Es la hora de las tortas!!!

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100 años del TBO

Tal día como hoy hace 100 años que se puso a la venta el primer ejemplar del TBO, la revista que dio su nombre al cómic en España. Sí, para los más jóvenes, tenéis que saber que son varias las expresiones que la propia sociedad ha integrado gracias a dicha revista. Tebeo viene de TBO y la típica expresión “eso son inventos del tebeo” se debe a una de las secciones más famosas y queridas de dicha revista.

Los 100 años no han sido de publicación ininterrumpida, de hecho actualmente la revista no se publica, pero no hace tanto que dejó de hacerlo en 1998 como publicación regular y posteriormente se han lanzado algunos recopilatorios, desde algunos de los que formaron parte de la línea Super Humor Clásicos, la propia serie de recopilatorios llamada El TBO de siempre, o Los Grandes Inventos del TBO, todos ellos de Ediciones B. Y tan solo hace 7 años que Salvat sacó su propio coleccionable centrado en la entrañable revista. La revista se canceló hasta en cuatro ocasiones, y en alguna que otra se le cambió el nombre (TBO 2000).

Pero no pretendo hacer un artículo sobre la revista, porque ya hay muchos y además, es una oportunidad fantástica para haceros con el tomo conmemorativo que ha publicado Ediciones B al respecto. Mi intención con este artículo es contar qué significó el TBO para mí porque sí, lo he leído… y mucho.

Allá por los primeros años de la década de los 80, con 7 u ocho añitos, llega a mis manos un ejemplar de la revista Lecturas. Espera. ¿No estábamos hablando del TBO? Sí. Pero es que durante bastante meses el TBO se publicó como un complemento infantil de dicha revista del corazón, y mi madre me lo daba para que me entretuviese. Cuando mi abuela vio que me los leía de cabo a rabo, decidió darme acceso a un pequeño botín de TBOs que tenían por ahí guardados de cuando mi padre era un adolescente y que por avatares del destino no habían ido a parar a la basura. Cuando ya he tenido un concepto más coleccionista y adulto me di cuenta de que aquellas eran revistas de cuando mi padre no era tan niño porque por ejemplo, he leído las tiras de Josechu el vasco, y esas según supe después empezaron a publicarse en 1963, por lo que ahí mi padre tenía 15 años. Algo me dice que mi padre o incluso mis abuelos, seguían comprando el TBO pasada ya la época de niñez. Y eso me daba todavía mejor rollo…

A mí me cautivaron sus páginas. Era una sensación extraña porque, no voy a negarlo, para un niño de 8 años en plenos 80, que ya tenían a su disposición Mortadelos de los modernos (no de los primeros), 13 Rues del percebe, Astérix, Don Mikis o incluso superhéroes, leer ese tipo de tebeo era leer un cómic rancio y anticuado… ¡Pero me encantaban! Había secciones que me saltaba directamente pero otras tantas me las bebía, especialmente la de ese tipo calvo, con gafas y que por más que mi padre lo negaba era clavado a un amigo suyo. Me refiero a la sección de los inventos del Profesor Franz de Copenhague. Era una sección donde un serio y recto señor proponía unos inventos a cuál más disparatado. Un lector le mandaba una carta planteando un problema y él le proponía una solución, pero hecho de manera muy seria, con planos y un croquis del invento. Me parecía fascinante y era lo primero que leía. Y esa sección es la responsable de que muchas de nuestras madres nos contestaran aquellos de “déjate de inventos del tebeo…”

Pero también me gustaba mucho La familia Ulises, con esas viñetas tan atestadas de personajes, texto y un dibujo muy “antiguo” (sí, daba la impresión de dibujo antiguo); Eustaquio Morcillón (y su fiel ayudante Babalí), un cazador torpe y que casi siempre acababa consiguiendo su presa por la más pura de las casualidades o por la ayuda no reconocida de Babalí; y sobre todo me gustaban las tiras del único dibujante que conseguí quedarme con su nombre, porque en alguna ocasión aparecía alguna página en la que salía él mismo o alguna ilustración suya: Josep Coll.

Las tiras de Coll me fascinaban, porque tenía un estilo muy reconocible: figuras muy estilizadas y alargadas, con una expresión corporal característica, especialmente cuando los personajes corrían. Me encantaban las de cazadores, y especialmente cómo dibujaba a la raza negra. Porque los dibujaba así… negros. Negros tizón. Me encantaba verlos correr con esa postura encorvada que a pesar de lo caricaturesco de la pose le daba un dinamismo inesperado. Otro personaje que me chiflaba era el náufrago, porque a priori me resultaba una situación poco explotable, y siempre sacaba tiras muy divertidas. No fue hasta unos años después, cuando intenté investigar un poco más sobre ese autor que tanto me gustaba, que supe que se había suicidado en el año 84.

En definitiva, no se me ha ocurrido un mejor homenaje a la revista que contar mi propia experiencia y reconocerle su buena parte de responsabilidad de que hoy en día sea un devorador de todo tipo de arte secuencial. El TBO es una revista que fue pionera en nuestro país, y fue la sede de numerosos artistas gráficos, desde Nit o Benejam hasta Coll, Vázquez, Paco Mir (Tricicle), Purita Campos, Sánchez Abulí, Perich e incluso Pasqual Ferry.

Desde Es la hora de las tortas, nos sumamos al reconocimiento y felicitación por un aniversario fundamental para el mundo del cómic en España, perdón… del tebeo.