Zidrou se atreve con todo. Lo mismo le da una entrañable comedia familiar como Los buenos Veranos que un cuento onírico como El paseo de los sueños, un delicioso y emotivo dramón con ¿Quién le zurcía los calcetines al rey de Prusia…? o una historia medieval como Caballero Brayard… incluso un thriller de anticipación como Rosko. Es cierto que Zidrou no es solo uno de los escritores más exitosos de la BD francobelga sino también de los más prolíficos, con lo que es, hasta cierto punto, lógico que pueda abarcar tantos y tan variados campos, pero también es necesario disponer de los recursos para cambiar de registro de modo tan amplio. ¿Y cómo se desenvuelve Zidrou con la ciencia-ficción? Pues igual de bien que con todo el resto.
Zidrou se hace acompañar de Alexeï Kispredilov, un dibujante francés recién llegado, con lo que parece ser que Zidrou no solo es uno de los mejores escritores del panorama actual, sino que parece una constante su labor de cazatalentos. Dibujantes como Mai Egurza o Francis Porcel han dado algunos de sus primeros pasos de la mano de este guionista belga afincado en España, que demuestra tener tan buen ojo con los artistas como talento en los guiones.
Rosko nos lleva al futuro, pero se trata de un futuro tan cercano que podríamos contar con los dedos los años que pueden nos pueden separar del momento en que sucede esta historia. Rosko Timber es una especie de ex-policía y digo ‘ex’ porque actualmente la policía es una empresa privada y forma parte de un gran conglomerado de comunicación. Hace años capturó a un psicótico asesino en serie que decía matar a sus víctimas por orden la Virgen María. Hoy Pimento TV recoge las últimas votaciones de los espectadores para decidir de qué modo será ejecutado en horario de máxima audiencia. Pero claro, algo saldrá mal y la acción se precipitará en una locura que los medios no se pueden perder.
Trabajar con esa ciencia ficción semidistópica de los medios de comunicación extremos y el capitalismo salvaje es hasta cierto punto peligroso, al meter las botas en charcos pisados no pocas ocasiones. De hecho es inevitable caer en ideas ya vistas y en un exceso de explicitud en algunos momentos, pero Zidrou se las arregla para que Rosko sea una historia donde el recién llegado a este subgénero puede disfrutar la historia tanto como el lector curtido en ciencia-ficción. El secreto está, por un lado, en esa habilidad para equilibrar trama y subtexto para que fluyan sin masticar y se complementen mutuamente. Por si sola la trama tiene sus giros y discurre a buen ritmo, pero sin ese pequeño contenido de crítica quedaría un tanto desangelada. Del mismo modo este subtexto sobre el culto al consumo por separado entraría en el terreno de lo manido, pero en apoyo a la historia, no sólo la completa, sino que el propio subtexto adquiere una nueva dimensión hacia dos vertientes muy distintas del mismo mensaje (y no doy más detalles por aquello de los spoilers). Por el otro lado está esa mano para la caracterización y el diálogo de modo que consigue que con muy poquitas páginas los personajes te cojan de la mano y nos acompañen. Con muy poco sabemos quién es cada uno, cuales son sus señas de identidad, virtudes y defectos.
En eso tiene mucho que ver el talento del debutante Kispredilov. Tal vez si le prestamos más atención a los fondos a alguna que otra resolución de composición puede notársele algo la juventud e inexperiencia, pero tiene algo con la caracterización y la gestualidad de los personajes que no es frecuente en los cómics y, cuando lo vemos, suele provenir de esos dibujantes veteranos curtidos en animación como Juanjo Guarnido o Jesús Alonso Iglesias. De algún modo vemos en su gestos faciales y sus expresiones corporales algo que parece surgir de forma muy fácil y comunica de un modo tremendamente vivaz. Un trazo tan enérgico como desaliñado tiene mucha de la culpa. Un color sencillo y poderosamente ambiental viste esta línea escueta en un resultado final directo y eficaz.
Engalanada de acción y buen suspense, Rosko nos deja una historia al alcance de doctos y profanos sobre la creación de ídolos, lo que estamos dispuestos a creernos y sobre quién saca provecho de ello.
