Hablaba no hace mucho por aquí de cuánto estamos disfrutando la reedición de “Bastard” que está llevando a cabo Planeta en su flamante formato 3 en 1. Que sí, que muy flamante no es, pero te da más de quinientas páginas de lectura a un precio imbatible. Hoy vengo a comentaros mi percepción del cuarto volumen con cierto alivio. Me explico. El tomo dos vio la luz en octubre de 2023, la continuación se hizo esperar hasta marzo y ahora en julio ha llegado el cuarto tomo.
Esta distancia entre cada entrega (mayor a los tres meses anunciados inicialmente) me hizo temer que la serie pudiera entrar en el mismo limbo en el que se encuentra actualmente “Dragon Quest: Adventure of Dai”. Por fortuna, ha sido un temor infundado y he podido reencontrarme pronto con Dark Schneider, Lars, Gara, Nei y el resto de la panda.
Las más de quinientas páginas que incluye este tomo de “Bastard” hacen avanzar bastante la historia, tras una elipsis narrativa que nos traslada dos años tras la última gran batalla, en la que se dio por derrotado al protagonista de la obra. Ahora, Kall-Su está a punto de resucitar a Anthrasax para empujar a nuestro mundo a una nueva era de oscuridad.
Nuevos aliados, nuevos mundos, nuevos ataques mágicos y toneladas de referencia a la cultura del Hard Rock y el Heavy Metal nos esperan en este manga. Posiblemente, el más cafre y macarra que he leído nunca.
Bastard abraza (y destroza) los clichés del género
Hay que reconocer que “Bastard” es un cómic endiabladamente divertido. Pero que, si lo analizamos bien, no está carente de fallos. De hecho, la trama avanza de manera abrupta muchas veces. El autor se permite licencias y atajos y hace uso del Deus Ex de manera bastante habitual. Sin embargo, pese a esto, cada vez que toca una entrega de las peripecias de Dark Schneider me lo ventilo de una sentada por el ritmo, la acción y el entretenimiento garantizado.
Creo que buena parte de la fascinación que me provoca “Bastard” viene a la hora de analizarlo desde el punto de vista de la actual moralidad occidental, porque en esta tiranía de lo políticamente correcto encontrar una obra con un protagonista tan sumamente salido, misógino y machista es algo inaudito. Pero ojo, “Bastard” tampoco hace apología de estos rasgos, para nada. De hecho, Dark Schneider acaba resultando un personaje completamente ridículo, víctima de sus excesos, y uno acaba riéndose de él y no con él.
Otro aspecto que demuestra que “Bastard” es hijo de otra época es que además de los desnudos y el fanservice gratuito, cada contienda asegura un buen montón de litros de sangre, vísceras y violencia igualmente gratuita pero que, a la postre, se ha convertido también en una seña de identidad de ese manga.
Ahora bien, a nivel literario, “Bastard” puede ser un manga justito en algunos aspectos. Visualmente la obra sigue siendo abrumadora. Hagiwara es un autor con una enfermiza obsesión por el detalle. Además, se nota mucho que disfrutaba una barbaridad con cada capítulo, como si de un niño con juguetes nuevos se tratase. No lo he comentado, pero la manía de nombrar reinos, personajes y ataques como músicos, bandas y canciones de metal sigue presente en cada página. Detalles que a los que somos metaleros nos hacen sacar una sonrisita que contrasta con nuestros negros corazones.
Como hemos comentado en anteriores reseñas. “Bastard” se encuentra parada desde el año 2010. Su creador, Kazushi Hagiwara, no parece tener prisa en retomar la historia. Y, de hacerlo, dudo que le dejasen publicarla con el mismo tono en cualquiera de las revistas “Jump” de Shueisha. Nos podemos contentar con la serie de Netflix, que captura muy bien el tono y la esencia originales.
En definitiva, “Bastard” no inventa la rueda ni tampoco lo pretende. Pero como vehículo de entretenimiento sigue siendo una apuesta segura.