Lo que tenemos por Ana Miralles en esta casa es auténtica pasión. Muchos la conocimos en los ya lejanos años 90 con Eva Medusa, y desde entonces hemos devorado cada obra suya que ha pasado por nuestras manos, En busca del unicornio, Djinn o incluso Waluk. La noticia de que estaba preparando, junto a su habitual guionista Emilio Ruiz, una obra centrada en Ava Gardner ambientada en los años 50, fue recibida con la apropiadamente inmensa expectación. Y ahora que por fin la hemos leido, tenemos que decir que está a la altura de lo esperado. Incluso por encima.
Ava Gardner fue una de las grandes estrellas de la era dorada de Hollywood. Sus trabajos en la gran pantalla han pasado a la historia del cine, con títulos como Mogambo o La condesa descalza entre muchos otros, pero la persona que había tras el icono fue tan interesante como la actriz. Ava fue una defensora de la igualdad racial en un país dominado por la segregación y se manifestaba públicamente por los derechos de las personas de color siete años antes del incidente de Rosa Parks. Tenía un agente gay en una época en la que la homosexualidad era un delito en Estados Unidos. Y, aunque no se declaró abiertamente como feminista, era una mujer independiente. Todo ello hace del animal más bello del mundo -un apelativo que ella odiaba- una mujer tremendamente avanzada en su época. Y esto es lo que hace que su vida fuera de la pantalla pueda resultar interesante.
Pero la vida de Ava fue, aunque no larga (murió con 67 años), sí intensa y variada. Por ello, afrontar su biografía completa habría requerido o bien una obra de una extensión masiva o pasar de puntillas por ella. Por este motivo, lo que hacen Miralles y Ruiz es elegir un momento muy definido de su vida: las cuarenta y ocho horas que pasó en Rio de Janeiro durante la gira de promoción de La condesa descalza. Cuarenta y ocho horas en las que estuvieron muy presentes muchas de las constantes de su vida, además de retratar con pinceladas la convulsa situación sociopolítica de Brasil a mediados de los años 50.
A lo largo de estas páginas veremos cómo Ava llega a Brasil, recibida en el aeropuerto por una legión de fans convertida en una turba por la pasión que despertaba, con escasos efectivos policiales para contener a la masa. Tras el desembarco, tendrá que lidiar con el abuso de las autoridades, con el acoso de la prensa rosa -se dice que el fenómeno paparazzi comenzó con ella-, con la corrupción local, y por si tuviera pocos problemas en Río, además tenía que lidiar con un par de ellos que venían desde casa, dos de los hombres de su vida, su ex Frank Sinatra y Howard Hughes, un maltratador y un acosador que la trataban como un florero, como un trofeo que lucir. Ante esta situación, no es de extrañar que Gardner explotara. Que fuera retratada como una persona visceral y de mal carácter no es sino una pincelada más del machismo imperante en una época que a Ava se le quedaba pequeña.
Y si la historia que nos cuentan es fascinante, la realización técnica de esta obra es directamente perfecta. El guion de Emilio Ruiz es absorbente, equilibrado entre momentos de tensión y momentos de caracterización psicológica, con una documentación exhaustiva sobre lo que sí se conoce y un relleno de huecos sobre lo que no que puede que no fuera cierto pero sí plausible. Y el dibujo de Ana Miralles… es inmejorable. No se limita a dibujar fotos preexistentes de la actriz, que habría sido lo más fácil. Intenta captar su esencia y su personalidad en lugar de repetir imágenes ya vistas y lo que tenemos en esta novela gráfica es un personaje vivo. Quizás sea un poco atrevido decir que estamos ante la mejor obra que ha realizado esta pareja artística, pero desde luego que está entre las mejores que han hecho juntos.
La verdad es que Ava es una obra que lo tiene todo. Un retrato psicológico de un personaje fascinante, una representación de una época, una mirada crítica al mitificado Hollywood clásico, un arte espectacular. Se me ocurren un buen puñado de motivos para recomendarla. Sería incapaz de pensar ninguno para no hacerlo.