¡Madre mía! Cómo se están poniendo las cosas en el reciente nuevo Imperio de Japón. Katsuhiro Otomo nos ha ido dirigiendo por esta epopeya fantástica de Ciencia Ficción Cyberpunk hasta traernos a este penúltimo volumen, que deja todo preparado para la explosiva traca final.
Durante las más de 1500 páginas que llevamos de Akira hemos sido testigos de cómo el mangaka ha tejido la historia, marcando su ritmo con pulso maestro hasta llegar a este momento donde la sensación de desesperación, de urgencia y de caos inminente es palpable en cada escena.
Para conseguir esto se ha servido especialmente de la figura de uno de los principales personajes de Akira: Tetsuo. El villano trágico e involuntario nos ha regalado alguno de los momentos más sobrecogedores de toda la obra provocando todo tipo de reacciones, que van desde la lástima hasta el desprecio más profundo. Pues ni corto ni perezoso, Otomo le hace protagonista en este quinto tomo de una nueva set piece que quita el aliento y eleva su nivel de amenaza hasta una nueva dimensión. Se trata de un puñado de páginas sin diálogo, protagonizadas por este chaval, que muchas veces parece que está superado por unos acontecimientos.
Y aquí hay un punto interesante, porque los principales protagonistas de Akira son en su mayoría adolescentes. Casi podríamos decir que Otomo ofrece una reflexión acerca de que los chavales son la esperanza de la humanidad, a la vez que su mayor peligro, visto lo visto con Tetsuo. Aunque leyendo entre líneas, ¿podemos culpar a Tetsuo? Es decir, a este involuntario antagonista lo convirtieron en un arma viviente… Es como si culpamos a la bomba atómica que asoló Hiroshima y no a la gente que estuvo detrás de su autorización y lanzamiento. De hecho, dicha bomba tuvo paradójicamente el nombre de “little boy”.
Otomo se nota que echa el resto con Tetsuo a la hora de volcar todas sus inquietudes. La relación del profeta del Imperio de Japón con el propio Akira o con Kaori es fría, casi primaria, como la de un recién nacido que está descubriendo sus emociones y el mundo. Solo que aquí el “pequeñín” tiene el poder para destruir el planeta, lo que provoca una tensión que puede cortarse con un cuchillo.
Como decíamos, estamos hablando de chavales. Como la tierna relación entre la asombrosa Key y Kaneda con su mezcla de platonismo e infantil amistad, o la bravuconería del ambivalente Joker, que recuerda por momentos a Han Solo: se empeña en ser egoísta pero siempre acaba arrimando el hombro.
En las casi 400 páginas de este volumen podemos respirar en muchas ocasiones ese aroma agridulce que pueden provocar las próximas despedidas. Pero a buen seguro que no será un adiós tranquilo y sosegado. Seguramente el final de Akira nos dejará un buen rato en silencio, mirando la última página y meditando sobre el precio que tendrá que pagar más de un protagonista.
Más épico, más dramático, con más páginas. En definitiva, este último volumen de Akira es el entremés perfecto para el desenlace de una de las mejores series de la historia.