Cuando Spider-Gwen vio la luz hace ya cinco años, era básicamente una excusa para sacar una versión más de Spiderman en Universo Spiderman, un evento cuyo objetivo central no era contar una historia, sino mostrar la mayor cantidad posible de versiones de tierras paralelas del Trepamuros. Pero poco a poco, Jason Latour y Robbi Rodríguez convirtieron una evidente explotation en un personaje con personalidad propia, en una de las series arácnidas no protagonizadas por Spiderman más interesantes que hay en el mercado. Y parece que la creación de Latour y Rodríguez ha conseguido afianzarse. En lugar de desaparecer al par de años, como suele ocurrir con las series periféricas de Marvel, está en la actualidad en unas cifras de ventas bastante cómodas, en el entorno en el que se mueven los cinematográficos Aquaman y Capitana Marvel y bastante por encima de otras series de personajes juveniles femeninos, como Ms. Marvel o X-23. El caso es que después de cuatro años al frente del personaje, sus creadores ya habían contado todo lo que tenían que contar de esta Gwen Stacy, con lo que toca cambio de equipo creativo y, de paso, nueva cabecera. Demos la bienvenida al tercer volumen de Spider-Gwen, ahora conocida como Ghost Spider.

Supuestamente, el primer tomo de Ghost Spider es un tie in de Spidergedón, pero prácticamente toda la relación que tiene con el mismo es contarnos por qué Gwen no ha participado en la última guerra contra los Herederos, además de un día después de la misma en la que los implicados se dedican a llorar a los caídos. ¿Y por qué no estuvo allí Gwen, entonces? A ver, sí que iba a participar, de hecho Spiderham fue en su busca, pero camino a Tierra Prima, una distorsión dimensional hizo que cayera en una Tierra distinta y se perdiera el meollo del asunto. Como excusa tiene su gracia, dado que una de las señas de identidad principales de la serie de Spider Gwen -y de su mismísima creación- es el estar brincando por tierras paralelas día sí, día también. Y en la dimensión en la que acaba, Peter Parker no es Spiderman, como en su mundo de origen. En esta versión de la Tierra, la araña picó… a Harry Osborn. Y Gwen es… ¡el Duende! Sí, debía ser una de las pocas combinaciones que aún no se habían explorado.

Los guiones de esta nueva etapa corren a cargo de la prestigiosa novelista Seanan McGuire (October Daye, InCryptid), ganadora de un premio Campbell, un Nebula y tres Hugo, que debutó en Marvel un par de meses antes con un anual de X-Men Oro. Quizás se pueda apreciar que la nueva guionista viene del mundo de la novela en el hecho de que confíe en el texto en ocasiones partes de la narración que en un medio mixto como es el cómic se podrían haber dejado perfectamente en manos del dibujo. Aún con este pequeño pero de recién llegada al medio, la historia tiene muy buen pulso y los diálogos están francamente bien escritos.

También es una recién llegada la dibujante Rosi Kämpe, que proviene del mundo del webcómic y debutó en Marvel  en 2016 con un tie in de Civil War II. Su estilo, notablemente juvenil, no tiene quizás la personalidad que tenía Robbi Rodríguez ni la experimentación que el anterior dibujante regular del personaje hacía en ocasiones, pero tiene un dinamismo, especialmente en las escenas de acción, que funciona a la perfección.

Cuando una serie ha estado en manos de los mismos autores -salvo sustituciones puntuales- desde su origen, es normal mirar con recelo al nuevo equipo creativo, y preguntarse si estarán a la altura de sus predecesores, y si seguirán una línea continuista o pretenderán reescribir el tono de la serie por completo. Y en este caso, hay que reconocer que McGuire y Kämpe cumplen de sobra. Ghost Spider tiene una personalidad propia, tanto a nivel de guion como de dibujo, y se nota que hay nuevas personas al frente, pero también es cierto que la nueva etapa es totalmente respetuosa con los cimientos que pusieron Latour y Rodríguez. Así que los seguidores de volúmenes anteriores del personaje seguirán disfrutando de esta nueva etapa, siendo además un buen punto para que lectores nuevos puedan subirse a la misma sin demasiados problemas.