Entre 1970 y 1999 Conan fue sinónimo de Marvel. Cuando Roy Thomas se empeñó en hacerse con aquellas historias para hacer cómics en la Casa de las Ideas, la popularidad de Conan y Robert E. Howard se limitaba a un pequeño culto de aficionados, al menos mucho más pequeño del que se crearía con aquellos tebeos que parió con Barry Windsor Smith y John Buscema y aún más pequeño del que llegaría tras la película de John Milius en 1982, en la que Arnold Schwarzenegger encarnaba al cimmerio.
Serían 275 entregas de Conan The Barbarian, entre 1970 y 1993, y 235 más de The Savage Sword of Conan, entre el 74 y el 95 y, aunque habría varias miniseries más — con regreso de Roy Thomas incluido — hasta 1999, la década de los noventa significó la muerte de Conan en Marvel en una decadencia un tanto vergonzosa. Pero arranca el nuevo siglo y Dark Horse se hace ahora con los derechos para llevar a Conan en un nuevo viaje en viñetas, pero ya no se juega con las mismas reglas. Ni los cómics se hacen como tres décadas antes ni el culto a Conan es el mismo. Los cómics del nuevo siglo cuentan con el futuro en libro recopilatorio. Los cómics del nuevo siglo se pueden beneficiar de una perspectiva y de una cierta visión posmoderna. Los cómics del nuevo siglo tienen ahora otros cómics, películas, series de televisión, videojuegos y hasta juegos de rol que los preceden. Y es en este contexto que nacen los cómics que se recogen en Biblioteca Conan: Las Crónicas de Conan 1.
Estos tebeos ya fueron publicados antes en nuestro país incluso en grapa y en tomos de diverso tipos por Planeta, pero nos llegan ahora de la mano de Panini dentro de su Biblioteca Conan en un momento un tanto curioso, ya que Panini se hizo con los derechos coincidiendo con la vuelta a Marvel en los USA, pero ahora es Titan la que en tan solo unos días nos traerá sus aventuras y, sin duda, esto ha podido tener que ver con que en esta edición de Biblioteca Conan: Las Crónicas de Conan 1 no aparezcan los nombres y/o logos de Marvel o Dark Horse por ningún sitio, por más que todo apunte a que los materiales proceden de la Epic Collection de Marvel a partir del material original de Dark Horse .
En 2003 aparecería la nueva serie de Conan de Dark Horse con un equipo de lujo: Kurt Busiek, Cary Nord, Tom Yeates y Dave Stewart. Busiek es en estos momentos una estrella después de devolver a los héroes Marvel a sus esencias con Marvels, Astro City, Thunderbolts o Los Vengadores, pero su neoclasicismo cada vez tiene menos cabida en la nueva Marvel de Joe Quesada y su serie Power Company, para DC no parece estar siendo ningún éxito. El canadiense Cary Nord no contaba ni mucho menos con la veteranía de Busiek y sus únicos trabajos un tanto relevantes se reducían a un par de etapas en Daredevil y Mutant-X para Marvel. Además, pese a que había demostrado una calidad impresionante en su acabado, tenía fama de lento, con lo que decidieron poner a un más curtido Tom Yeates (La cosa del pantano, Tarzán, Warlord…) a echarle una mano con los bocetos y los fondos.
Aunque tuviera alguna que otro deje de John Buscema, el estilo de Nord recordaba más a las míticas portadas de Frank Frazetta, cosa que venía de perlas a Dark Horse, que quería desmarcarse de los modos de hacer del Conan de Marvel. Pero fue aquí un Dave Stewart que acababa de ganar su primer premio Eisner — de muchos — quien completó la identidad visual de Biblioteca Conan: Las Crónicas de Conan 1 cuando decidió que colorearía directamente sobre los lápices sin entintar y con un cierto tratamiento pictórico que reforzase las reminiscencias de Frazetta de Cary Nord.
Marcada la diferencia estética, faltaba encontrar su propia identidad a la hora de contar las historias de Conan y nada mejor para titular este tomo que Las Crónicas de Conan porque a diferencia de los relatos de Howard — completamente salteados y sin la más mínima continuidad — o los cómics de Marvel — con un cierto orden cronológico pero sin apenas unión entre historias — estos cómics contarían la vidad de Conan de Cimmeria en orden y como una única historia.
Así partimos con un Conan joven con sus viajes por el mundo hiborio recién emprendidos, pero Busiek aprovechará la licencia del recurso del manuscrito encontrado para otorgar a toda la saga una cohesión, a la vez que un carácter mítico e incluso para permitirle alguna que otra licencia en el orden cronológico.
Y es que el mito ya no es solo aquel cimmerio de cabellos morenos y mirada hosca que mentaban las Crónicas Nemedias, sino todo el culto en torno a su metahistoria. Biblioteca Conan: Las Crónicas de Conan 1 es puro amor por el universo de Robert E. Howard en todas sus formas. Aunque el punto de partida y el único canon del que parten son las historias de Howard, hay un propósito de reverencia tanto al material original como a sus productos derivados, con un cierto matiz de posmodernidad. Por un lado quiere distanciarse de los tebeos de Marvel, pero no consigue evitar del todo lo alargado de su sombra por más que busque — siempre con sutileza — otras influencias como Frazetta o la propia película de Milius. Además ya no estamos en una revista pulp de los años 30 ni un tebeo juvenil en los 70. En el siglo XXI las historias se construyen a largo plazo y a fuego más lento, tal vez con algo menos de magia, pero más depuradas y con muchas más aristas.
Una de las cosas que permite una estructura más compleja y con vista al largo plazo es la posibilidad de crear un todo mítico a través de fragmentos, una figura que queda en el imaginario popular en base a relatos fragmentarios y posiblemente poco rigurosos. Busiek decide explorar la leyenda como un conjunto de historias y crea así un solo hilo conductor, un relato que es él vehículo para contar otras historias, en las que a su vez en más de una ocasión nos contarán otras. Biblioteca Conan: Las Crónicas de Conan 1 es una matrioska de relatos que en ocasiones parecen hablar de sí mismos.
Entraremos en la producción de Howard con nombres y apellidos y podemos encontrar en este tomo historias como La hija del gigante de escarcha o El dios del cuenco, que son directamente adaptaciones del original. Tendremos incluso ese componente lovecraftiano que de vez en cuando cultivaba el texano y por supuesto el gran tema subyacente de barbarie contra civilización. Este Conan desprecia e insulta directamente a la gente de ciudad. La civilización que vemos bajo sus ojos se muestra decadente, ridícula, cobarde, tendente al tedio y parasitaria. Y es que este Conan sigue siendo un auténtico cafre, pero también es astuto y no exento de socarronería. Tenemos un Conan despojado casi por completo de afán de encajar en el rol de antihéroe — y ni mucho menos en el de héroe. Tenemos a un Conan apasionado, indómito y violento, a un guerrero, un ladrón y un viajero, pero no a un cowboy o un caballero andante.
Y para entrar en este mundo hiborio, el equipo formado por Cary Nord, Tom Yeates y Dave Stewart realizan un experimento que intenta acercarse a Frazetta, a sus atmósferas cálidas, sus composiciones barrocas, sus anatomías poderosas, su manera de capturar el movimiento o incluso la sensación de densidad en la textura… o al menos esa es la intención. Tal vez lo peor de Biblioteca Conan: Las Crónicas de Conan 1 está en este aspecto. Ni se me pasa por la cabeza poner en cuestión el talento de Nord o Stewart y lo que aquí consigue el segundo está a años luz de lo que llegaban a conseguir sus homólogos contemporáneos, pero la llamada técnica del lápiz quemado en 2003 estaba aún muy verde. Stewart mima al detalle el acabado y consigue una sensación de textura insólita para la época y Nord hace lo propio con las anatomías o esa captura de movimiento a la que aludíamos, con unos lápices que vistos por separado en los extras, son realmente extraordinarios, pero la integración entre lápiz y color, al menos al principio, es como mezclar agua y aceite. Con el paso de los capítulos, iremos viendo cómo Nord se va ajustando y a la propuesta de Stewart y viceversa, el prueba-error funciona y la tecnología avanza, con lo que hacia el final ya tenemos una integración bastante digna.
Además de a Nord, y a Tom Yeates y Tom Mandrake, que le echan una mano, tenemos historias 2 puntuales dibujadas Greg Ruth, completamente pintadas y ambientadas en la infancia de Conan, así como un par de capítulos unitarios a cargo de un clásico indiscutible como John Severin y el siempre bienvenido Bruce Timm.
Con todo esto, aquí empiezan pues Las Crónicas de Conan en su edición de Panini y por sus páginas veremos desfilar a montones de autores de desigual calidad, pero Busiek, Nord y muchos de los que llegarán nos brindan alguna de las mejores versiones de Conan que pueden leerse.