenemos un capítulo en el que el héroe debe enfrentarse al Doctor Muerte, siendo esta la primera vez que el dictador de Latveria aparece fuera de la cabecera de los 4F. Por otro lado, también asistiremos al regreso del Buitre como villano, en una historia de lo más divertida e ingeniosa. Para terminar, podremos disfrutar de un nuevo encuentro con la Antorcha Humana dibujado por Jack Kirby (la única vez que el Rey de los cómics dibujó interiores de esta colección).

Las tres historias citadas en el párrafo anterior sirvieron para construir el bien más preciado de Marvel que, a la postre, se acabaría convirtiendo en su mayor seña de identidad. Estoy hablando por supuesto de la continuidad. Los lectores de hace sesenta años fueron testigos mudos de la creación del mayor cosmos de ficción creado jamás en la cultura pop. Estas interacciones entre títulos (o dentro del mismo), en apariencia insignificantes, fomentaban que se siguieran las colecciones mes a mes para no perderse detalle alguno. Más importante era que invitaban a leer el resto de cómics de la editorial, además de hacernos sabedores de que en cualquier momento un héroe o villano de Daredevil podría aparecer en Thor y viceversa. Pero ojo, esto es un plus, un extra añadido a la experiencia de leer una serie como The Amazing Spider-Man, que resultaba plenamente satisfactorio por sí misma.

Ahora llega el turno de hablar de las nuevas amenazas. En estas páginas debutarán un puñado de villanos que pasaron a engrosar el lore clásico del lanzarredes como son el Lagarto (en un episodio con tintes de terror espectacular) o Electro. En menor medida está El Gran Hombre que, más allá de su relativa importancia, supondría el inicio de los conflictos de Spider-Man con gangsters de todo tipo y condición, una tradición que explotaría años más tarde con todo tipo de matones del hampa y guerras de bandas.

Pero si todo esto descrito anteriormente os parece poco aliciente para haceros con la Biblioteca Marvel dedicada al Asombroso Spider-Man, tengo que añadir que el trabajo de Steve Dikto es espectacular, con un trazo súper dinámico adelantado a su tiempo. Encima es un diseñador de personajes condenadamente bueno. No hay más que ver el uniforme de Electro, uno de los más originales e icónicos de toda la galería de villanos del trepamuros.

La edición de Panini incluye la reproducción de las páginas de correo originales, así como diversas publicidades de la época, portadas descartadas, páginas a lápiz y la sección “La era Marvel de los cómics” escrita por Sergio Aguirre.