A finales de 2023 comenzó a aparecer en los USA una serie donde todo parecía surgir de la nada y terminaría colándose en montones de las tradicionales listas de lo mejor del año. Un tal Patrick Horvath cuyo nombre no le sonaba a nadie en una editorial en horas bajas como IDW ponía en el punto de mira una serie de animalitos antropomórficos parlantes. Ahora Astiberri con muy buen tino los presenta en España bajo el título Bajo los árboles, donde nadie te ve.
Dado que en España es el primer cómic que nos llega de Patrick Horvath y la biografía al final del tomo es bastante escueta, es de recibo ubicar un poco más a este autor oriundo de Iowa y afincado en Los Ángeles. Y este dato no es baladí ya que la mayor parte de su trayectoria profesional se centra en el mundo del cine. Más allá de Bajo los árboles, donde nadie te ve, en cómic apenas tiene un puñado de historias sueltas en antologías y la verdad es que en cine tampoco es que lo que nos ha llegado a España sea especialmente destacable, tal vez El Pacto 2 pueda ser lo más conocido. Sin embargo, el éxito de este libro ha sido tal, que el pasado mes de marzo ha sacado un nuevo trabajo titulado Free for all, esta vez bajo el sello de Oni Press, que visto lo que nos deja este tomo, esperamos que sea solo el principio de un carrera.
Con Bajo los árboles, donde nadie te ve, Horvath nos lleva a Woodbrook, un acogedor pueblito habitado por encantadores animales antropomórficos, que viven sus apacibles vidas en cordial armonía. Conoceremos allí a Sam, una adorable osa que regenta la ferretería del pueblo, apreciada por todo el mundo y que a todo el mundo aprecia, al menos en Woodbrook y es que tiene muy claro que eso de matar a la gente del pueblo está muy feo. Cualquier asesino en serie de bien debería saber que es mucho mejor y más limpio salir a matar a la ciudad, que una es una asesina psicópata, pero pulcra y ordenada. Por eso cuando en el pueblo empiecen a aparecer cadáveres, Sam no va a parar hasta dar con el culpable.
Pero antes de seguir ahondando en el resto de aspectos y pormenores que nos depara Bajo los árboles, donde nadie te ve, es necesario abordar el elefante en la habitación y aunque este elefante sea proverbial, bien podría ser literal, porque estoy hablando del asunto de los animales antropomórficos. Por algún motivo, a mucha gente se le atraviesa este recurso y no logran pasar el filtro necesario para suspender la incredulidad. Pero cuidado además, porque tampoco se trata de olvidar que son animales, sino de saber por qué lo son y qué aporta eso a la historia.
Bajo los árboles, donde nadie te ve es una obra que se lee en un suspiro y eso es en gran parte por el uso del recurso de los animalitos parlantes. Se trata de plantarnos en muy poco espacio y con muy poco texto lo idílico de la sociedad de Woodbrook para poder sin perder tiempo pasar muy rápidamente a Sam, establecer una cercanía entre ella y el lector y establecerla como psicópata integrada en este sistema. ¿Qué mejor manera que llenar un pueblo de peluches? ¿De qué otro modo con una sola mirada en la página 6 se podría crear el efecto discordante que nos diría que algo aquí no es exactamente La aldea del Arce o El viento en los sauces?
Hay quien compara este cómic con Dexter y la verdad es que la similitudes son evidentes, pero en la serie, que su vez se basa en la novela El oscuro pasajero, se tiende constantemente al recurso de la voz en off tomado directamente de la novela y sin adaptar al lenguaje visual. Así, hacen falta palabras y palabras para poder explicarnos todo esto. Horvath con muy poco texto y siguiendo la máxima «show, don’t tell» aprovecha el recurso de los funny animals, no solo para valerse de su intensidad expresiva, sino para ahorrarse toneladas de explicaciones.
De este modo y con todo este trabajo hecho, puede centrarse en jugar con nuestras expectativas e ir cambiando el tono a traición. Primero parece que esta historia será un slasher y luego un whodunnit, pero lo habrá resuelto hacia la mitad, volverá a variar el juego y aún le quedarán cartas en la manga. Si no fuera por la economía de información que facilita el recurso de los animales, esta serie tendría que haber durado el doble y obviamente el ritmo — que es del todo trepidante — se habría resentido. Si le sumamos que además hay montones de ideas de fondo que rumiar sobre la vida en sociedad, la frágil calma del contrato social, las apariencias… la verdad es que no hay tiempo que perder si lo queremos todo en 152 páginas y sin aflojar el pie del acelerador.
Es también este el motivo de su dibujo de personajes redondeados, línea tenue y acuarelas lánguidas, con reminiscencias al trabajo, por ejemplo, de Ernest Shepard en El viento en los sauces y otras fábulas ilustradas infantiles, que nos sitúa de partida en el escenario perfecto. No hace falta explicar nada, ya que se trata de un estilo que forma parte del imaginario colectivo y con solo una imagen sabemos en qué lugar, tono y estado de ánimo nos quiere ubicar Horvath. Por no decir también que así, cuando la cosa se pone más sangrienta, el efecto es doblemente impactante por contraste.
Aun con todo, habrá gente a quien puede no serle posible cambiar el chip y hacer el filtrado para entrar en esta historia con animales antropomórficos, del mismo modo que no podrá entrar en Usagi Yojimbo, Blacksad, Lapinot o Maus. En fin, ellos se lo pierden, pero están dejando de disfrutar una de las sorpresas más agradables que nos ha llegado este año. Para los que, como a mí, sí os guste, os dejo la noticia cakentita de que se acaba de anunciar secuela. Permanezcan atentos.