Si la semana pasada decíamos que en el anterior número de Spiderman tocaba despedida, hoy es día de bienvenida. En este número redondo arranca la etapa de Nick Spencer y Ryan Ottley al frente de la serie mensual del trepamuros, y lo hace con sensaciones encontradas. Vamos con ello.
Hay tres guionistas a los que tengo una tirria especial. Probablemente, el mayor foco de mis iras sea Scott Snyder, un autor que me lleva sacando de quicio desde hará más de cinco años reciclando ideas de otros escritores más capaces y pretendiendo imponer su sello personal -es un decir- allá por donde pasa. El segundo es Cullen Bunn, un tipo con muchísimas más ganas que talento, característica de la que, por cierto, anda tirando a escasito. Y el tercero es Nick Spencer. De este hombre he leído alguna obra con la que no he conseguido conectar, pero es que además es el responsable de una etapa francamente olvidable del Capitán América que culminó en uno de los peores crossovers -si no el peor- de la historia de la editorial, el infame remake de Imperio Secreto. Así que cuando salió la noticia de que Spencer iba a ser el sucesor de Dan Slott, que ha acabado siendo uno de los autores más importantes en la historia del personaje, no pude evitar verlo como una muy mala noticia. Así que la lectura o no de este número 150 de Panini iba a ser una lucha interna entre manías personales y tradición y completismo, que tengo en mis estanterías todos los números de las series regulares de Spiderman desde enero de 1995. Ganó el completismo.
Y lo que decía al principio. Tiene luces y sombras. Luces muy potentes y sombras muy oscuras, por cierto.
Dejemos por un momento a Nick Spencer de lado. La principal luz es el dibujo de Ryan Ottley. Cuando empezó a dibujar Invencible -sus primeros números llegaron a España allá por 2005- muchos vimos en él un candidato ideal para dibujar al trepamuros. Que Invencible en sus orígenes tuviera una fuerte inspiración en el arácnido favorito de todo el mundo ayudaba a imaginarse a este nativo de Portland en la serie de Marvel, y los quince años que han pasado entre su debut en la serie de Image y su entrada en Amazing Spider-Man han servido para pulir su trazo, crecer en narrativa y conseguir un dinamismo en sus viñetas que pocos autores han logrado. Este tipo ha nacido para dibujar a Spiderman, y es imposible ser un seguidor del personaje y no quedarse con la boca abierta ante las páginas que nos presenta.
En cambio, en el guion no todo es motivo de tanta alegría. A ver, no vamos a negar que la historia es ágil y se lee sin problemas (de nuevo, una buena parte de la responsabilidad de este hecho es de Ottley), y que además los diálogos están muy bien escritos (aquí, el punto es exclusivo de Spencer, al César lo que es del César). Pero hay un detalle en esta historia que hace torcer el gesto, y es que por un motivo o por otro, la evolución es una idea que está vetada a Spiderman.
Regreso a las esencias se llama el primer arco argumental de este nuevo equipo creativo, y básicamente eso es lo que ocurre en esta historia: Spencer, no sabemos si por voluntad propia o por línea editorial impuesta, nos devuelve a Peter Parker a una situación muy similar a la que tenía hace más de treinta años. Ya se encargó Dan Slott al final de su larga etapa de hacer quebrar a Industrias Parker, con lo que el desahogo económico del que disfrutaba en los últimos años Peter ya ha sido borrado del mapa. Pero es que además, en esta primer historia desaparece también el doctorado, Parker vuelve a clase, a compartir piso… y su novia es una tal Mary Jane Watson. Suena a un entorno conocido, ¿verdad?
La idea tras el título de Regreso a las esencias es que Peter Parker es un veinteañero con problemas de pasta, un eterno estudiante con inestabilidad laboral y que acaba volviendo a los brazos de su novia pelirroja de la universidad. Y porque la rubia anterior está muerta, que si no vete tú a saber. Y eso es lo que no me ha gustado. Cualquier signo de evolución del personaje, cualquier historia que haga que Spiderman se aparte de ese canon antes o después desaparecerá y volveremos una y otra vez a la casilla de salida. Que sí, que estamos, una vez más, ante el Spiderman de siempre. Y ese es el problema: que es el de siempre. Y no es que no se pueda hacer otra cosa con los personajes de cómic. Comparad el Dick Grayson de 1940 con el de los últimos años.
A ver, Regreso a las esencias es un buen tebeo de Spiderman, tampoco le vamos a negar eso. Tenemos una lectura agradable con un dibujante que puede ser uno de los mejores que han pasado por la historia del personaje, y aún así la idea de fondo que hay detrás de la historia principal gira alrededor del poder y la responsabilidad -eso sí que es la esencia del personaje- pero encontrarnos con un personaje que no ha evolucionado como lo ha hecho el lector de toda la vida… No sé, me ha dejado la misma sensación que el Episodio VII de Star Wars. Me ha parecido leer entre líneas algo así como «estimado cuarentón que lleva toda la vida coleccionando Spiderman, deje paso a los jóvenes, usted ya no es nuestro público objetivo». Pero eso sí, tras Imperio Secreto pensé que el nombre de Nick Spencer era motivo suficiente para no volver a comprar un cómic en el que apareciera su nombre, y voy a seguir comprando Spiderman mes a mes. Y no sólo por completismo.