29 de septiembre de 1989. Ese día se estrenaba en España la primera adaptación de Batman que muchos considerábamos la primera hecha con respeto y pensada para un público adulto. No, no me vengáis con los Batman de Lewis Wilson, Robert Lowery o Adam West. Sabéis a qué me estoy refiriendo. Batman era adaptado por primera vez a una película pensada directamente para cine y con un equipo creativo mucho más reputado que el de las anteriores adaptaciones que se habían llevado a cabo. El resultado puede ser discutible ahora con el tiempo y mirado con perspectiva, pero os aseguro que para el chaval de 14 años que era yo cuando fui a la primera sesión era poco menos que uno de los eventos más importantes que me habían sucedido jamás. Después vendrían otras tres adaptaciones más, productos que adaptaban al cine las aventuras del personaje de cómic que yo llevaba años siguiendo. ECC publica un volumen integral con el título de Batman: La saga cinematográfica que recoge las cuatro adaptaciones a cómic de sendas adaptaciones cinematográficas del cómic. Toma trabalenguas.
Y es que en EE.UU. siempre ha habido una tendencia a adaptar al cómic obras con cierta popularidad de otros medios. Indiana Jones, Star Wars, James Bond… son muchos ejemplos. El que películas como las de Batman fueran ya adaptaciones de un cómic no suponía ningún impedimento para que Warner Bross tirase de DC para adaptar estos productos de vuelta una vez más a las viñetas. Lo hizo con la primera, y lo dejó en manos de un guionista con experiencia, Dennis O’Neil y de un dibujante como Jerry Ordway. El buen resultado obtenido propiciaría que se repitiese la fórmula con cada una de las secuelas que fueron surgiendo, y el propio O’Neil sería el responsable de todas ellas, cambiando, eso sí, el equipo artístico.
Batman, Batman vuelve, Batman forever y Batman y Robin son películas bastante desiguales. Especialmente, porque las dos primeras están dirigidas por una visión tan creativa como la de Tim Burton, mientras que las dos segundas recayeron en un director más comercial y palomitero como Joel Schumacher. Se puede decir que las dos primeras mostraban un Batman nunca visto antes en una pantalla, mucho más oscuro y cercano a la moda imperante en el cómic gracias a los trabajos de Frank Miller o Alan Moore; mientras que las dos últimas se acercaban mucho más al delirio pop de la serie de Adam West que al Batman que estábamos leyendo en los cómics de aquellos años.
Las adaptaciones son fieles a las películas, especialmente la primera de ellas, con una interpretación especialmente cercana a la película y que, a pesar del trabajo fabuloso de Ordway, se podría haber hecho como un libro ilustrado debido a su carencia de narrativa, ni siquiera en las escenas de acción. Es algo muy habitual en este tipo de adaptaciones, que buscan más el recordar escenas al lector, que intentar contar la misma historia buscando un refresco artístico que lo hiciese algo muy diferente.
Sin embargo, en las siguientes adaptaciones, sí llegaríamos a ver algo diferente. En la de Batman vuelve, Steve Erwin (entintado por el gran José Luis García López) sí aprovecha la oportunidad para dibujar algunas escenas de acción interesantes y muestra una dinámica en el lenguaje corporal que la hace algo más interesante. Y lo mismo se puede decir de Batman y Robin con un Sienkiewicz a las tintas casi irreconocible por su contención (suele ser muy invasivo en sus tintas sobre los lápices de otros) y algunas escenas en las que se nota que hay un esfuerzo por reivindicar un medio con autonomía propia. Es palpable cómo los autores aprovechan ese absoluto delirio visual que fue la película (no necesariamente en el buen sentido) para llevarlo a un medio en el que no queda tan ridículo como en pantalla. No se puede decir lo mismo de Batman forever, probablemente la más pobre de las cuatro adaptaciones, con un buen arranque con esa primera viñeta con una página del guión de la película que deja ver una declaración de intenciones, pero con una inconsistencia que venía de la película original y que ni el propio O’Neil es capaz de arreglar.
En definitiva, Batman: La saga cinematográfica es un cómic que cumple su función, recordarnos unas películas y trasladarlas al medio donde salió el personaje antes de ser adaptado a la gran pantalla. A pesar de contar con buenos profesionales, el margen que les quedaba era exiguo, y no se puede achacar que no hayan hecho un buen trabajo, teniendo en cuenta que su labor es la de adaptar un producto ya finalizado y estrenado, en el que mantener un dibujo en el que se nos recuerde a los actores es más importante que la propia narrativa de la historia. Si disfrutásteis de las películas, sin duda estas adaptaciones cumplirán vuestras expectativas con creces, y si no os gustaron… no esperéis que os vayan a hacer cambiar de opinión. El tomo viene presentado en cartoné, con algunos bocetos a modo de extras y con sendos artículos de Akiva Goldsman y Fran San Rafael.
Lo mejor: Las tablas de O’Neil. El dibujo de Ordway es fabuloso. Ver a un Sienkiewicz nada invasivo.
Lo peor: Probablemente, la adaptación de Batman forever, demasiado caótica y deslavazada.