Astrocity se ha convertido por derecho propio en una de las obras imprescindibles del mundo del cómic de los últimos años. Esto es algo que se debe en parte a un buen número de guiños y referencias, además de a la revisión de viejos conceptos para que luzcan nuevos pero también a los diferentes niveles de lectura que presenta en cada historia.

Si uno quiere puede quedarse solo con la parte de aventura o con el intento de adivinar de dónde bebe cada personaje, pero al igual que sucede con las películas de Pixar puede ir más allá. Profundizar entre las capas superficiales y encontrar puntos de mayor interés, ya que a fin de cuentas la creación de Busiek y Anderson no es más que un reflejo de la vida real solo que salpicado de tipos con capas y poderes dignos de un dios.

Un claro ejemplo de esto es Astrocity: Trifulca de pareja. Uno de los exponentes más fuertes y evidentes de lo que acabo de comentar.

En el tomo se narra parte de la vida pasada, presente y futura de Trifulca y El Figura. Dos conocidos justicieros de la ciudad que han sido amantes a lo largo de los años, aunque el paso del tiempo ha hecho que realmente vaya a bastante más cayendo en el amor y el respeto que el uno sienten por el otro.

Esa es la auténtica historia. Fuera de capas, de poderes, de luchas épicas para salvar al inocente, de villanos con colores y máquinas de escribir gigantes. Eso es el adorno. Es vestir de aventura extraordinaria a lo que realmente es un drama sobre personales normales y corrientes.

Trifulca se muestra como una persona fuerte y entregada con un pasado paterno que la atormenta, El Figura es… bueno, un figura. Ambos se encontrarán y lucharán juntos, pasando a compartir sus sentimientos aunque esto no sea algo que siempre entiendan los de su alrededor. Un punto que es precisamente importante ya que es la forma que tiene Busiek de mostrar que eso no importa, que cada relación lo es dentro de sus propios términos y parámetros sin tener que dar explicaciones a nadie.

La búsqueda de un compañero, sea una amistad o un amor (o ambos, que también puede suceder) es la clave que firma el guionista y para ello se sirve de los personajes que ha creado y moldeado con sumo cuidado en el pasado. Ha dotado a cada uno ellos de un fondo y una psicología propia potenciando todo con los tópicos que bien conoce el lector de cómic para crear una de las historias más redondas de todo Astrocity.

Da igual si se trata de ellos dos, de un gorila parlante en busca de una vida mejor, de un extratrerrestre cuasi divino o de un vampiro que lucha contra el mal propio y el de otros. Solo son títeres de una historia mucho mayor.

Eso es lo que ha hecho grande a esta obra. Mostrar a los héroes no solo con pies de barro, algo que ya hizo Marvel hace muchas décadas, si no el dejar que sean más que eso, más que la máscara, que sean personas reales (normales de verdad, no normales a lo Spider-Man) que viven, sienten y padecen.

Y eso es lo que somos todos nosotros. Personas normales y, en el fondo, los héroes de nuestra propia vida.