Es la hora de las tortas!!!

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Reseña: Orlando y el juego

Orlando y el juego

Guión y dibujo de Luis Durán.
Tres tomos publicados
Tomo 1: Cartoné, 225 págs. Color. 22,95
Tomo 2: Cartoné, 225 págs. Color. 23,95
Tomo 2: Cartoné, 272 págs. Color. 24,95
Diábolo Ediciones. 2014 – 2016

Orlando y el el juego es probablemente la obra más ambiciosa de Luis Durán. Actualmente ya tiene tres tomos publicados por Diábolo en España y Francia de más de 200 páginas y parece ser que quedan aún dos más, con lo que, aunque solo sea por extensión, estamos hablando de una historia de una magnitud más que considerable. No obstante, en el caso de Durán, los seguidores de su obra ya auguramos que la magnitud no se va a limitar a la extensión.

No creo que esta reseña sirva para convencer de leerlo a ningún asiduo de la obra de Luis Durán. Esos ya estamos convencidos, pero voy a tener que ser cuidadoso con lo que digo para no espantar a ningún futuro lector y es que Luis Durán suele tener problemas en un primer acercamiento. Sus historias son pausadas y contemplativas y su dibujo es como mínimo inusual, pero en el otro lado de la balanza está que probablemente sea uno de los mejores guionistas del mercado español y que sus dibujos, como buen autor completo, están hechos a la medida de sus historias. Probablemente el único de sus comics que no dibujó él, La Cruz del sur, es su obra más floja.

Si intentamos hacer una sinopsis de Orlando y el juego diríamos que se trata de una serie de historias individuales unidas por el hilo conductor de Marcel y Orlando, dos viajeros que pululan en diferentes momentos del tiempo y el multiverso. Orlando ha recibido el encargo de encontrar a Marcel y Luis Durán aprovechará la excusa argumental para contarnos todo lo que se le pasa por la cabeza.

Espero que esta sinopsis se ajuste todo lo posible a la realidad y es que en Orlando y el juego el argumento no se instala en un nivel de comprensión habitual sino que se intuye más que entenderse. Pero repito, que nadie huya despavorido. El viaje es tan fascinante que aún no teniendo del todo claro de qué va el cómic, se disfruta con cada historia y cada detalle y, para cuando te quieres dar cuenta de que que te has terminado el tomo, ya vas adivinando por dónde pueden ir los tiros, sin certeza, pero convencido de que el próximo tomo será una gozada. Es cierto que hace falta cierto esfuerzo por parte del lector para procesar la información (sobre todo si se quiere ir asimilando sobre la marcha), pero Durán se ocupa de que nos salga sin demasiado trabajo, haciéndonos el camino hipnóticamente atractivo.

En Orlando y el juego tendremos historias medievales, cotidianas, de ciencia ficción y parece apuntar a que todo terminará confluyendo de algún modo. Sin embargo aunque no fuera así, daría igual. Luis Durán tiene ese toque que tienen Jiro Taniguchi o Neil Gaiman de ser tremendamente evocador por poco que cuente, pero es que además cuenta… y mucho. Sólo en este tercer tomo tenemos: La búsqueda de la cabeza robada de un santo en la Edad Media, un arca espacial en busca de un nuevo planeta, las andanzas de un pequeño delincuente a finales de los 70, una antigua batalla capitaneada por bravas mujeres indígenas americanas, extrañas formas en los trigales, una niña pobre y su triste Navidad, visitantes del futuro…

La cantidad de conceptos y datos es apabullante, pero Luis Durán se encarga de dosificar de modo sugestivo y con hincapié en ese sentido de lo increíble de ese Hugo Pratt más desatado. Como en los buenos cuentos, se nos dará un mensaje complejo con la cubierta más simple posible. Ayudado por la carga simbólica de los juegos infantiles, el ritmo pausado, meláncólico y contemplativo y un derroche de imaginación, como lectores la sensación es más de flotar en la historia que de sobrevolarla.

Para apoyar todo esto, esta historia de historias, Luis Durán divide la obra en fractales en lugar de en capítulos. Un fractal es un fragmento, pero también un patrón. En Orlando y el Juego todo está fragmentado y cambiamos constantemente de tiempo, lugar, personajes e historias, pero se intuye una unión entre ellas que aún no ha sido revelada. Cada historia funciona por separado, pero, tal como ocurre con los fractales, estas historias podrían repetirse y ramificarse para formar otras historias. Esta es la estructura de Orlando y el juego.

Una de las partes más controvertidas del trabajo de Luis Durán es el dibujo. Se mueve a medio camino del expresionismo, la ilustración infantil, las miniaturas medievales y el teatro de guiñoles y no es un estilo que suela entrar con facilidad a los seguidores de cánones más convencionales, pero lo cierto es que encaja como sólo lo puede hacer cuando dibujante y guionista son la misma persona. La languidez de las miradas, la exageración de las expresiones y las deformaciones de cuento dulcifican bajo una apariencia simple una historia abigarrada de información. De todos modos, probablemente no esté haciendo justicia al dibujo de Durán con esta palabras, pero me temo que es bastante complejo de definir. Hay algunos narradores en los que rápidamente podemos detectar los recursos o los juegos que desarrollan y que son seña de identidad o donde los alardes de técnica son evidentes. Hay otros narradores que tiene algo (antes ponía el ejemplo de Jiro Taniguchi) en los que puedes detectar que todo fluye a la perfección pero no eres capaz de percibir cómo lo hace. Durán tiene ese algo.

Yo mismo, aunque tengo algunas intuiciones, no tengo ni idea de dónde va la historia y , sin embargo la estoy disfrutando y me siento inevitablemente atrapado en el interior del juego. No hace falta saber las normas ni es preciso desarrollar una estrategia para jugar. Es una historia compleja y a todas luces tiene varios niveles de lectura, pero no nos mete ninguna prisa por recorrerlos, todo surge de manera pausada y natural.

Desafortunadamente, Orlando y el juego quizá no sea la obra más adecuada para empezar con Luis Durán, ya que es la más compleja, pero casi cualquier otra es accesible si te ha picado la curiosidad y justo al terminarla, no olvides leer Orlando.