Enrico Marini es un autor con una carrera lo suficientemente dilatada y prestigiosa como para convertir su nombre en argumento de compra. Quizás sólo para los lectores de cómic europeo, porque hasta ahora era el mercado al que se había limitado. Pero desde su reciente primera incursión en el cómic americano, ya hay todo un nuevo sector de lectores que prestarán atención a este espectacular dibujante aunque no tan dotado guionista.
Puestos a hacer una historia puntual con Batman, la tentación de utilizar al Joker como antagonista es demasiado potente como para resistirse. El que posiblemente es el mejor villano de cómic de la historia del medio es un recurso narrativo que no se puede dejar pasar, y alrededor de este personaje construye Marini su historia. En pocas palabras, el Joker quiere hacerle un regalo de cumpleaños a Harley -aquí son pareja- y sale con su banda a por ello, pero Batman les detiene. Así que secuestra a una niña, supuesta hija ilegítima de Bruce Wayne, para chantajear al playboy millonario para que sea él quien compre el regalo en cuestión.
Sí, la historia no es precisamente un sesudo análisis psicológico sobre qué representa Batman. Pero es que tampoco es lo que pretende aquí Marini: El príncipe oscuro, como primera -y posiblemente única- aproximación del autor suizo al Murciélago, se centra más en jugar con las versiones más arquetípicas de los personajes implicados que en pretender dejar su huella en ellos. El problema es ante que lo que este autor ha considerado arquetípico, el lector más versado en Batman puede llegar a torcer el gesto. El héroe protagonista queda un poco plano en este álbum, lo cual tampoco es demasiado de extrañar teniendo en cuenta que el auténtico protagonista de la historia es el Joker… pero es que la versión que leemos aquí del Príncipe Payaso queda… no sé. Desdibujada. En algunos momentos es un demente ultraviolento capaz de provocar escalofríos sólo con su mirada y en otros, resulta incluso camp, con una personalidad que puede recordar a la Silver Age. Que sí, que a lo largo de sus ochenta años de historia, el Joker ha pasado por ambas personalidades, e incluso por otras más extremas aún, pero no a la vez. Y si el Joker que aquí vemos no nos termina de cuadrar, menos aún lo hace Harley Quinn. La ex psiquiatra, personaje utilizado desde sus inicios como metáfora de las relaciones tóxicas y de los malos tratos en la pareja, aquí se queda en fachada. En una chica visualmente explosiva pero sin interés. En un simple fan service visual, y es una pena.
Pero así como en los personajes protagonistas no termina de acertar, Marini nos presenta a un personaje secundario memorable. Archie, un payaso enano sin ganas de vivir sicario del Joker, que arranca carcajadas en todas y cada una de sus apariciones.
La edición de este volumen integral tan poco tiempo después de la edición en dos álbumes separados (algo más de medio año después de salir el segundo volumen) se debe al éxito de ventas que ha supuesto. A día de hoy, el primer tomo de la edición anterior, que salió a la venta hace poco más de un año, ya está agotado hasta en la web de la editorial. Eso sí, en lugar de al tamaño de álbum europeo, con una altura de 326 mm, la edición integral ha visto reducido su tamaño en torno a un 20%, a 263 mm, el tamaño habitual de un cómic americano. Ha quedado legible, pero también es cierto que el texto ha quedado quizás demasiado pequeño y ha perdido buena parte de la espectacularidad que las ilustraciones de Marini tienen en su tamaño original.
Hablemos claro: el lector habitual y veterano de Batman habrá leído un buen puñado de historias del personaje más profundas y mejor escritas que El príncipe oscuro. El mayor interés que tiene esta obra es la aproximación a uno de los grandes iconos del cómic superheroico con las técnicas artísticas y narrativas del cómic europeo, como ya se había hecho previamente con Superman y la bomba de la paz de Teddy Kristiansen o el Estela Plateada de Moebius. Como experimento visual tiene su gracia, pero ni es una historia top de Batman ni es precisamente una de las mejores obras de Marini. Aún así, es un cómic correcto que se deja leer.