La de Stephen Extraño es una de las series de la línea de clásicos de Panini con una periodicidad más dilatada. En estos primeros años, el personaje compartía la cabecera Strange Tales con Nick Furia, agente de S.H.I.E.L.D., con unas diez páginas para cada uno de los personajes protagonistas. Eso quiere decir que en lugar de los cuatro tomos anuales que tiene la BM de los 4F, el rincón mágico de la edad de plata del Universo Marvel se limita a dos al año. Pero ya tenemos por fin entre nosotros Biblioteca Marvel Doctor Extraño 4.
El gran problema que tiene este volumen es que, de todas las series de los primeros tiempos de Marvel, posiblemente fuera Doctor Extraño lo más parecido que había a una serie de autor. Y ese autor era Steve Ditko, que, exactamente tres años después la presentación de este personaje abandonaría la editorial, harto con el trato recibido de parte de Stan Lee del que han corrido ríos tanto de tinta como de píxeles. Y sustituir a un autor con una personalidad tan definida, tan diferente del resto de lo que había en la plantilla de la editorial, era prácticamente imposible. Ya vimos en el anterior tomo los primeros números sin el creador del personaje, y aquí seguimos viendo esta etapa de transición. Desde que Ditko abandona la serie hasta el final de este tomo, hemos visto pasar a cuatro guionistas y tres dibujantes (también con labores de guion). Lo que está caracterizando esta etapa del Doctor Extraño es una inestabilidad artística absoluta que hace que tengamos una falta de personalidad total. Biblioteca Marvel Doctor Extraño 4 es un tomo en el que vemos al Doctor Extraño pero no sentimos al Doctor Extraño.
Por estas páginas desfilarán Bill Everett (dos números, tras otros cuatro en el tomo anterior), Marie Severin (ocho números, su etapa completa) y Dan Adkins (un número, a los que hay que añadir otros ocho que vendrán en futuras entregas). Daba la sensación de que todos ellos venían a cubrir temporalmente un hueco, y aún habría que esperar un año más para tener algo parecido a un artista estable en la serie. Estamos hablando, por supuesto, de Gene Colan. Pero para eso aún nos faltan un par de tomos.
Así, lo que nos encontramos en estas páginas son artistas intentando respetar el espíritu de Steve Ditko, pero sin ser una imitación descarada. Quizás, de todos los interinos, quien más personalidad aporte sea Marie Severin, pero tampoco es que sea un trabajo memorable el que hace aquí. Incluso teniendo eso en cuenta, quizás el mayor problema que tiene esta etapa de transición está en el plano argumental. No tenemos la sensación onírica, surrealista, que había en los primeros tiempos de la serie, y adquiere un tono y una dinámica mucho más superheroica, más maniquea, de el buen superhéroe zurrándose con las amenazas malignas. Amenazas que, cierto es, son más raras que lo que se veía en otras series de la época.
Lo que sí que se mantiene es la estructura de la época Ditko. No es una sucesión de peleas de diez páginas, sino que, aún contándola de forma episódica, tenemos una trama más o menos continuada. Seguimos con el enfrentamiento de Extraño con Umar, la hermana de Dormammu, debuta un oscuro personaje llamado Zom que serviría para poner freno a Umar, y tenemos la presentación de un personaje clave. Bueno, clave para los seguidores de la parte más marciana de la Marvel Cósmica: vemos aquí por primera vez al Tribunal Viviente en un arco argumental que marca el regreso de un antagonista de los primeros tiempos de la serie.
Hablando claro: todos esperábamos que bajara el nivel de la serie tras la salida de la misma de su gran fuerza creadora. Pero quizás no esperábamos encontrarnos una pálida imitación de la serie que a algunos nos pareció ser la más interesante de los primeros tiempos de la Era Marvel. Sí, por encima de las que firmaba Jack Kirby.