Hay días en los que nada sale como debería o como se esperaba. Para esos días nada mejor que un tebeo para desconectar. Ya no digo nada si además el tebeo se titula Happy!, lo mismo hasta te levanta el ánimo.

El caso es que empiezas a devorarlo y aparece un perro orinando a un mendigo que está tirado en el suelo, un colgado disfrazado de cucaracha sostiene un martillo un tanto amenazador mientras una profesional del placer le proporciona idem, y un tío disfrazado de Santa Claus hace cierto comentario con tintes pedófilos que te invita a pensar que después de todo las nuevas tradiciones cristiano-paganas cada vez conectan más con las clásicas (avanzado el tebeo es bastante explícito en este sentido). Todo ello envuelto en un ambiente navideño sórdido y con un dibujo especialmente esmerado en los detalles y fondos, muy al estilo de Darick Robertson. Y claro, piensas: «no sé si será muy happy la trama, pero con Ennis siempre me echo unas buenas risas. ¿Es un spin-off de The Boys? ¿Ese es Carnicero? Debe ser que últimamente no le da para pagar la cuota del gimnasio». Pero entonces sale un caballo azul, alado y provisto de plumas que resulta ser el amigo imaginario de una niña en busca de ayuda. Algo falla. Miras de nuevo la portada. Morrison y Robertson. Vale.

Bueno sí, me estoy tirando el moco bastante. Lo cierto es que cuando me fui de cabeza a por la primera incursión de Grant Morrison en Image (sin contar aquellos números sueltos de Spawn dibujados por el gran Greg Capullo y publicados hace más de veinte años), no me esperaba algo así. Y no lo digo en el mal sentido, simplemente me refiero a que si alguien que no haya leído nunca nada de este excepcional guionista empezase con esta obra, creo que se podría llevar una idea un tanto distorsionada del estilo habitual del gran Grant.

Pero al grano. Happy! guionizada por Grant Morrison, dibujada por Darick Robertson, coloreada por Richard P. Clark y Tony Aviña, y publicada en nuestro país por Panini Cómics en junio del año pasado en un tomo único que recoge los cuatro números en que se divide la obra.

La historia se centra en un antiguo detective de policía pasado de vueltas, un renegado, un tipo duro cuyo pasado se explica de manera muy eficaz en muy pocas viñetas a modo de flashback, y que ahora se dedica a realizar “trabajillos”, dejémoslo ahí. El caso es que cierto día, uno de esos días jodidamente críticos, se le aparece ese caballito azul del que os hablaba. Un amigo imaginario tan motivado y optimista que parece rayar la locura, y que tan solo Nick Sax, así se llama nuestro protagonista, puede ver y escuchar. Vamos, una alucinación alucinada. LSD efecto matrioska. En paralelo, Sax se ve envuelto en problemas con la mafia, la policía y con todo aquel con el que se cruza. Este tío está desatado y no hace prisioneros.

Pero claro, es Morrison, y aunque es verdad que la lectura es más bien ligera, tienes una serie de elementos que van encajando poco a poco, relacionándose y redondeando el tebeo, para dejarte mejor sabor de boca cuando llegas a la última página. Además, la edición de Panini incluye algo en los extras junto con las típicas portadas alternativas que me gusta especialmente: partes del guión y sus correspondientes primeros esbozos del dibujante. Quiero más.

En resumen: un tebeo entretenido, que se lee rápido, de lo menos morrisoniano de Morrison se podría decir, que consigue definir bien a varios personajes sin necesitar muchas páginas, y que gracias al dibujo de Darick Robertson uno se puede recrear en los detalles de varias de sus viñetas (no se aceptan comparaciones con Transmetropolitan en este sentido porque la extensión e imaginario de esa obra juegan en otra liga).

No mejoró mi concepto del mundo. Eso sí, el día tornó en algo un poco más happy.