Es la hora de las tortas!!!

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Reseña Robin: Año uno

Desde que Frank Miller y David Mazzuchelli nos dieran Batman: Año uno, se ha convertido en costumbre en la familia gothamita (y casi en general en todos los universos superheroicos) sacarse de la manga una serie para contarnos las primeras andanzas de un héroe de sobra conocido. En este caso es el turno del chico maravilla en Robin: Año uno.

Robin: Año uno portada

Robin: Año uno
Guión de Chuck Dixon y Scott Beatty
Dibujo de Javier Pulido y Marcos Martín
Cartoné, 208 págs. Color.
20,50€
ECC Ediciones. 2017

Hoy en día, tenemos tan asumido a Dick Grayson como Nightwing (o recientemente como superespía), que casi se nos olvida que hubo un día que se enfundaba en esos pantaloncitos verdes y esa capa amarilla que supondría el primer manto de Robin. Robin: Año uno nos trae Robin: Year One núms. 1-4 más algún extra procedente de Batgirl/Robin Year One. En lugar de una sola historia Chuck Dixon y Scott Beatty, nos dan un conjunto de historias que se continúan unas de otras, tal como se solía hacer en los tebeos de los 70 y principios de los 80. Si le sumamos que Dixon es todo un veterano en las lindes del caballero oscuro y que Beatty es más conocido por sus enciclopedias deceítas que por sus guiones, es de suponer que nos encontraremos una historia de corte bastante canónico.

Robin: Año uno 01

Sin embargo, puede que ahora, en plena ola del cómic indie, estemos habituados al arte de Javier Pulido y Marcos Martín pero en 2001 eran dos recién llegados con un estilo totalmente opuesto al barroquismo de blockbuster cinematográfico que imperaba en la época, con lo que por clásico que fuera el tono de la historia, se planteaba bastante rompedora estéticamente.

Juntos los cuatro lograrán una historia donde los personajes y su desarrollo son más importantes que la trama. Dos caras, el Sombrerero Loco o la liga de los asesinos serán las excusas que forjarán a Dick Grayson, su relación con Batman y con el otro gran personaje de esta serie, Alfred, que hace el papel de narrador.

Dixon y Beatty nos mostrarán a un Dick Grayson que, a pesar de haber perdido a sus padres, de vivir en una gran y lóbrega mansión con un millonario de cuestionable cordura y un mayordomo británico y de vestir como un viejoven, no tiene problemas para relacionarse con sus compañeros de instituto e incluso encandila a alguna que otra joven fémina. El joven Dick hace gala de un carácter alegremente arrogante que no puede resultar más opuesto a su taciturno mentor, es un auténtico chico maravilla: inteligente, atractivo, carismático y seguro de sí mismo. Dick Grayson no es una máscara de Robin como en el caso de Batman.

Robin: Año uno 02

A pesar de todas las muestras de madurez y equilibrio, nos dejarán ver que al final no deja de ser un adolescente y encima uno con mil traumas a sus espaldas, así que no está exento de problemas. Para empezar, es totalmente dependiente de su identidad de Robin y vive anhelante de la aprobación del caballero oscuro, rasgos que terminan de hacerlo aún más interesante como personaje.

Todo esto nos lo consiguen transmitir Dixon y Beatty en una historia canónica, pero ejemplar, donde lo que hacen y dicen de los personajes los definen mucho mejor que cualquier narración en off. Solidez es la palabra que caracteriza a esta historia, no sólo en la forja de personajes sino en ese olor general de Gotham y las historias de Batman: villanos estrambóticos, mafia, noche, oneliners, momentos dramáticos, trama detectivesca… todo integrado con fluidez pese a ser profundamente teatral.

Robin: Año uno 03

Al final no deja de ser una historia de un adolescente que se fuga de casa, pero plagada de pequeños aciertos que contribuyen a la construcción de un universo bien cimentado. Es una historia de Robin, pero tanto Alfred como Batman salen de aquí enriquecidos.  unRobin: Añoo aporta una nueva dimensión al concepto de ‘ayudante’. Batman sin Robin es más oscuro y menos humanos, es Robin quien le aporta algo a Batman, quien le ayuda.

A estas alturas ya conocemos el trabajo de Pulido y Martín, pero comentaba más arriba que en 2001 eran dos autores primerizos en el mercado yanki con un estilo muy alejado de lo que estaba en boga por aquel entonces. Quizá por una cierta inseguridad fruto de esos primeros pasos en un gran mercado, ninguno de los dos se marca ninguno de esos espectaculares experimentos narrativos con los que ahora los identificamos, pero ambos coinciden en ser justo lo que esta historia necesita, un estilo minimalista centrado en la solidez más allá de cualquier artificio.

Robin: Año uno 04

La voz cantante es de Pulido, que por aquel entonces contaba con más obras en los USA. Marcos Martín por su parte se mimetiza hábilmente con el estilo de Pulido en un conjunto donde los alardes están fuera de lugar para dar paso a esa solidez que hace a la historia funcionar a todos los niveles.

Si acaso se permite este tebeo una licencia dentro de la sobria solidez, es ese toque que le da ese estilo que ahora se viene a llamar indie y que resulta potenciado y embellecido por los colores de Lee Loughridge, con su inusual habilidad suya para desplegar una paleta de lo más pop sin romper el equilibrio y dotando los dibujos de una vibración especial

Desgraciadamente, este tipo de historias con más coherencia que bombo rara vez están entres los superventas, pero tienden a quedar en la memoria de quien las lee y eso permite que 16 años después de su publicación original, podamos disfrutarla de nuevo.