Hablaba hace unos días con un amigo sobre el origen de Matanza como personaje. No del simbionte, ni del paleto que está debajo de esa masa informe de tentáculos y dientes, sino de la génesis editorial del personaje. Y la cosa es algo así.
Alla por 1988, en el número 300 de Amazing Spiderman, se creó un personaje nuevo que acabaría marcando para siempre la franquicia arácnida: Veneno. David Michelinie y Todd McFarlane utilizaron el traje alienígena que Spiderman se trajo de las primeras Secret Wars para crear la versión oscura y malvada del personaje, un trepamuros de negro con la complexión de un armario de tres puertas obsesionado por sorber sesos. Pero va y resulta que Veneno cae en gracia. Que le gusta al público, vamos. Y se le empiezan a dar series al personaje, limitadas al principio, regulares posteriormente. Pero como todo el mundo sabe, las colecciones protagonizadas por villanos acaban inevitablemente condenadas al fracaso, con lo que le empiezan a dulcificar un poco el carácter. No es que se dedique a ayudar a las ancianitas a cruzar la calle, pero sí que pasa de ser un villano psicópata a entrar razonablemente en la categoría de antihéroe. Esa tendencia se ha mantenido en el tiempo, y tanto es así que ahora Veneno es un agente gubernamental, y el humano que está debajo del simbionte es Flash Thompson…
Pero el concepto de un Spiderman villano mola. Y con la personalidad original de Veneno un tanto diluída, a principios de los 90 (ay, siempre los 90) esa plaza está vacante. Así que, de nuevo, David Michelinie repite la idea, esta vez acompañado de Mark Bagley, y en 1992 aparece un nuevo simbionte, hijo del anterior: Matanza. En esta ocasión, el humano que hay debajo es Cletus Kasady, un redneck tarado más malo que la quina, y el bicho es de un aspecto más tentacular, menos definido y de un más visceral tono rojo sangre.
Y, de nuevo, parece que vuelve a funcionar. Con el tiempo, el esquema se iría repitiendo periódicamente, y nuevos simbiontes irían apareciendo por el Universo Marvel. La mayoría pasarían sin pena ni gloria, siendo quizás el único que tiene una cierta repercusión Toxina, hijo de Matanza presentado en sociedad en la serie limitada de Peter Milligan Veneno/Matanza.
Y con Matanza iría ocurriendo lo mismo que su antecesor. Empezaría teniendo sus momentos de gloria en las colecciones arácnidas (aquí podríamos mencionar el crossover Matanza Máxima, que, por cierto, si lleva veinte años sin reeditarse en España es por algo), pasaría a tener sus propias series limitadas y especiales varios (Matanza, Matanza USA, Matanza Superior…), y ahora, después de las más recientes Secret Wars, se le acaba de dar su primera oportunidad como serie regular.
El hombre que mató a Gwen Stacy regresa a Marvel para escribir las nuevas aventuras del mayor asesino en serie del Universo Marvel. Un grupo de agentes del FBI conduce a Matanza a una mina abandonada para atraparlo… pero las cosas no saldrán bien.
Siendo Matanza un personaje tan exagerado, la historia que abre su serie regular no podría ser menos. Básicamente, Cletus Kasady se entera de que, de la primera masacre que organizó, sobrevivió una persona. La que se escapó que da título a este arco argumental es Manuela Calderón, que servirá de cebo para atraer a una trampa que monta el FBI para acabar con el sociópata en cuestión en una mina. Y en el equipo tenemos a John Jameson, ex astronauta y hombre lobo intermitente, y a Eddie Brock con su tercer simbionte. Después de haber llevado a Veneno y a Antiveneno, ahora es el portador de Toxina. La pelea de la familia de simbiontes está servida, y Matanza se las verá con su simbionte hijo que está vinculado al humano que llevaba a su padre cuando él fue creado… Y si a ello le añadimos un culto de sectarios y el Darkhold, la versión marveliana del Necronomicón (no en vano, el aspecto tentacular de Matanza le da un toque lovecraftiano), nos queda una historia desquiciadísimade lo más entretenido.
Los autores
Tenemos al guión a Gerry Conway, un veterano de las series arácnidas, como ya mencionamos en La Saga Del Clon. Y aunque no se cuente entre sus obras más memorables, se le nota el oficio. Varias de las series limitadas del personaje estaban firmadas por guionistas de segunda y se centraban en la casquería. Conway, aún siendo consciente del personaje que se trae entre manos, le da una importancia mayor al ambiente, y nos presenta una historia que alterna momentos opresivos (Matanza a la caza en una mina me ha traído recuerdos de la Nostromo) con los esperados momentos exagerados que se esperan en cada aparición de Matanza.
Al dibujo tenemos a Mike Perkins, un autor que quizás no sea de primera fila pero que firma un trabajo impecable. Le tenemos visto durante la etapa de Ed Brubaker en Capitán América (suyos son varios de los números del arco argumental de La Muerte del Capitán América), en el prólogo de Aniquilación: Conquista, y como dibujante regular de la adaptación a cómic del Apocalipsis de Stephen King). Sin ser un artista hot, cumple sobradamente.
En resumen
Sin ser un tebeo que podamos catalogar ni de lejos como «en tebeo del año» (ni siquiera «del mes», diría), sí que es una de las obras más sólidas que se han publicado protagonizadas por Matanza. Los seguidores del personaje lo disfrutarán ampliamente, ya que está muy por encima del nivel al que están acostumbrados. También es recomendable para los completistas de Spiderman. Y, qué demonios, todo el que disfrute una buena historia de terror opresivo con sus cultistas por medio debería echarle un ojo.