El mes pasado acabamos extasiados con el primer número de la nueva Biblioteca Conan el Bárbaro de Panini. Por primera vez en un cuarto de siglo tenemos disponible una edición de la colección de cómics más icónica de espada y brujería a la que no se pudiera poner prácticamente ninguna pega. Es una serie manejable y a precio asequible. Con el color que concibieron los creadores originales. Con una traducción con la que no hace falta sacarse los ojos. Y, por primera vez desde su publicación original hace más de cincuenta años, una edición a la que, además de todas las características anteriores, se une el hecho de ser una edición cronológica y con intención de llegar hasta el final de la colección de Marvel. La sensación que nos dejó el primer tomo, por todo lo anterior, es que estábamos ante posiblemente la mejor edición que ha habido en castellano de Conan el Bárbaro, lo cual no solo justificaba la compra del segundo tomo, sino que nos hacía ansiar su llegada. Un tomo que ya tenemos aquí.
Al igual que en la primera entrega -lo que parece que va a ser tónica habitual en esta colección- tenemos cinco números de la serie, en esta ocasión del 6 al 10, todos ellos publicados originalmente en 1971, y una extensa selección de extras de unas cuarenta páginas. Los cómics incluidos en este tomo, la parte realmente importante del mismo por muy interesante que sean los extras, mantienen el espíritu de lo que vimos en la primera entrega, teniendo también alguna de las historias más recordadas de esta primera época del personaje.
Abrimos con Alas diabólicas sobre Shadizar, con la primera visita de Conan a la ciudad perversa, la capital del reino de Zamora. Con el clásico esquema de chica/monstruo/tesoro, Roy Thomas escribe una historia original que es uno de los títulos clásicos de esta primera época. Tenemos aquí la primera aparición de Fafnir y Rata Negra, un evidente guiño a Fafhrd y el Ratonero Gris de Fritz Leiber. ¡Alguien se esconde ahí dentro! (el clásico «El que acecha en el interior») mantiene los tres pilares de las historias del personaje, con dos importantes debuts: tenemos aquí la primera aparición en los cómics de Nemedia, país de origen de las Crónicas Nemedias de «Sabe, oh, príncipe…», y el primer cameo del hechicero estigio Thoth-Amon, un enemigo recurrente del bárbaro. Los guardianes de la cripta lleva a Conan huyendo a Corinthia y marca un punto de inflexión en las ventas de la serie, descendientes hasta este momento (Roy Thomas lo explica en detalle en el interior).
El jardín del miedo también parte de un relato de Howard. De nuevo tenemos chica y monstruo, pero no hay tesoro en esta ocasión. Quizás los puntos más interesantes de la historia son por un lado la interacción de Conan con unos hombres primitivos (recordemos que la Era Hyboria es el pasado remoto de la humanidad) y por otro unas muy inquietantes flores que cualquiera que haya leído este tebeo antes, por muchos años que hayan pasado, reconocerá al instante. Y termina la parte de cómic con ¡Guardaos de la ira de Anu!, otra historia original de Thomas que presenta un ser de fuera de este mundo, incomprensible para Conan -recordemos que Howard es coetáneo de Lovecraft y su horror cósmico- en la que también vemos otra de las páginas más recordadas de esta época, la del ahorcamiento. De nuevo, los lectores que ya hayan pasado por esta obra, saben de qué les hablo. Y los que no, lo sabrán a partir de ahora.
Así como los extras eran muchos y muy variados en el primer tomo, en este segundo, aunque son casi igual de extensos, llegan a hacerse repetitivos. Además de los correos de los lectores y las columnas de Stan Lee, tenemos Detrás de la espada, cuatro páginas de Roy Thomas dando información de la creación de estos cinco cómics, la habitual cronología de la época en la que fueron publicados estos tebeos por primera vez, dos páginas sobre las ediciones de Conan en castellano… y nada menos que veintinueve páginas en blanco y negro, algunas a lápiz y otras ya entintadas. Lo más interesante de esta sección es poder ver dos páginas con los lápices de Barry Windsor-Smith y poder compararlas con el trabajo entintado de Sal Buscema, viendo como en algunos casos le mejora el trabajo y en otros incluso lo empobrece.
Hablemos claro: estamos ante historias cortas, cortadas todas ellas por el mismo patrón, concebidas originalmente para ser leídas con cadencia mensual. La lectura de este material en dosis masivas, como las que puede inspirar tener un volumen integral (de los cuales hay varias ediciones en castellano) puede llegar a saturar. Pero en entregas de tan solo cinco números (en esta ocasión, tan solo cien páginas de cómic, las otras sesenta son extras y portadas) no llega a hacerse pesado. Así que todo indica que seguiremos por aquí una temporada. Y el mes que viene tenemos un invitado especial. Nada menos que el mismísimo Elric de Melniboné.