En 2018 y tras un parón de más de una década, La Cúpula reemprendió sin prisa pero sin pausa la publicación de Balas Perdidas, la obra magna de David Lapham sin ninguna duda. Así, mientras se reeditaban los tomos antiguos, se ha venido sacando, a razón de un tomo cada par de años, todo el material que quedaba inédito. Pero después de terminar Balas perdidas: Sunshine & Roses 2, si alguien en La Cúpula lee esto, le pido por favor que se apiade de mi y de todos los lectores de esta serie, porque estoy seguro de que la tortura que es dejarnos esperar dos años desde el final de este tomo tiene que estar penado por el Tribunal de Estrasburgo.
Sunshine & Roses es el que podría considerarse el tercer volumen de Balas perdidas, tras la serie original y la miniserie Asesinos, y se prolongó en su país de origen hasta 2020 y un total 42 números. Llegamos en este Balas perdidas: Sunshine & Roses 2 hasta el desimosexto y, pese a que hereda personajes y tramas del tomo anterior, pronto nos ponemos al día y la historia funciona casi de manera unitaria, con su propio planteamiento, nudo y desenlace.
Balas perdidas: Sunshine & Roses 2 se centra en los preparativos y el golpe que Beth y Orson van a dar contra el Cock’s Crow, el club de estriptis donde se va a producir un cuantioso negocio con unos narcos bolivianos. Pero olvidaos del glamour y la sofisticación de las heist movies. No creo hacer ningún spoiler al decir que la sensación de que todo va a irse al carajo está presente desde el minuto uno y, esto es Balas perdidas, por supuesto que se irá al carajo.
En una serie como esta donde estamos acostumbrados a que David Lapham nos zarandee atrás y adelante en el tiempo, sorprende lo conservadora que empieza la historia de Balas perdidas: Sunshine & Roses 2. Durante todo el primer tercio, la historia se va a contruyendo en orden cronológico, con elipsis mucho menos agresivas de lo habitual, tiempo para un cierto melodrama noir y hasta para regodearse en la anticipación del desastre, verlo acercarse a cámara lenta. Incluso se permite uno de esos deliciosos números surrealistas — con presencia de un modo u otro de Amy Racecar, por supuesto — contribuyendo a las motivaciones de los personajes, del mismo modo que supone un breve alto en el camino y la calma antes de esta tormenta donde todo el mundo manipula y es manipulado.
Y a partir de aquí, Lapham abre la caja de los trucos y esto se convierte en un no parar: elipsis a lo bestia, flashbacks, separación de tramas simultáneas saltando entre ellas… Y es que, por mucho que esto sea Balas Perdidas y tengamos claro que todo se va a desmoronar, Lapham ya sabe que lo sabemos y empieza a tirarlo abajo incluso antes del golpe y, más difícil todavía, cuando el golpe haya tenido lugar, aún nos queda mucha historia que contar y sin aflojar lo más mínimo el pie del acelerador. Y más difícil aún, en esta sucesión de contratiempos y chapuzas, Lapham consigue en muchos momentos ser cómico y, con todo, no bajar el listón de tensión y la angustia en ningún momento.
Pero vamos con el triple tirabuzón de Balas perdidas: Sunshine & Roses 2 y es que todo esto lo hace sin salirse de su tradicional rejilla de 8 viñetas, con alguna fusión de viñetas puntual para resaltar momentos concretos, pero consiguiendo variar la intensidad del ritmo sin alterar la rejilla y con esa asombrosa capacidad del dibujo de Lapham para desaparecer y dejar solo historia y personajes.
Lo peor de Balas perdidas: Sunshine & Roses 2 es que una vez pisa el acelerador no afloja ni cuando llegamos al final, que nos deja en todo lo alto y con la necesidad urgente de más de esto. Estimadisimos señores/as de La Cúpula, apiádense de nosotros, por favor, y traigan pronto el siguiente tomo.