Harley Quinn ha evitado Gotham City desde que rompió con el Joker. Formó un hogar y una especie de familia en Coney Island, pero cuando recibe una oferta que no puede rechazar, no le queda más remedio que regresar a la ciudad lo más discretamente posible con la esperanza de volver a marcharse antes de que alguien (sobre todo, su ex) se entere de que va a robar el legendario botín del Príncipe Payaso del Crimen. Sin embargo, en el diccionario de Harley, “lo más discretamente posible” significa “haciendo mucho ruido”. Y antes de que pueda decir “por todos los cazarrecompensas, Batman”, el Joker le echa encima a los supervillanos locales poniendo precio a su hermosa y teñida cabecita. Y las únicas personas que son lo bastante valientes (o lo bastante locas) para defenderla son Canario Negro, la Cazadora, Renee Montoya y Cassandra Cain: ¡las Aves de Presa!
Antes de nada, permitidme que traiga algo de sal para comerme mis propias palabras. En mi última reseña de un cómic del personaje, en el que echaba pestes de la actual representación edulcorada de Harley Quinn, escribí «Creo que fueron Amanda Conner y Jimmy Palmiotti quienes originaron esta deriva del personaje, así que por muy fan de su trabajo que sea, ésta no se la voy a perdonar en la vida.» Pues bien, hago aquí públicamente propósito de enmienda para afirmar, ante quien lo quiera leer, que este tomo de Harley Quinn, escrito precisamente por esos mismos Conner y Palmiotti, es lo mejor que se ha hecho del personaje en años. Lo pongo en negritas para en el futuro recordar cuándo fustigarme. Y mira que pensaba que emparejar a la Quinn con las Aves de Presa no era más que un burdo recurso de marketing aprovechando el tirón de la peli, porque ¿en serio iba a aceptar Batgirl en el equipo a la exnovia del tío que la dejó paralítica de un tiro a bocajarro? ¿O eso fue antes de Renacimiento? ¿La Barbara Gordon actual pasó por lo de La broma asesina? Buf, yo con tantos reboots me pierdo. Pero bueno, hablemos de lo que importa: La caza de Harley.
Después de ese número autoconclusivo de Aves de Presa tan anodino en el que Brian Azzarello y Emanuela Lupacchino emparejaban a la chiflada de Quinn con las justicieras de Gotham, por fin tenemos aquí una historia que verdaderamente refleja el espíritu de Harley: desquiciada, desquiciante, deslenguada y muy, muy violenta. Tras ser conmutada su condena por acumular misiones con el Escuadrón Suicida, Quinn es tabula rasa a efectos legales, pero no puede hacer nada por borrar su reputación pública. Así que cuando ningún banco quiere concederle un préstamo hipotecario para su hotel El marinero soñador, tiene que recurrir a un prestamista sin escrúpulos, que por un retraso en los pagos le prende fuego al edificio y le da una paliza a su amigo Big Tony. Harley no se toma esto nada bien, y va a Gotham a vengarse del prestamista. Por supuesto, las Aves de Presa estarán atentas a su llegada para que no cause demasiada destrucción en la ciudad. Pero como Harley es ahora una tipa legal, tiene intención de devolver el dinero al prestamista, y para ello pretende robar el legendario botín del Joker. Lo que ella no sabe es que junto con el dinero de su exnovio están también guardados los botines de muchos otros supercriminales de Gotham. Y aquí es cuando la chica se pone a medio Asilo Arkham en contra.
Amanda Conner (Antes de Watchmen: Espectro de Seda, Power Girl) y Jimmy Palmiotti (Una cita con Harley, Starfire) son un matrimonio que nos han proporcionado algunos de los cómics más divertidos y pasados de vueltas de los últimos años. Aquí recuperan a uno de sus personajes más queridos y le obligan a formar un involuntario e improbable equipo con las Aves de Presa, que en su presente encarnación son la policía Renée Montoya, Canario Negro, Cassandra Cain (Batgirl) y la Cazadora. Este cómic, dibujado además por la propia Conner, lo tiene todo: humor, acción, juegos de palabras picantes, romance (sí, lo de Harley con Hiedra Venenosa va tomando cariz serio) y sangre. ¡Sí, por fin, sangre, violencia y desmembramiento en un cómic de Harley Quinn! Este es uno de los personajes psicológicamente más complejos que tiene actualmente el Universo DC. Harley ha sido maltratada y abusada, ha sido una criminal, una mercenaria… Es una antiheroína de manual, y lo que han hecho con ella en los últimos años, tirarla a un barril de sirope de fresa para que las niñas pudieran leer sus tebeos ha sido un descomunal tiro en el pie por parte de la editorial. Gracias a Conner y Palmiotti, Harley vuelve a ser una descarada, violenta, pero a la vez adorable criminal heroína cosa.
El tomo lo cierra el capítulo 12 de la colección Harley Quinn: Black, White and Red, publicada en formato digital en EEUU y recientemente recopilada en un tomo que acaba de salir a la venta en nuestro país (y que también incluye este capítulo 12, así que los fans lo tenemos por duplicado). ¿Y por qué se incluye este número también aquí? Pues porque, al igual que la historia de A la caza de Harley, está escrito por Amanda Conner y Jimmy Palmiotti, aunque en este caso dibujado por Chad Hardin (Harley Quinn), y hace referencia a los eventos sucedidos en este volumen.
Espero que esta maravillosa miniserie A la caza de Harley fije el nuevo rumbo del personaje en el futuro, aunque por lo que he podido ver del relanzamiento de este año (sí, otro más), de manos de la recién llegada Stephanie Philips y Riley Rosmo (Constantine: Hellblazer), Harley vuelve a Gotham para redimirse de sus crímenes pasados y ayudar a las víctimas de la Guerra del Joker. Miedo me da.