En la Tierra, a día de hoy, hay algo más de siete mil quinientos millones de personas. Pero desde luego, no somos los únicos animales del planeta. Compartimos espacio con cuatro mil millones de ratas, trescientos millones de perros, entre cien y cuatrocientos mil millones de aves, veinticuatro mil millones de animales de granja, entre cien mil millones y cien billones de reptiles, hasta mil billones de peces y más de diez mil trillones de insectos. Vale, sí, el ser humano tiene una inteligencia superior, capacidad de fabricar herramientas… y lenguaje articulado, capacidad de pensamiento complejo y autoconocimiento. Ahora imagínate por un momento que esa enorme cantidad de animales no humanos desarrolla, de repente, la capacidad de pensar y de comunicarse. Ese es el punto de partida de Animosity, la serie escrita por Marguerite Bennett, la primera que llega a España de la editorial Aftershock.
De la misma manera que en Y, el último hombre se planteaba un escenario postapocalíptico derivado de la desaparición repentina de la mitad de la humanidad, las consecuencias de la repentina consciencia de todas las especies animales crea una catástrofe de similar resultado: el mundo tal y como lo conocemos se va a la mierda. Aunque puestos a comparar, quizás la equivalencia que más poderosamente resuena es Los muertos vivientes: la humanidad se enfrenta a una nueva situación en la que ya no es la especie dominante. Por cada ser humano, hay unos setenta reptiles y cincuenta aves. Y muchos de ellos pueden estar muy cabreados con esos primates sin pelo que les han estado oprimiendo desde que hicieron acto de presencia en el planeta, porque las nuevas capacidades de razonamiento y comunicación humanas en los animales vienen acompañadas del conocimiento del lugar que ha ocupado cada especie en el mundo… hasta ahora.
Cuando piensas en animales que piensan y hablan, probablemente lo primero que te venga a la cabeza sea Disney. Pero aquí, como era de esperar, los animalitos que hablan no son unas adorables criaturitas al estilo de la factoría del ratón. Estos vienen con un cabreo y resentimiento que no nos va a poner las cosas fáciles a la tradicionalmente especie dominante. Y, a diferencia de lo que se suele ver en animación, los animales de Animosity no han sido dotados de rasgos y poses antropomórficos. En general, Rafael De Latorre retrata a los animales como tales, aunque en alguna viñeta se permita el lujo puntual de representarlos realizando actividades imposibles, como unos osos panda utilizando escopetas sin pulgares oponibles. Aquí, la referencia, más que Disney, es Rebelión en la granja, de George Orwell, con cameo incluído de los cerdos comunistas.
En Animosity tenemos, además de la historia postapocalíptica principal, un buen puñado de reflexiones paralelas. Sin ningún tipo de orden, podríamos hablar del cambio sociopolítico que supone este nuevo mundo tan diferente, del sentido que tiene el animalismo cuando eres plenamente consciente, como cantaba Kurt Cobain, de que la Madre Naturaleza es una zorra, de la moralidad de la cadena trófica cuando cada uno de sus eslabones es consciente de su posición en ella… pero la historia parece girar alrededor de la relación entre una niña, Jesse, y su perro Sandor (sí, como el Perro de Juego de Tronos), y digo parece porque este primer tomo no deja de ser la presentación de una historia a largo plazo.
¿Hacia dónde nos llevará Animosity? No tengo ni la más remota idea. Podría parecer que estamos en el principio de una road movie en busca de la seguridad que no hay en Nueva York, la ciudad en la que Jesse vivía con su familia antes del animalipsis, pero todo indica que esta situación tiene un alcance planetario, con lo que podría ser una huída hacia ninguna parte. Podría ser un recorrido por un nuevo mundo postapocalíptico sin más, al estilo de Los Muertos Vivientes, aunque esperemos que Marguerite Bennett tenga algún plan más allá de «hasta donde las ventas aguanten». Y podría ser una búsqueda de cómos y por qués, como en la serie de Yorick Brown. Pero de momento, en este primer volumen, tenemos un primer paso de un camino suficientemente interesante como para querer saber más.
You’re so fucking smug: Podría traducirse como «te lo tienes la hostia de subido»
Traducción en la edición en castellano: Tanto selfi y tanta mierda.
En el aspecto meramente físico de la obra, en la edición de Planeta Cómic tenemos un tomo en tapa dura incluyendo cinco números americanos (los cuatro primeros de la serie Animosity y el primero de Animosity: The Rise) y una extensa selección de portadas alternativas, nada menos que veinticinco de ellas. La traducción es bastante correcta -en algunos casos, un tanto creativa y más adaptación que traducción, pero correcta-, y quizás, por poner algún pero, se podría decir que la rotulación en algunos momentos es notablemente mejorable, prescindiendo de cursivas y negritas que hay en el original, y partiendo con guiones palabras que no lo necesitan por el espacio disponible en el bocadillo.
Animosity es una obra en la que se pueden encontrar referencias a un buen puñado de obras de ficción, desde la mencionada Rebelión en la granja hasta, yo qué sé, Un muchacho y su perro de Harlan Ellison. El trazo amable de Rafael De Latorre y el humor -bastante negro, en ocasiones- de Marguerite Bennett hacen que la historia no parezca tan oscura como realmente tiene potencial para ser, pero desde luego es una lectura absorbente, ágil, ingeniosa. Una obra que pica la curiosidad lo suficiente como para querer saber más de lo que ha pasado y lo que va a pasar, que hará que estemos aquí cuando salga el segundo tomo, lo cual es bastante en un mercado con tal volumen de publicaciones como el que tenemos en la actualidad.