En los últimos años se ha oído hablar bastante de Olivier Schrauwen. Se trata de un autor de corte bastante experimental, con lo que entiéndase ese “bastante” dentro de unos determinados círculos. Sin embargo, cuando te avalan las críticas de pilares como Art Spiegelman o Chris Ware o, tirando de ejemplos más cercanos, te nominan en el Salón del Cómic de Barcelona, una aureola de cierta popularidad (aunque sea de nicho) se le adhiere. Por eso, es bastante probable entonces que llegues a Vidas Paralelas sin haber leído previamente Arséne Schrauwen, Mi Pequeño o Mowgli en el espejo, por citar algunas de sus obras.
Quien ya conozca a Schrauwen ya sabe cómo se las gasta, pero a un recién llegado Vidas Paralelas le puede parecer una absoluta tomadura de pelo… o una genialidad o, muy posiblemente, las dos a la vez. Vidas Paralelas nos trae seis historias independientes entre sí, pero con mucho en común. Todas las historias se sitúan en ese concepto tan sui generis de la ciencia ficción de Schrauwen. Nos cuenta todas ellas en primera persona alguien que parece ser Schrauwen, pero no lo es. En todas y cada una de ellas existe un juego cómplice de engaño al lector, toneladas de un absurdo que no siempre queda claro que sea solo humor y una voluntad de experimentación formal que bordea lo estridente.
Intentar hacer una sinopsis argumental de las historias no hará justicia o ni siquiera una idea gruesa de lo que nos vamos a encontrar en Vidas Paralelas. Es inútil decir que habla de abducciones alienígenas, la comunicación entre el pasado y el futuro, una aplicación que convierte tu vida en un tebeo, trolls que hackean cerebros, alucinaciones que predicen el futuro o la conquista de otros mundos. Con toda seguridad la idea que se ha generado en vuestro cerebro del tipo de tebeo que es Vidas Paralelas no se ajusta a la realidad.
Comentaba que Vidas Paralelas puede parecer una tomadura de pelo y es que con toda probabilidad lo es. Schrauwen nos miente a la cara desde la primera viñeta y nos lo dice sin miramientos. Cada historia es una vida que podría ser y no es, un Schrauwen falso que cambia con cada historia de nombre y de aspecto sin dejar del todo de ser él, pero como disfrazándose para cada nueva payasada. Vidas Paralelas es una broma surrealista en la que la experimentación formal forma parte de ese chiste que es mitad cómplice y mitad a nuestra costa.
Una vez entramos en su absurdo juego, este tebeo es un francamente disfrutable. Se despliega un abanico de pequeños experimentos que ni en forma ni en contenido se toman demasiado en serio, que llegan aún así a unos límites de riqueza que resulta aún más refrescante si cabe por su aparente falta de pretensiones. Tal vez la historia central, que abarca como varias de las otras juntas, funciona peor. Quizá la broma y el ensayo formal se alargan en exceso y como relato no aguanta ni cuenta con la cantidad de golpes de efecto de las historias más cortas, pero la sensación de lectura general de Vidas Paralelas es tan delirante como hipnótica y adictiva. Los juegos de colores chillones y retículas vibrantes nos dan con cada historia un nuevo cebo para volver a picar en su mentira, en esa vida paralela llena de ideas locas que nunca será y de algún modo nos ha colado por más que sepamos que es falsa.
Ya sabemos que este tipo de tebeos no serán del agrado de todo el mundo, pero si te apetece algo que se salga de la norma y no esperas que cada tebeo alternativo te abra el mundo a tus pies y te revele los secretos la vida y la esencia humana, Vidas Paralelas puede ser un pequeño deleite y, quién sabe, tal vez algo de eso te revele.
