Batman ya ha visitado Barcelona, Benidorm, o diversos países de Europa. Ninguna de esas obras es anterior a la que hoy reseñamos, Batman: Scottish connection, editada en 1998 y con un equipo creativo espectacular: Alan Grant y Frank Quitely. Por el título, incluso sin traducir, os imaginaréis que el taciturno héroe viaja a tierras escocesas, adonde acude para enterrar los restos de un antepasado suyo, y donde encontrará un misterio que ningún detective podría dejar pasar por alto. Así, tras intentar detener a unos profanadores de tumbas, acabará envuelto en un caso relacionado con los tiempos de los caballeros templarios. Una historia corta, de 72 páginas que ECC reedita, después de haberla editado anteriormente en su línea Batman El Caballero Oscuro en 2013.
La historia es sencilla, y Alan Grant parece más preocupado por homenajear a su país de origen y dejar terreno para que Frank Quitely se luzca que por preparar una historia sesuda y con profundidad. La excusa de la inhumación de los restos y las suspicacias levantadas tras hacer un par de preguntas al celador del cementerio desencadena el resto de la historia. Aunque seamos francos, los lectores de cómics pijamero tampoco necesitamos una trama súper elaborada y que nos tengamos que creer a pies juntillas. Aunque hay puntos intermedios, y el guion tiene algunos detalles que hace pensar que Grant podría haber trabajado un poco más con él.
Dejando de lado ese desencadenante ingenuo y apresurado, tenemos más de una ocasión en la que un luchador tan letal como Batman se acabará viendo superado por unos ladronzuelos del tres al cuarto sin ningún tipo de formación en lucha, ni un físico imponente que pudiera hacernos pensar en que supongan una mínima amenaza para alguien como él, que ha luchado contra grupos de ninjas de la Liga de los asesinos o con los mejores luchadores del Universo DC. Por no decir solo cosas malas del guion de la historia, todo el trasfondo histórico resulta bastante interesante, y el uso de la meteorología escocesa en pos de la historia, divertido.
Aunque el guion sea un punto más flojo de la obra, se ve compensado con creces por ver a Quitely en un momento dulce de su carrera, sin alcanzar aún su cenit, pero con características que lo hacen destacar sobre la media: unas peleas dinámicas, encuadres sorprendentes y un ritmo que hace que la lectura dure apenas un suspiro, y que deja con ganas de ver más. A pesar de ser británico, ambienta magistralmente unos paisajes de naturaleza en bruto, dominada por el verde… cuando la niebla deja contemplarla.
La edición en cartoné, y papel estucado, es correcta, aunque tal vez algo excesiva para una historia de tan solo 72 páginas. Habría sido interesante aprovechar para incluir algún extra, bien sea en forma de artículo, entrevistas o algún boceto de Quitely. Sin embargo, el único material extra son dos portadas del dibujante… de otras colecciones, protagonizadas por Batman y Robin: la portada del número 10 de All Star Batman & Robin y otra del libro de ilustraciones y bocetos del artista, Graphic Ink.
En definitiva, Batman: Scottish connection es una historia sencilla muy bien dibujada por un autor en un gran momento de forma, que tiene el interés de ver al murciélago fuera de su entorno natural, y mezclarla con mitología escocesa de un modo atractivo. Probablemente no sea una obra que aparezca en los tops de las mejores historias del personaje, pero inequívocamente estamos ante una historia divertida y con un componente artístico que sube el nivel global de la lectura. Si no tuvisteis la oportunidad de echarle un ojo cuando se publicó en 2013, ahora volvéis a tenerla en vuestras tiendas.
Lo mejor: El trabajo de Quitely, que justifica la lectura con creces. Lectura rápida y divertida, que no todo tienen que ser tochos de 1000 páginas.
Lo peor: El guion de Grant se queda corto, y muestra a un Batman demasiado débil si tenemos en cuenta el nivel de sus enemigos. La sensación de que, sin Batman, la historia habría acabado igual.