Incluso con su personal estilo, probablemente Andrew MacLean podría estar dibujando para las majors de ser esa su intención. Prácticamente desde que comenzó su carrera profesional en los cómics atrajo las miradas de un buen puñado de seguidores y sobre todo de la crítica. Tan solo llevaba dos años autopublicando su Head Lopper cuando Image lo acogió en 2015 y ese mismo año ya aparecería al abrigo de Dark Horse este Apocalyptigirl.
Mientras Head Lopper nos lleva a la fantasía, Apocalyptigirl nos lleva a la ciencia ficción, concretamente al subgénero del postapocalipsis. Al empezar Apocalyptigirl, encontramos a Aria y su gato, Gominola, sobreviviendo en un mundo inhóspito, que alberga los restos de una guerra y una civilización anterior, cubiertos por la abundante vegetación que ha vuelto a tomar los lugares donde una vez hubo ciudades. Poco a poco veremos que no están tan solos y que el día a día implica lidiar con los Rayas Azules y los Barbas Grises, dos tribus primitivas y agresivas con las que tendrá que vérselas de vez en cuando. También vamos intuyendo poco a poco que Aria hace algo más que sobrevivir y está ahí con una misión.
Apocalyptigirl nos va dosificando la información de modo que cuando por fin tenemos un fresco más o menos completo de lo que está pasando, estamos ya en la cuesta abajo que conduce al final… ¡y sin frenos! Todo el último tercio va como un tiro y no deja respiro, así que antes de que nos demos cuenta, la historia se ha acabado. En el lado bueno de este hecho está esa manera de fluir que tiene tanto la historia como el modo en que está narrada gráficamente. Exceptuando un trozo donde sí nos explicitan un pedazo de la Historia de esta tierra, todo el resto se va asimilando por el camino, la información llega de los detalles dibujados en las viñetas y la atmósfera que se crea por lo que, aunque la trama transcurra rápido, la cantidad de información que asimilamos es mucho mayor de lo que parece.
Aún así, dada su corta extensión se echa de menos esa construcción a largo plazo que se está observando en Head Lopper. A cambio tenemos una muestra de McLean como autor completo, ya que no solo escribe y dibuja, sino que también colorea, labor que en Head Lopper dejaba a Mike Spicer o Jordie Bellaire y la verdad es que la elección del color es ciertamente curiosa. Todo el cómic está trabajado con semitono de puntos, evocando la vieja cuatricromía, pero sin embargo el tratamiento de render nada tiene que ver con las grandes masas de color plano saturado y pop, sino que podemos llegar a apreciar en ocasiones la propia pincelada (sea o no digital) y las paletas tienden a tonos apagados, con lo que el resultado, si bien es visualmente llamativo, no parece reflejar una intención concreta, casi como si aún estuviera terminando de buscar su estética.
Esto se hace patente en las dos historias de epílogo, añadidas a posteriori, donde McLean tiene unos acabados muchos más despreocupados por las proporciones y el realismo (dentro siempre de su registro cartoon) y está más centrado en la elasticidad y la expresividad de sus dibujos. Del mismo modo, el color tiende a renders más sencillos y acabados más planos para adaptarse a un mayor número de tramas manuales de tinta.
Apocalyptigirl sabe a poco y encima en muy pocas páginas nos da dos Andrew McLean muy distintos, con lo que consigue dejarnos con ganas de ambos. Apocalyptigirl no deja de ser una pequeña anécdota, pero resuelta con una exquisitez impropia de un autor de la experiencia que por aquel entonces tenía McLean y es que es este sin duda uno de los autores más interesantes surgidos en los últimos años.